Cesare Pavese - Disciplina
Los trabajos comienzan al alba. Pero nosotros lo
hacemos
un poco antes del alba para encontrarnos a sí mismos
en la gente que va por la calle. Cada uno recuerda
que está solo y con sueño, descubriendo a los pocos
transeúntes —cada uno en su propio entresueño
y sabiendo que al alba tendrá que abrir los ojos.
Al llegar la mañana, nos encuentra aturdidos,
contemplando el trabajo que ahora comienza.
Pero no estamos solos ya y nadie tiene sueño
y pensamos con calma las ideas del día
hasta que sonreímos. Bajo el sol que regresa
ya estamos convencidos. A veces una idea
menos clara —una risa burlona— nos toma de sorpresa
y volvemos a ver como antes de que amaneciera.
La ciudad clara ayuda en trabajos y risas.
Nada puede alterar en la mañana. Puede ocurrir
cualquier cosa y nos basta levantar la cabeza
del trabajo y mirar. Muchachos que escaparon
y que aún no hacen nada caminan por la calle
y no falta el que corre. Las hojas de las avenidas
le dan sombra a la calle y sólo falta el pasto
entre las casas que yacen inmóviles. Muchos
a la orilla del río se desnudan al sol.
La ciudad nos permite levantar la cabeza
para pensarlo, y sabe bien que luego la inclinamos.
Cesare Pavese de Poesía completa [1991]