Avanzado ya el segundo curso de funcionamiento de la Red de la Experiencia 2018-19, se nos pidió una impresión sobre nuestra participación en la misma. Y ésta fue mi confesión, a la que puse por título Una Cautivadora Aventura.
1. Introducción
Todo comenzó cuando un 7 de junio de 2017 D. Tomás Guajardo, Director General de Personal y Formación del Profesorado, vino a Huesca a despedirnos a las y los profesores que ese curso nos jubilábamos; al final de su intervención nos informó de que en breve se publicaría una orden del Departamento de Educación, Cultura y Deporte por la que se regularía la colaboración voluntaria de docentes jubilados, a través de la Red de la Experiencia; aprovechó para dar unas cuantas pinceladas sobre el programa. Y todo aquello, para qué voy a decir una cosa por otra, me sonó bien.
Yo había cumplido los 60 a comienzos de enero, pero me apetecía cerrar pausadamente una etapa profesional de 38 años dedicados a la docencia, y especialmente algunos frentes en marcha en dos ámbitos un tanto diferentes, aunque complementarios.
Por un lado, tareas específicas del departamento de orientación en el que había estado desarrollando mi labor durante mis últimos 17 años; y cuando hablo de cerrar, no estoy refiriéndome únicamente a cuestiones estrictamente laborales y profesionales, o a proyectos de innovación en los que me hallaba involucrado, sino a aspectos relacionales en los que estaban implicadas diferentes personas de la comunidad educativa con las que día a día había ido entretejiendo un sin fin de lazos afectivos.
Paralelamente, y por otro lado, durante los últimos 25 años había formado parte del equipo de trabajo que había creado, impulsado y mantenido un proyecto de intervención comunitaria en Jaca; estoy hablando del Proyecto Oroel, uno de los más veteranos de la RAPPS (Red Aragonesa de Proyectos de Promoción de la Salud). Y precisamente durante la etapa final habíamos decidido, junto con los responsables de Huesca y de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Aragón, que pondríamos término a esa andadura de 25 años. Desde el comienzo, yo había estado coordinando la sección de educación sexual: los talleres Eros, la mayor parte de ellos desarrollados con alumnado de ESO y enseñanzas superiores; dos consultorios sexuales en Web —uno para la franja de 12-14, y otro para la de 14-16 años—; y también me había responsabilizado, desde 2005 en adelante, de la edición del sitio Web del Proyecto Oroel.
Pues como despedida del proyecto, en su recta final, además de mantener los talleres Eros, habíamos decidido implicarnos en dos acciones importantes:
-Una escuela de padres y madres comunitaria, con la participación de todos los centros educativos de la ciudad (todas las AMYPAS, y buena parte de los equipos directivos), los departamentos de orientación y equipo psicopedagógico, servicios sociales comarcales, el Centro de Prevención Comunitaria del Ayuntamiento de Jaca y la Asociación Naxé. Una vez puesta en marcha dicha escuela, ofertamos en ella, desde nuestro Proyecto, un curso de educación sexual para familias, y un cursillo sobre Neuroaprendizaje.
-Y finalmente, de enero a mayo de 2017, un curso-taller de ámbito provincial: diagnóstico y prevención de la salud mental del profesorado.
Y en todas esas acciones me hallaba felizmente involucrado justo cuando estaba a punto de dar el salto a esa etapa vital etiquetada como jubilación. Así que decidí retrasarla hasta el fin de ese curso escolar, e ir cerrando adecuadamente mi participación en todas esas acciones. Y creo que hice bien.
