El Heraldo de la Reforma
Maranata
He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. (Apoc. 22: 12) ¿Era Cristo un falso profeta cuando pronunció estas palabras? Han transcurrido más de mil ochocientos años desde que Juan oyó esta gran verdad, y el Señor no ha venido todavía para reinar. ¿Pero dejaremos de esperar su advenimiento? ¿Diremos: "Mi señor tarda en venir" (Mat. 24: 48)? (Review and Herald, 31-7-1888). "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares... " (Jud. 14, 15). La doctrina de la venida de Cristo fue dada a conocer en aquellos lejanos tiempos al hombre que anduvo en continua comunión con Dios. El carácter piadoso de ese profeta representa el estado de santidad que debe alcanzar el pueblo de Dios que espera ser llevado al cielo... ¿Diremos que hemos sido engañados respecto a la doctrina de la inminente venida de Cristo? ¿Diremos que ha sido vana toda nuestra predicación de su aparición? ¿Diremos que todo nuestro trabajo para preparar a un pueblo para su venida ha sido inútil? Jamás... "Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos": ¿a las dudas, la incredulidad y la apostasía? No, sino "al amor y a las buenas obras; no dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca" (Heb. 10: 23 - 25). Debemos conocer las Escrituras, para investigar las profecías y ver que se aproxima el día, y exhortarnos mutuamente con celo y esfuerzo a una mayor fidelidad. ¿Dejaremos nuestra fe? ¿Perderemos nuestra confianza? ¿Seremos impacientes? No, no. No pensaremos en esas cosas... Levantemos nuestra cabeza y gocémonos, porque nuestra redención está cerca. Está más cerca que cuando creímos por primera vez (lbid.). (A fin de conocerle Pág. 350)
"Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad. (Mar. 13: 35-37) Vivimos en un tiempo cuando no podemos ni por un momento apartar los ojos espirituales de Cristo. Su amonestación es: "Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad". ¿Hay, algún cristiano profeso que no necesite esta amonestación, y cuyo corazón no soportará la vigilia?... Hay que mantener el corazón velando constantemente y con toda diligencia. Vigilad la furtiva aproximación del enemigo; velad contra los antiguos hábitos e inclinaciones naturales, para que no se afirmen; hacedlos retroceder, y velad; hacedlos retroceder cien veces si es necesario. Vigilad los pensamientos, vigilad los planes para que no se vuelvan egoístas. Velad y orad para que no entréis en tentación. Como María, necesitamos sentarnos a los pies de Jesús para aprender de él, habiendo elegido esa mejor parte que nunca se nos quitará. Como Marta, necesitamos trabajar cada vez más en la obra del Señor. Las realizaciones cristianas superiores pueden lograrse únicamente pasando mucho tiempo sobre nuestras rodillas en sincera oración... Una sola fibra de la raíz del egoísmo que permanezca en el alma brotará cuando menos se espere y la contaminará (Carta 36, 1894). Estamos en el país del enemigo. El que fue arrojado del cielo ha descendido con gran poder. Procura cautivar a las almas con ayuda de todo artificio e invención concebibles. A menos que velemos constantemente, seremos fácil presa de sus innumerables engaños. Somos mayordomos, a quienes nuestro Señor ausente ha encomendado el cuidado de su casa e intereses... Seamos fieles en nuestra responsabilidad, no sea que venga repentinamente y nos halle durmiendo" (Carta 5, 1903)