Picando en la imagen correspondiente, podrás acceder al multimedia.
Serie sobre Respiración
Serie sobre Mindfulness
Serie sobre Autoconocimiento
21. El gran reto del autoconocimiento
La introspección implica abrir la reflexión a uno mismo a fin de hacer conscientes los estados emocionales. El río del autoconocimiento transcurrirá entre dos orillas: la de la personalidad, como contraseña de estabilidad, y la de la impermanencia, puesto que así es la vida.
No hace mucho, Isabel, trabajadora social de la Comarca del Sobrarbe, me propuso que escribiera unas líneas sobre la importancia del autoconocimiento y, más en concreto, sobre el propio proyecto de vida. Adjunto aquí aquella reflexión que hice en su día.
Me pide Isabel una breve reflexión sobre la importancia del autoconocimiento y del propio proyecto de vida. Aunque lo breve nunca se me ha dado bien, lo intentaré, encantado.
Podemos afirmar que el autoconocimiento es la primera competencia de la inteligencia emocional, entendida ésta como la mejor manera de relacionarnos tanto con las demás personas como con una, con uno mismo.
Conocernos mejor, ¿para qué, con qué fin? Para hacer conscientes nuestros estados emocionales, pues buena parte de ellos acontecen al margen de la consciencia. No nos resultará extraña la frase: "Me encuentro raro, de mal toque, vamos. Pero no me preguntes por qué, que no lo sé." Es fácil que cada cual haya experimentado situaciones muy parecidas. Es algo normal.
Vayamos ahora con la justificación del proyecto de vida. Vivimos en un mundo enajenado.
Niñas y niños son vistos como adultos en miniatura. Ellos lo captan y, en consecuencia, van orientando sus juegos, emulando el arte de la seducción, o cantando canciones del mundo de los adultos, al tiempo que les vamos haciendo partícipes de nuestro estrés, de nuestra desdicha. He ahí lo que se ha bautizado como adultización de la infancia.
Las y los adolescentes, que no se casan con nadie, cuestionan semejante demencia, al tiempo que se ven presionados a entrar en el redil. Pero entre tanto tira y afloja, son muchas y muchos los que se declaran inadaptados, y a mucha honra. Y si les quieres dar el brazo a torcer, pondrán en evidencia, con muy poco esfuerzo y un par de silogismos lógicos rotundos —por algo inauguran su pujante pensamiento formal—, las grandes contradicciones del mundo adulto.
Finalmente, en el mundo de las personas adultas se da un fenómeno inverso, conocido como infantilización de la sociedad. La moral autónoma se ha volatilizado. Las cremas de la eterna juventud soñada, o el bótox, o las operaciones de estética pueden hacer maravillas, pues hay que parecer más joven de lo que en realidad se es. La educación de los hijos se encomienda cada vez más a los abuelos, cuando no se delega directamente en las instituciones educativas. Es la edad del culto a la inmadurez, al narcisismo infantiloide , a los memes virales, a las pócimas afrodisíacas —a pesar de que, en realidad, los afrodisíacos son un cuento, nunca han existido—. No tenemos más que abrir una pantalla, o un canal de televisión de esos que se hacen llamar de entretenimiento, paca caer en cuenta de que el síndrome de Peter Pan no es una abstracción.
Hemos perdido el Norte. O si no totalmente, nos hallamos confundidos, rodeados de invitaciones sutiles para agachar la cabeza e incorporarnos a la marcha que nos vaya marcando una poderosa maquinaria que ni siquiera tiene nombre, tampoco se ve. Una maquinaria que nos empujará a hacer lo que otros quieren que hagamos (es lo que Viktor Frankl denomina totalitarismo), o lo que otras personas hacen (conformismo). Y todo ello sin que apenas nos percatemos, incluso mientras estamos sintiendo cierto éxtasis de libertad.
El multimedia Un Proyecto de Vida es, si acaso, una invitación para que cada cual pueda enfrentarse a determinadas preguntas, posiblemente a las más profundas, y que nadie puede contestar por uno, por una misma: "quién soy yo", "qué es lo que hace que merezca la pena vivir", "qué estoy haciendo aquí"... A fin de cuentas, está en juego la propia felicidad. He dicho felicidad, aunque en una sociedad hedonista como la nuestra, puede sonar a placer. Pero están tan próximos dichos universos como el día y la noche, como la luz y la oscuridad, entendida como ausencia de luz.
Ahí es donde la clarificación del proyecto de vida resulta, como poco, necesario.
Aunque no lo cito en dicho multimedia, me gustaría cerrar esta reflexión —o tal vez abrirla—, con unas palabras de Erich Fromm sobre el carácter revolucionario, pues entiendo que mucho tienen que ver con la clarificación del propio proyecto de vida. Están tomadas de su obra La condición humana actual.
"El rasgo fundamental del 'carácter revolucionario' es el ser independiente, es decir, ser libre.
Independencia es lo opuesto del lazo simbiótico con los poderosos de arriba y con los impotentes de abajo.
La plena libertad e independencia existen sólo cuando el individuo piensa, siente y decide por sí mismo...
El carácter revolucionario es un humanista en el sentido que siente en sí mismo a toda la humanidad, y en que nada humano le es ajeno. Ama y respeta la vida. Es un escéptico y un hombre de fe. Es escéptico, pues sospecha que las ideologías encubren realidades indeseables. Es un hombre de fe, pues cree en aquello que existe potencialmente, aunque todavía no haya nacido.
La persona completamente despierta en un mundo semidormido, es precisamente el carácter revolucionario."
Tal vez sea posible, no sé, llevar la esencia del carácter revolucionario al propio proyecto de vida. Ahí dejo la invitación, o acaso una simple insinuación.
Serie sobre Relajación