2. La jubilación, ¿acaso un antes y un después?
Cuando uno prevé que en una etapa de la vida se van a introducir ciertos cambios sustanciales, yo recomiendo planificar de una manera sosegada. No obstante, y por más que sopesemos razones (posibles consecuencias positivas y negativas de cada opción, nivel de dificultad de los obstáculos, disposición a asumirlos...), sabemos que acabarán imponiéndose espectros emocionales, como en la mayoría de nuestras decisiones vitales —y esto es algo que la Neurociencia ha logrado clarificar—. Pero esa era una cuestión que no me quitaba el sueño, vamos, que no me preocupaba más que lo justo, y digo lo justo pues entiendo que es preferible la planificación a abandonarnos al azar, esto es, a flujos externos a nosotros y totalmente incontrolables.
Por otra parte, y para los beneficiarios de MUFACE, es verdad que la jubilación llega en un momento prematuro, si lo comparamos con profesionales de otros muchos ámbitos.
Aún así, el hecho de jubilarse siempre ha sido entendido como signo de envejecimiento. Yo prefiero acudir al marco de la psicología transpersonal, y aceptar abiertamente una de las grandes señas de la vida como es la impermanencia: todo pasa, nada permanece, tanto en nuestro ámbito físico, como en nuestros niveles energéticos mentales, emocionales y existenciales, todo muere y, a un tiempo, todo renace, instante tras instante.
El hecho de hablar de envejecimiento implica, a la par, introducir un problema, si bien el problema lo constituyen los prejuicios y estereotipos en torno a él, que siguen perviviendo en nuestra sociedad actual. Por eso mismo, y para compensar, prefiero decantarme por el término de edad madura; esa denominación no hace sino llamar la atención sobre aspectos positivos acerca de la madurez que día a día hemos ido consolidando.
Cambiar nuestro chip, nuestras creencias sobre el envejecimiento es un ejercicio que sale gratis —no cuesta un duro, vamos, y está al alcance de cualquiera—, si lo comparamos con el tremendísimo coste social del aumento de la esperanza de vida en un mundo tan medicalizado como el nuestro. La doctora Paloma Navas, citando las conclusiones de un estudio reciente, habla de un aumento de la esperanza de vida de 7,6 años como consecuencia de cambiar la propia actitud sobre el envejecimiento. Os recomiendo que abráis un paréntesis de sólo 15 minutos para disfrutar de una charla TED sobre esa interesante cuestión, a cargo de dicha doctora en salud pública. ¡Sólo 15 minutos a cambio de no sé cuántos años más de vida!!!
¿Acaso la jubilación marca un antes y un después? Tal y como yo la acabo de presentar, está claro que no. En casi todo, y también en esta cuestión, entiendo que cada cual tiene a su alcance las riendas de su destino.
3. Un proyecto de vida
Antes comencé a hablar de la importancia de sopesar razones en el momento de dar el salto a esa nueva etapa vital conocida como jubilación. En realidad, me refería más bien a revisar el propio proyecto de vida. Y por su gran importancia, a ello voy a dedicar unas pocas líneas.
La felicidad, o la paz interior, antes que convertirla en una obsesión, persiguiéndola de manera incansable, yo entiendo que es una consecuencia de realizar la Verdad, y nunca la Verdad podría ser amenazada por nada ni por nadie; así que la dicha llegará sola, sin buscarla expresamente.
Lo que más moviliza al ser humano en esa búsqueda es tratar de encontrar significado a la vida. Como decía Viktor Frankl, quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo. Y ahí es donde reconocemos la importancia de fijarnos grandes metas de vida, tanto en el ámbito de la intimidad, como en el social y profesional; supone, de alguna manera, tomar una dirección segura, por la vereda de los valores universales —no hay otra.
Aunque ahora estoy hablando de la etapa vital de la jubilación, yo he sido partidario de practicar ese ejercicio de introspección en muy diferentes momentos de mi vida, por ejemplo, al inicio de cada curso escolar, o antes de comenzar un nuevo programa del Proyecto Oroel. Y no resulta nada complicado. Supone preguntarse:
-Quién soy yo, cuáles son mis fortalezas, y cuáles mis puntos débiles.
