Banco de imágenes y sonidos del INTEF. Carlos Pérez Ferreira. (CC BY-NC-SA 3.0)
La primera pregunta que podemos hacernos es si los libros que mandamos leer a nuestros alumnos son adecuados, si despiertan su interés, si fomentan el gusto por la lectura, el placer de leer. Por una parte, la propia expresión lectura obligatoria parece que no sea la más adecuada; por otra, recordemos la afirmación que ya hemos hecho en otros momentos: es mejor dejar para más tarde a los clásicos que odiarlos para siempre.
Hay que leer, desde luego, la lectura es obligatoria, pero ¿es obligatorio ese libro en concreto? Este podría ser el punto de partida para la siguiente cuestión: ¿toda la clase tiene que leer el mismo libro? Cuando los adultos leemos por placer, no lo hacemos guiados por un bando del alcalde: se hace saber que todos los habitantes de villalibro tienen que leer el alcalde de Zalamea para el viernes veitisiete. Cuando leemos en tiempo de ocio, si un libro no nos gusta, lo dejamos y leemos otro; aunque también hay lectores que se someten a la tortura de leer una obra que les aburre, que no les interesa, la figura del lector-sufridor se da en personas que ya han desarrollado el gusto, un tanto masoquista, eso sí, por la lectura.
Es innegable que resulta más cómodo proponer un solo libro, sobre todo si nuestra dinámica de comentario posterior responde al modelo cuestionario. De vez en cuando habrá que posponer la comodidad en beneficio de la variedad y el respeto a los gustos del lector, y podemos plantearnos flexibilizar las fechas de análisis de las obras, en un margen más o menos amplios, pues los niños comentarán sus impresiones cuando acaben de leer.
Hablamos en clase de distintos géneros literarios, argumentos, temáticas… Eso nos servirá para analizar las preferencias de cada uno de nuestros alumnos.
Cuando ya lo sabemos, buscamos en la biblioteca los libros disponibles o planteamos la adquisición de nuevas obras.
Respondiendo a las preferencias recogidas, preparamos un catálogo, por ejemplo en una presentación de diapositivas. En cada una de ellas, ponemos la portada del libro, alguna ilustración de la obra, si la conseguimos. Una referencia al autor, ilustrador, seguro que hay algún enlace posible a una entrevista, a so obra gráfica…
Presentamos las diapositivas, las pasamos a los niños para que investiguen y seleccionen el libro que quieran leer.
Hecha la elección, planteamos el proceso de lectura, sin cuestionario previo, proponiendo un periodo de fechas de finalización y con la condición de que, a media que vayan acabando, avisen.
En distintos días, por eso no es necesario que todos acaben a la vez, cada niño contará sus impresiones sobre la obra a los demás, su comentario puede incorporarse al catálogo, al blog de la biblioteca, de esta forma, cuando comience la segunda tanda de lecturas, dispondremos de opiniones complementarias al material del catálogo.
Otra forma de elegir libros para leer es visitar librerías virtuales o páginas en las que aparecen guías de lectura, revistas de literatura… Sobre todo en la zona rural es complicado visitar una librería, tocar los libros, ojearlos, pero podemos hacerlo virtualmente. De la red pueden seleccionar el libro que quieren leer y, en el colegio, tendremos que hacer todo lo posible para comprarlo, proponer a los padres que lo regalen para el cumpleaños, para Navidad…
Algunas de estas páginas son:
Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil (Universidad de Castilla-La Mancha).
Cuando visitamos la biblioteca, sabemos que los libros tienen perfil, pero queremos verles la cara y observar su interior. Se trata de hacer acopio de libros, llevarlos al aula y colocarlos expuestos sobre las mesas mirando cara a cara a los lectores, dejándose abrir.
Podemos dejar un libro por mesa, de acuerdo con las preferencias de nuestros alumnos, pero de una forma aleatoria. posteriormente podrán intercambiarlos para leerlos: ¿a quién le gusta uno de brujas?