Carlos di Leone:
Clase de Dibujo 3º 3º en 1965
CLASE DE DIBUJO 3º 3ª AÑO 1965
En tercer año se diagramaron las divisiones de forma distinta a como habían estado hasta segundo (creo que se eliminó la 4ª). A mi me toco 3º 3ª .
En la misma ya no tuvimos como profesor de dibujo al célebre Sr. Toledo, alias “ESFUMINO”.
El primer día de la materia recibimos apesadumbrados a la nueva profesora, Sra. F. C., pensando que seguramente se había terminado el clima distendido que reinaba con el antiguo profesor.
Lejos estábamos en ese momento de imaginarnos cuan equivocada era dicha presunción.
EL clima distendido y de RELAX devino en RELAJO, sumando beligerancia y descontrol, transformándose la clase en una verdadera bacanal, que si hubiera tenido lugar en los tiempos actuales, es de suponer que podría haber terminado con varios casos de abusos carnales, hacia la profesora.
Anécdotas hay miles y lamentablemente no todas las recuerdo, pero en esto, apelo a la memoria de quienes estuvimos en la división en ese memorable año, para que quienes quieran y puedan, aporten lo suyo.
Una de las primeras cosas que merece citarse, es cuando la profe colgaba sobre el pizarrón, un capitel jónico de yeso para que los niñitos lo copiáramos.
Como es de suponer una de las primeras cosas que hacía cualquiera de los educandos era dibujar sobre el pizarrón, el fuste correspondiente, generando la columna completa.
Posteriormente otro de los reos agregaba por ejemplo una cara asomada desde atrás de la columna, con la punta de los deditos de una mano apoyados en la misma como si estuviera asomado o espiando. También podía aparecer la cola de un gato, un perro, etc.
Uno de los que más aportes hacía a este despliegue creativo era Carlos Schvartzman (perdón Carlitos por el buchoneo), pero no era el único.
Ahí no terminaba la cosa ya que, ante la falta de reacción de la profesora, nos animábamos a más, y así se podía encontrar un cuchillo clavado (solo en ilustración), un perro meando, un charco de orín con el chorrito generado detrás de la columna y también alguna vez se asomó la punta de un pene.
No se sorprendan que esto fue sólo el aperitivo.
Cuando había correcciones, la profesora se sentaba frente al escritorio y era rodeada por un número indeterminado de individuos que no hacían otra cosa que encubrir visualmente a los depredadores que diseminados por el resto del aula se dedicaban con esmero a diversas tareas específicas (todas delictuosas).
Había uno que se aplicaba a galopar por todo el lugar.
Otros se inclinaban por juegos de naipes y/o guerras de tizas.
Había uno que se especializaba en arrojar el borrador con inusitada violencia contra el pizarrón, con el consecuente estampido. También se especializaba en proferir insultos a los gritos. Ambas prácticas estaban ocultadas por la suerte de scrum que se generaba alrededor de la profe por los que “corregían”. Recuerdo quien era el sujeto en cuestión, pero su identidad será protegida hasta que el mismo se anime a confesar (ya operó la prescripción).
Ese borrador (no se si impulsado por el mismo individuo) destruyó un jarrón de yeso que oficiaba de modelo para el dibujo.
Además volaban otros proyectiles. Fue así como de un tuercazo se rompió el vidrio que protegía el retrato de San Martín, patrono de aquel antro.
Recuerdo también haber visto alguno de los depredadores corriendo y saltando por el aula agitando el paraguas de la profe, abierto.
Volviendo a la mencionada corrección, hubo una oportunidad en que uno de los reos presenta un dibujo con las manos cubiertas por los guantes de la profesora que previamente había sustraído del portafolios de la sra.
Alguno excepcionalmente, dibujaba . . .
En una ocasión en que la Sra. recorría los bancos corrigiendo a domicilio, pudimos notar que un malandra se metía bajo el escritorio (este tenia unos faldones de madera terciada en su perímetro hasta cerca del piso). El tierno niñito empujaba el mueble levemente con la espalda hacia arriba, despegándolo mínimamente del suelo, para acto seguido desplazarse, generando la ilusión de que el escritorio se movía solo, ante el simulado asombro, cuando no horror del resto de los delincuentes.
Recuerdo otro caso en que hablábamos con la profe acerca de películas. Varios de nosotros le preguntábamos si había visto tal o cual film, mencionando varios de los que estaban en cartel, especialmente los entonces Prohibidos para Menores de 18. (Por esos años teníamos la testosterona en estado de efervescencia, debido al poco uso que en muchos casos se reducía a manualidades.)
En ese entonces también había sido muy revulsivo el estreno de la película sueca Adorado John, emblemática por el tratamiento intensivo del sexo.
Es así que mi compañerito de banco (con esto lo mandé al frente), le pregunta a la Sra.
– Profesora: ¿Vio Adorado John? –
Y Ante la respuesta negativa, el individuo, blandiendo el puño en forma amenazante, agrega
– ¡ ¡ ¡ Sabe como se dan ! ! ! –
Obviamente que el título del film no daba para suponer que se trataba de un western, pandillas o boxeo . . .
A continuación detallo la historia que fue el momento cumbre de la relación con la profesora.
Nuestra división era uno de los cuartos de una antigua casa chorizo que se había incorporado ese año al colegio como ampliación. Estaba en una especie de apéndice y se llegaba a ella a través de una larga galería con un patio lateral angosto, paralelo a la misma. Supongo que la mayoría recordará esta dependencia.
En una oportunidad hubo una granizada importante, después de la cual el patio quedó tapizado de granizo.
Acumulamos el mismo en un rincón al lado de la puerta del aula y cargamos bolsitas con el mismo.
Cuando entró la profe al curso la recibimos obviamente con granizada en interiores.
Algunos abrían paraguas o desplegaban impermeables, otros se refugiaban bajo los bancos, etc.
Por supuesto el aula quedó hecha un chiquero de agua sucia.
Este episodio nos costó muy caro, porque además de obligarnos a limpiar y secar el aula, hubo como consecuencia 10 amonestaciones colectivas, lo que puso a más de uno (me incluyo) al borde del abismo, algunos del lado exterior de dicho borde.
A veces recordando estas salvajadas me da un poco de vergüenza, pero no puedo evitar evocar como lo vivimos en aquel momento.
No éramos delincuentes permanentes, pero en esas clases de dibujo la mayoría de los que habitábamos aquella división nos transformábamos de anodinos Doctores JEKILL, en un temible grupo de Mister HYDE.
Con la ilustración que hizo Carlos Schvartzman, podrán comparar la misma con el relato y ver que en muchos detalles no hay exageración alguna.
Los dibujos detallan fielmente a los siguientes especimenes:
El que putea.
Los timberos.
Los tizazos.
El paraguas.
El borrador rompiendo el jarrón de yeso.
Los avioncitos de papel – ¡qué inocentes! –
La revista porno.
El retrato de San Martín.
El tipo escondido bajo el escritorio.
El que lee el diario.
La profe recibiendo un tizazo. (el abrigo cuadrille de la misma es detalle real).
El que duerme es apócrifo. Nadie podía dormir en aquel despelote.
Casi todo esta basado en hechos reales acaecidos aquel año.
Eso si, armas blancas, armas de fuego y explosivos nunca, nunca llevamos . . .
Curiosamente ninguno de los involucrados tiene captura recomendada.
Creo . . . . .
CARLOS di LEONE
PD: espero comentarios y aportes para ampliar el anecdotario.