-Repaso mi biografía: qué personas son las que más han influido en mi vida, qué acontecimientos son los que más me han marcado, qué decisiones significativas he tenido que ir tomando... qué aspectos han obstaculizado mi desarrollo profesional, y cuáles lo han facilitado. Me resulta sugerente la cita de Frederick Bueckhner: Escucha a tu vida. Todos los momentos son momentos clave.
-En qué grandes metas sigo confiando, metas de esas que reconozco allá en lontananza, en mi horizonte vital, y que me sirven de guía segura, a modo de brújula.
-Cómo me veo en un incierto futuro, con qué fortalezas, si habré sido capaz de superar cada uno de mis puntos flojos... Realizo esa proyección mental, aunque sin caer en las trampas de un tiempo psicológico irreal —un futuro que todavía no ha llegado—, y que bien podrían apartarme de este impresionante Aquí Ahora.
-Qué estoy haciendo en este mundo; qué podría aportar para mejorarlo o, al menos, si acaso llegan momentos bajos en los que pierdo el control, qué hacer para no empeorarlo.
-Mi formación, mi trabajo, cómo contribuye a mi realización personal y profesional.
-Qué cosas me apetece hacer. Y eso que más deseo, ¿en qué medida me lleva o me aparta de mis grandes metas de vida? De la misma manera, mis fortalezas, al desarrollarlas —que por definición, constituyen un valor en sí mismas, y tampoco son medios para conseguir algo—, ¿hasta qué punto me van acercando a mis grandes metas?
-Si supiera que apenas me quedan unas pocas semanas de vida, ¿qué es lo que más desearía hacer? Las voy enumerando. ¿Y por qué no comenzar a hacerlas realidad ya mismo?, ¿por qué renunciar a mis anhelos más profundos, y también al abanico de mis aficiones? Ahí es donde siempre se me aparecían dos ámbitos:
Por un lado, el que tenía que ver con mi familia —con mi compañera de viaje, con mis hijos, con mis padres...—, con mi mejor amigo, con mis amistades...
Y por otro, el de mis hobbies. No renuncio a la escritura creativa, a la lírica, tanto en mi lengua materna como en castellano. Deseo seguir creando: novelas, relatos, poesía; tal vez haya llegado el momento de publicar aquella trilogía que ha estado aguardando desde hace tiempo. Tampoco renuncio a continuar con la investigación etno-antropológica, y a escribir sobre ello. Y por qué no proseguir la andadura de más de 40 años en realización y producción audiovisual. Y por qué no continuar cultivando la fotografía artística, y la de reportaje. Y por qué no reanudar la creación musical. Y seguir saliendo a la montaña, y viajar... ¿Estaba hablando únicamente de hobbies? ¿Y por qué no seguir cultivando mi faceta de psicólogo clínico, tanto al nivel de terapia como de counseling —que siempre he sentido a modo de encomienda moral—, ofreciendo mi ayuda a personas 'desahuciadas' de servicios convencionales de salud o a determinados colectivos desfavorecidos? ¿Y por qué no seguir compartiendo, y seguir aprendiendo en la Red de la Experiencia?
Pues venga, siento la energía ya mismo. Sólo necesito hacer un plan a corto plazo, y a medio, y a más largo plazo. ¿Y si el vértigo me impone su danza? No. El miedo no es del presente, sino sólo del pasado y del futuro, que no existen. Una potente voz invisible me susurra y alienta: ¡¡¡Adelante!!! Y me dejo llevar por ella.
4. Mis propuestas de colaboración en la Red de la Experiencia
El curso pasado, el primero que ofrecí mi colaboración a la Red de la Experiencia, me comprometí con demasiadas propuestas, algunas de las cuales no encontraron eco, como la Psicología Comunitaria, o la atención psicológica a refugiados y beneficiarios de protección internacional; en cambio otras tuvieron una buena acogida.
Así que para el presente curso centré mi posible colaboración en cuatro frentes. Sólo que antes deseo comentar una par de cosas.
