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LA RANA Y EL BUEY
En nuestro peculiar "zoológico", nos encontramos ahora con otros dos animales en contraste: la rana y el buey. Corpulento y majestuoso se paseaba el buey por el campo, cuando acertó a pasar junto a él una pequeña rana. Al ver al buey tan imponente, la rana sintió deseos de ser como él. ¿Por qué ella habría de ser tan pequeña, y los otros animales tan grandes?
Y la rana llegó a pensar que podría aumentar su tamaño con solo proponérselo. Así que comenzó a hacer la prueba. Abrió bien su boca, aspiró todo el aire que pudo, y se infló bastante... Entonces les preguntó a sus compañeras: "¿Soy tan grande como el buey?" Y ellas le dijeron: "¡Oh, no! ¡Ni la sombra!" De inmediato, la rana volvió a tragar tanto aire como pudo, y se hinchó un poco más. "Y ahora, ¿cómo estoy?" volvió a preguntar a sus compañeras. Y ellas le respondieron: "¡Te falta mucho todavía!"
Luego, la rana hizo la prueba por tercera vez. Pero con tan mala suerte que su piel, que estaba tan tirante, no aguantó más y estalló con el esfuerzo. Y así murió la pobre rana, víctima de su necio agrandamiento.
Adondequiera vamos, nos encontramos con hombres y mujeres tan insensatos como la rana del cuento. Quizá se trate de personas rebeladas contra sí mismas, que están desesperadas por tener las ventajas del vecino. Piensan en su tamaño, más que en la calidad de su vida. Se preocupan por impresionar, más que por ser. Son seres que viven comparándose con los demás, y que sufren cada vez que se encuentran con alguien de mayor prosperidad o notoriedad.
Es bueno observar los méritos ajenos, pero jamás para rivalizar con nuestro hermano, sino más bien para imitarlo dentro de lo posible. Todo lo echamos a perder cuando queremos ser grandes por simple vanidad, o para conseguir beneficios egoístas. Con semejante modo de ser solo se llega a la autodestrucción, como le ocurrió a la rana de la fábula. ¿Qué importa que el otro sea más acaudalado, más atrayente o más favorecido? ¿Vamos a ensuciarnos de codicia o de envidia por eso? ¿O vamos a resentir nuestra autoestima, para desembocar en un complejo de inferioridad?
Nada mejor que ser uno mismo, sin imitar servilmente a nadie. Y con lo que somos y tenemos, conservar la mejor calidad y ser personas de bien. Ya lo decía el poeta:
Si no puedes ser pino en la cumbre,
Sé la mata del valle, la más linda
de las matas que van junto al arroyo;
sé el arbusto, si el árbol está arriba.
De no ser el camino, sé el sendero;
si no el sol, sé la estrella que titila;
no busquemos tamaño en la pelea,
sino ser lo mejor en nuestras filas.