Yugoslavia empezó llamándose “Reino Unido de los Serbios, Croatas y Eslovenos”, sin citar a los montenegrinos, que también estaban incluidos, al igual que otras minorías étnicas qu
e formaban más de un diez por ciento de la población: alemanes, húngaros, rumanos, italianos, albaneses y turcos. Este “Reino Unido” fue proclamado oficialmente el 4 de diciembre de 1918, después de que el príncipe Alexander de Serbia aceptase la regencia de la nueva nación. El 26 de noviembre una Asamblea manipulada por los serbios había depuesto al rey de Montenegro, Nikola I, que se oponía a la unión de su país a ese conglomerado (por lo que su nombre ni siquiera figuró en el pomposo título del reino).Desde el siglo XIX había existido entre la intelectualidad de las comunidades eslavas de los Balcanes, sobre todo entre la croata, una corriente partidaria de unificar a sus miembros en un Estado o región única dentro de las naciones existentes.En el período anterior a la Primera Guerra Mundial hubo proyectos de modificar la estructura dual del Imperio austrohúngaro para agrupar a los eslavos del sur en una nueva unidad dentro del Imperio, pero nunca llegaron a fructificar, principalmente por la hostilidad magiar a desprenderse de parte de su territorio y la falta de apoyo de la corona a las iniciativas.
Insignia naval del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, más tarde Reino de Yugoslavia (1922-1941)Durante la guerra se desarrolló una complicada serie de maniobras políticas y de propaganda entre el gobierno serbio, habitualmente más interesado en la expansión territorial de su país que en la unificación de los eslavos meridionales; el Comité Yugoslavo formado por algunos políticos eslavos exiliados de Austria-Hungría y los políticos eslavos que habían permanecido en el Imperio. El apoyo de la Triple Entente a la expansión de Serbia o la formación de un nuevo Estado yugoslavo era intermitente y variaba generalmente con la suerte en el frente, cambiando además de unos países a otros.CroaciaLos historiadores no están de acuerdo sobre si los serbios, los croatas y los eslovenos eran un solo pueblo que bajó de los territorios eslavos y, cruzando los Cárpatos, se asentó en el sur de los Balcanes. A partir del siglo VII unas tribus se separaron de otras, concentrándose en núcleos que asimilaron a los restos de los pueblos autóctonos. Las que fueron hacia el oeste encontraron comarcas ricas y la cercanía del mar, formando el estado de Croacia. Las que se instalaron en el sudeste, solo pudieron ocupar zonas montañosas y pobres, apartadas del litoral, por lo que no pudieron constituir una nación serbia hasta los siglos X u XI.
Llegada de los croatas al AdriáticoLas dos ramas principales, croatas y serbios (los eslovenos siempre estuvieron muy unidos a los croatas) fueron separándose cada vez más, incluso sosteniendo frecuentes luchas entre ellos. Los croatas quedaron bajo la influencia de Roma, se hicieron católicos y adoptaron el alfabeto latino. Por el contrario, los serbios, bajo el dominio de Bizancio, se hicieron ortodoxos, adoptaron relativamente su cultura y, con ella, el alfabeto cirílico.Desde el 924, en que Tomislav fundó el reino, aceptando la corona que le ofreció el papa, hasta 1918, en que la Dieta proclamó la independencia del “virreinato de Croacia”, fue dominada por otros pueblos. A fines del siglo XIX los croatas habían estado a favor de un paneslavismo del sur, tendiente a esa Yugoslavia que después se creó. Sin dejar por ello que los serbios los empujasen a la magiarización y de que los magiares los tratasen como ciudadanos de segunda clase. El 4 de diciembre de 1918 se unieron a Serbia.Serbia Serbia era el alma mater de Yugoslavia. Pero, al principio, los serbios también estaban divididos entre ellos en tribus y clanes, aunque se hallaban bajo la fuerte soberanía bizantina.
Miloš Obrenović I, Príncipe de Serbia (1824)En el siglo XIV sube al trono Esteban Urosh IV, llamado Dushan el Fuerte, quien se proclamó “Emperador de los serbios, griegos, búlgaros y albaneses”. Invadió Bosnia, pero no pudo completar su conquista. Murió sin haber logrado añadir “y de los bosnios” a su tratamiento imperial. En 1376, Tvrtko I, señor de Bosnia, se proclamó “rey de Serbia, de Bosnia, de Croacia y del Litoral” luego de haber conquistado gran parte de Serbia y de la costa adriática. Convirtió a su país en el más poderoso de todos los estados eslavos de los Balcanes. Era otro intento de unificar a los eslavos del sur.Pero los turcos, cada vez más fuertes, ya habían entrado en Macedonia. En 1389 la nobleza serbia fue aniquilada en la batalla de Kosovo Plie y el país pasó a ser vasallo de los otomanos. Esta situación durará casi tres siglos y medio.A principios del siglo XIX, con las guerrillas comandadas por un comerciante porcino de Topola, George Petrovich, empieza la liberación de Serbia. La ferocidad salvaje de estas acciones llevaron a que los otomanos llamaran al líder “el Negro” (Kara), no por el color de la piel, sino en el sentido de “el malvado”. Él lo aceptará de buen grado y se apropiará del apodo: Kara-George(“el Negro Jorge”). Sus hijos y descendientes serán los Karageorgevich.