Puesto que siempre me he considerado un defensor de la innovación educativa, ninguna de mis propuestas podría hallarse fuera de dicho marco. Innovar no implica hacer cosas nuevas, no va por ahí la cosa; supone, antes bien, abrir una reflexión constante entre la teoría y la práctica, entre los avances científicos —en mi ámbito, hablaría, fundamentalmente, de aquellos provenientes de la psicología de la educación—, y lo que yo voy desarrollando modestamente en el día a día —salvando las distancias de que ahora ya no estoy a pie de aula, claro—; así es como, a través de ciclos constantes de investigación-acción, he ido introduciendo cambios sustanciales en mi práctica docente.
Pero además, y de acuerdo a la teoría de la acción de Piaget, conocemos que existen tres formas de transformar la representación en acto: la descripción se queda bastante corta; la observación, apenas a medio camino; mientras tanto, y a diferencia, la acción, la experimentación, la propia vivencia lo consigue con bastante acierto. Así que la conclusión es obvia: en mis colaboraciones con la Red de la Experiencia, en la medida de lo posible, intentaría huir de la charla, al tiempo que animaría al formato de taller. No es solamente que el taller constituya una vía muy válida de aprendizaje, y que permita, además, tanto la reflexión crítica como la creativa, es que posee un carácter eminentemente transformador, tendente a mejorar el clima grupal.
Y ahora es cuando deseo volver al punto anterior: sabemos que en el ámbito docente la autorrealización profesional depende, en algo grado, de estar trabajando en un contexto de innovación educativa; pero es que la base necesaria sobre la que se asienta la innovación es el buen clima, la comunicación con los compañeros y compañeras docentes. Y ahí precisamente es donde estaba dispuesto a compartir humildemente mi experiencia, aportando mi pequeño granito de arena.
Y, por fin, voy con los cuatro frentes o bloques temáticos de mi ofrecimiento.
1. El primero de ellos es el de la educación sexual. Siempre he creído en ella. Y me ha ocupado 34 años de los 38 de mi profesión docente. Y si siempre ha resultado necesaria, poseo datos fundados para afirmar que cada vez más, a pesar de que las recientes leyes educativas apenas la contemplen.
2. El segundo bloque temático tiene que ver con la educación emocional. Desde mi punto de vista, otro labrantío baldío, especialmente en la Enseñanza Secundaria. Y eso que ya en 1996 —hace más de veinte años— el Informe Delors advertía que no tenía sentido el giro de la Educación Secundaria hacia el conocimiento, olvidando la dimensión emocional, ya que ninguna persona adulta llegará a completar esa formación a lo largo de su vida.
3. El tercer frente tiene que ver con el Neuroaprendizaje. La razón de este bloque temático es muy simple: muchos de los avances en Neurociencia de los últimos años —de los años 90 en adelante— sabemos que podrían beneficiar significativamente los procesos de enseñanza-aprendizaje, si bien en ocasiones tardan a conocerse, y muchas veces a generalizarse.
4. Y, finalmente, el cuarto bloque tiene que ver con el diagnóstico y la prevención de la salud mental del profesorado. Si la educación sexual constituye un tema tabú, también éste. ¿Por qué apenas se habla de que el profesorado es un colectivo con un alto riesgo de sufrir estrés crónico, que en muchos casos desemboca en el síndrome de burnout?
Después de todo, y tras las gratas experiencias vivenciadas el curso pasado —sin olvidar la estupenda acogida que me brindaron en cada uno de los centros visitados—, sólo añadiría una cosa, que ni siquiera es mía, sino de la escritora Laura Esquivel, y dice así: “Generalmente creemos que el amor es algo que te va a dar el otro. Cuando, en realidad, el amor es lo que yo doy, lo que yo comparto. Todos somos energía amorosa y nos damos cuenta de esto cuando la compartimos.”
Quino Villa.
Abril de 2019.