Cesare Pavese

Tolerancia

Llueve sin ruido sobre el prado del mar.

Por las sucias calles no pasa nadie.

Ha descendido del tren una hembra sola:

entre el abrigo se vio la clara enagua

y las piernas desaparecer en la puerta ennegrecida.


Se diría un pueblo sumergido. La noche

gotea fría sobre todos los umbrales, y las casas

esparcen humo azulado en la sombra. Rojizas,

las ventanas se encienden. Se enciende una luz

entre los postigos arrimados en la casa ennegrecida.


Al día siguiente hace frío y está el sol sobre el mar.

Una mujer en enagua se cepilla la boca

en la fuente, y la espuma es rosada. Tiene cabellos

rubio-áspero, como las cáscaras de naranja

esparcidas por el suelo. Protegida por la fuente,

atisba a un mocoso negruzco que la mira encantado.

Mujeres oscuras abren los postigos sobre la plaza

-los maridos dormitan todavía, en la oscuridad.


Cuando vuelve la noche, recomienza la lluvia

crepitante sobre muchos braseros. Las esposas,

aventando el carbón, echan miradas a la casa

ennegrecida y a la fuente desierta. La casa

tiene los postigos cerrados, pero adentro hay una cama

y sobre la cama una rubia se gana la vida.

Todo el pueblo reposa a la noche,

todo, menos la rubia, que se lava a la mañana. 

Cesare Pavese de Trabajar cansa (Lavorare stanca) [1936]