Cesare Pavese
Aventuras

Sobre la negra colina está el alba, y sobre los techos

se adormecen los gatos. Un muchacho se ha caído

desde el techo anoche, y se partió la espalda.

Vibra un viento entre los árboles frescos: las nubes

rojas, en lo alto, son tibias y viajan lentamente.

Abajo, en el callejón, asoma un perrazo que olfatea

al muchacho sobre el empedrado, pero un ronco maullido

se alza entre las cumbreras: alguien no está contento.


A la noche cantaban los grillos y las estrellas

se apagaban en el viento. En la claridad del alba,

se apagan también los ojos de los gatos en celo

que el muchacho espiaba. La gata, si llora,

es porque no tiene gato. No hay nada que hacerle

-ni las puntas de los árboles ni las nubes rojas-:

llora a cielo descubierto como si aún fuese de noche.


El muchacho espiaba los amores de los gatos.

El perrazo que olfatea su cuerpo gruñendo,

ha llegado cuando aún no era el alba: escapaba

desde la claridad de la otra vertiente. Nadando

en el río que empapa como en los prados

el rocío, lo alcanzó la luz. Las perras

ululaban todavía.


Corre el río tranquilo

y lo espuman los pájaros. De entre las nubes rojas

se tiran abajo, de la alegría de encontrarlo desierto.

Cesare Pavese de Trabajar cansa (Lavorare stanca) [1936]