Entiendo que debo justificar el motivo por el cual prácticamente toda mi colaboración con la Red de la Experiencia la canalizo a través de talleres.
Es verdad que en mis clases, especialmente los últimos 17 años —como orientador de un IES, ése era un cometido secundario—, aposté de una manera decidida por el aprendizaje dialógico, un desafío que pone el foco en la dimensión intersubjetiva del aprendizaje. Es la interacción recíproca a través del diálogo que, desde la aceptación de los otros, permite comprenderlos y construir significados compartidos, no en vano impulsa y fortalece la inteligencia cultural, esa que nos permite resolver tantos problemas sociales a través de habilidades comunicativas.
Hubo alguien que tardó en comprenderlo —y a cada cual hay que darle el tiempo que necesite—. Aún recuerdo la autoevaluación anónima de un alumno, como a los dos meses de haber iniciado el curso, en la que confesaba: "A mí me gusta la clase de psicología porque no hay que sudar la gota gorda; hay días que llegas, te sientas en círculo, y te pegas todo el rato cascando." No era sólo el "círculo"; utilizábamos varias estrategias de trabajo grupal (phillips 66, role-playing, mesa redonda, panel, asamblea, debate dirigido, seminario, simposio, tribunal...), y ninguna de ellas elegida al azar. Además, cada día evaluábamos, y hacíamos propuestas de mejora: sí sudábamos la gota, pero de otra manera.
También es verdad que durante varios cursos escolares aposté por la metodología de proyectos, especialmente en el ámbito de la escuela rural. Cada proyecto, como estrategia de aprendizaje, nos permitía recrear situaciones de la vida en la que docentes y alumnado debíamos enfrentarnos, a través de la acción, al mundo real. De ahí que, en ocasiones, no nos costara esfuerzo dar un salto hacia el aprendizaje-servicio. Fue así como también surgió, entre otras, y unos años más tarde, la maravillosa experiencia, continuada a través de varios cursos escolares, del taller de caricias, que el alumnado de 2º de bachillerato regalaba, en la semana de las caricias, a alumnado de los primeros cursos de ESO.
Y cómo olvidarme de tantas oportunidades como nos había brindado el aprendizaje basado en proyectos, muchos de ellos desarrollados durante unos cuantos años antes, con compañeros maestros y maestras del ámbito rural, mientras estaba ocupando una plaza en un centro de recursos.
Pues todas esas estrategias, y también otras, las fui integrando en lo que se conoce como taller pedagógico.
Lo primero que resaltaría de un taller es su enfoque vivencial. Por supuesto que se trata de un proceso planificado, y también estructurado; pero en lugar de explicar cómo son las cosas, o cómo habría que hacerlas, el eslogan es más directo: ¡hagámoslas! No es casual que Giacomo Rizzolatti, el descubridor de las neuronas espejo, afirmara en su día: "El cerebro que actúa es un cerebro que aprende."
Enfoque vivencial, y aprendizaje para la vida. De ahí aquellas palabras del filósofo y psicólogo estadounidense Jhon Dewey: "La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma."
El taller ofrece, sin aplazamiento alguno, la oportunidad de disfrute en un ambiente distendido, donde cada instante cuenta. Algo me recuerda al estupendo poema de Constantin Cavafis:
"Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que tu camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
(...) Que numerosas sean las mañanas de verano
en que, con placer y alegría,
arribes a bahías nunca vistas...
(...) Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje."
La participación e implicación activa de cada cual va transformando el clima, y entonces es cuando se dan las condiciones para el aprendizaje. Ya Confucio sentenció en su día (551-479 a. C): "Me lo contaron, y lo olvidé. Lo vi, y lo entendí. Lo hice, y lo aprendí."
Y es que aprender, en ocasiones, adquiere connotaciones especiales, como reconocen esas voces anónimas que rondarían los 18 años:
"Al revisar mis creencias he caído en cuenta que algunas de ellas son irracionales; debería desecharlas, pues no me están haciendo ningún bien."
"A través de la reflexión crítica, he podido cuestionarme algunos mitos que había dado por ciertos. Y todo ha ocurrido sobre la marcha, sin drama alguno, en un ambiente distendido."
