Cesare Pavese
Trabajar cansa

Cruzar una calle para escaparse de casa

lo hace sólo un muchacho, pero ese hombre que transita 

todo el día las calles, ni es ya un muchacho

ni escapa de casa. 


                            Hay tardes estivales

en que incluso las plazas se quedan vacías, tendidas

bajo el sol que se va hacia el ocaso, y ese hombre, que llega 

por una avenida de inútiles plantas, se para.

¿Vale la pena estar solo para seguir siempre aún más solo?

Al transitarlas, las calles y plazas

se encuentran vacías. Hay que abordar a una mujer

y hablarle y decidirla a hacer vida en común.

En caso contrario, se acaba hablando solo. Es por eso que,

          a veces,

hay borrachos nocturnos que traban conversación

y cuentan sus proyectos de toda la vida.


No es verdad que te encuentres con alguien

esperando en la plaza vacía, pero quien transita las calles

de vez en cuando se para. Si formasen pareja,

aun callejeando, estaría la casa

donde está esa mujer y valdría la pena.

Por la noche, la plaza se vacía de nuevo

y ese hombre, que pasa, no advierte las casas

entre inútiles luces, no alza la vista:

sólo nota la calzada, hecha por otros hombres

de encallecidas manos, al igual que las suyas. 

No está bien quedarse en la plaza desierta. 

Sin duda, en la calle estará aquella mujer

que, de rogárselo, nos ayudaría en el hogar.

Cesare Pavese en Trabajar cansa (Lavorare stanca) [1936]