"Hoy, como cada día, mi punto de vista se ha ido enriqueciendo con un sin fin de matices compañeros."
Así que el aprendizaje es una consecuencia tanto de las dinámicas como de la vivencia y la reflexión conjunta, ya que siempre surge en un contexto social e interpersonal. De ahí la importancia del enfoque dialógico.
En cada taller establecíamos unos objetivos claros; incluso en cada dinámica: sabíamos a dónde queríamos llegar. Ahí estaba la brújula que nos indicaba el camino a Ítaca.
Pero cuando una estrategia como ésta acoge de manera decidida, con los brazos abiertos, las vivencias emocionales, a la par está introduciendo cierto grado de imprevisibilidad —¡y son tantas las veces en que se arriba "a bahías no previstas"—. Pues aceptemos ésta como una oportunidad añadida para el disfrute; en caso de que nos alejáramos demasiado del itinerario previsto, siempre podríamos echar mano de la brújula a fin de no perdernos y volver a retomar la senda. No obstante, la flexibilidad suele ser una buena estrategia, y tal vez en ocasiones haya que pasar a un plan B, que debería estar más o menos previsto.
En un taller, el conductor se convierte en dinamizador-facilitador, también en observador del proceso. El grupo, una vez empoderado, es capaz de llegar muy lejos. Y desde luego, cada situación permite seguir aprendiendo, pues el aprendizaje surge de la interacción recíproca.
Existen dos posibles peligros que habría que intentar evitar en un taller:
-La falta de fundamentación teórica. Nunca el activismo, ni tampoco "las recetas" pueden sustituir a la actividad planificada.
-En el polo opuesto, tampoco el marco teórico puede estar alejado de los intereses del grupo.
Y, por supuesto, el taller lleva consigo no pocas ventajas:
-Permite integrar teoría y práctica en ciclos ininterrumpidos de investigación-acción, en un marco de innovación educativa.
-Potencia la cooperación y la solidaridad.
-Facilita la escucha, y también la participación.
-Facilita, además, la reflexión crítica y creativa.
-También la autonomía.
-Y permite aprender haciendo y, sobre todo, vivenciando. Ahí es donde el aprendizaje basado en el juego y la gamificación adquieren pleno sentido (no descarto ninguno de ambos, si bien el aprendizaje basado en juegos da más importancia al juego en sí, mientras que la gamificación implica aplicar dinámicas de los juegos en entornos de aprendizaje).
Después de todo, fundamentación teórica, por supuesto. Pero no perdería de vista aquel consejo de la gran pedagoga, vinculada a la Institución Libre de Enseñanza: "La enseñanza es una ciencia y, como tal, resulta posible fijarle normas, leyes, reglas. Pero también es, y por encima de todo, un arte."
En los 34 años que aposté por la educación sexual (34 de los 38 dedicados a la docencia), el taller me demostró ser la mejor estrategia. Y ellos y ellas, con quienes compartí tantas aventuras, mis alumnas y alumnos —mis mejores maestros, repito—, así me lo fueron confirmando en el día a día.
Por todo ello he elegido el taller como acción preferente.
Opiniones de alumnado de 2º ESO, tras la participación en un taller de educación sexual de varias sesiones:
"El taller nos ha ayudado a tener más confianza entre todos."
"Nos ha hecho confiar más en nuestro grupo."
"El taller nos ha enseñado comunicación, a estar de acuerdo en cosas."
"Nos ha dado confianza.""
"Nos ha hecho valorarnos como grupo."
"Después del taller, todos nos llevamos mejor."
"Todos hemos tenido mucha complicidad."
"Si nos apoyamos entre todos, somos un buen grupo."
"El taller nos ha ayudado a conocernos mejor, a confiar los unos en los otros y descubrir alguna cosa."
"Como hemos hecho actividades juntos, nos hemos unido todos y tenemos más confianza."
"Ahora hay más compañerismo."
"Tenemos más confianza entre nosotros al saber cómo somos. "
Y, repito, todo ello es obra, no del conductor, sino del mismo grupo, una vez empoderado.