Karađorđe PetrovićEn 1808 Kara-George se proclama hospodar (príncipe) y hace hereditario ese título en su familia, al igual que el mando supremo de Serbia. Pero en 1812 Rusia, que había pertrechado el ejército de Kara-George, retira todas sus unidades de Serbia para la guerra contra Napoleón y cesa su envío de armas. La Sublime Puerta aprovecha el momento e invade el país que, teóricamente, aún le pertenece. El colosal ataque hace huir a los serbios y, a partir de entonces, los otomanos ejercerán un régimen férreo sobre el país.Para 1815 comienzan las sublevaciones de Miloch Obrenovich, curiosamente también antiguo comerciante porcino que había sido lugarteniente de Kara-George. Más astuto que su predecesor, en lugar de presentar batalla a los otomanos –que habían incrementado sus fuerzas en Serbia-, envía emisarios al gobierno de Constantinopla. Primero obtiene el bajalato de Belgrado (no de toda Serbia) y el título de príncipe de Serbia, a cambio de finalizar con las insurrecciones. Se convierte en “fiel” funcionario del sultán pero, por medio del soborno, progresivamente va adquiriendo poderes. En 1829, el tratado de Adrianópolis garantiza la autonomía de toda Serbia y, en 1830, el sultán reconoce a Obrenovich como príncipe hereditario, creador de su propia dinastía.A partir de entonces se produce una pugna entre los descendientes de los dos dinastas y empezarán a sucederse y repetirse sus príncipes hasta quedar fijado el trono en el rey Petar I Karageorgevich (1903-1921), nieto directo del célebre Kara-George.
El Rey Pedro I luego de su coronación, el 21 de septiembre de 1904, en el desfile por la calle Knez Mihajlova, la principal de Belgrado.La formación del Estado Con la derrota de los Imperios centrales en la Gran Guerra de 1914, se creó con el beneplácito del emperador Carlos I de Austria una junta nacional con sede en Zagreb que agrupó a los políticos yugoslavos de la monarquía, mientras el Comité Yugoslavo continuaba sus conversaciones en el extranjero con el gobierno serbio, encabezado por el veterano político Nikola Pašić, generalmente de ideología panserbia.Los políticos austrohúngaros veían en Serbia un protector frente a las ambiciones territoriales italianas en el Adriático pero no deseaban convertirse en una simple extensión del Reino de Serbia. Mientras, el gobierno serbio mantenía una escasa simpatía por sus planes federalistas, que sólo aumentó con las derrotas militares y la pérdida del apoyo de la Rusia zarista a causa de la Revolución de Febrero.
A pesar de los intentos del emperador de evitar la desintegración del Imperio, el 29 de octubre de 1918 la junta de Zagreb proclamaba la independencia de los territorios eslavos sureños. El 18 de noviembre la nueva asamblea revolucionaria de Montenegro declaraba la unión del reino con el Reino de Serbia.
La Princesa Ljubica Petrović-Njegoš (Zorka) de Montenegro, consorte del futuro rey Pedro de Serbia y madre del futuro rey Alejandro I de Yugoslavia Finalmente, el 1 de diciembre una delegación de la junta nacional de Zagreb viajaba a Belgrado y ofrecía la jefatura del Estado al príncipe regente serbio, Alejandro I (segundo hijo de Pedro I con la princesa Zorka de Montenegro), quien proclamó la creación del nuevo Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. La incapacidad de la Junta de Zagreb de formar unas fuerzas armadas suficientes para controlar los disturbios sociales y el temor a los ejércitos austriaco e italiano hicieron que la élite de los territorios austrohúngaros se precipitase a solicitar la ayuda serbia, sin establecer condiciones. Sólo el político croata Stjepan Radić se opuso en vano a la unión sin garantías de que Serbia formaría una federación o se concedería autonomía a los territorios.El Estado tardó en recibir el reconocimiento de la Entente. La unión no fue sencilla y ya el 5 de diciembre de 1918 se producían choques entre la población de Zagreb y las tropas serbias. En 1919 el descontento en los territorios croatas había crecido lo suficiente como para que Radić hubiese podido recoger 167.667 firmas a favor de la independencia.
Armas de la Casa de Karađorđević, luego Casa Real de YugoslaviaLos territorios componentesEl nuevo reino se formó a partir de los antiguos estados monárquicos independientes del Reino de Serbia y del Reino de Montenegro, así como también una cantidad sustancial de territorio que antiguamente formaba parte del Imperio austrohúngaro. Las tierras de Austria-Hungría que pasaron al nuevo estado incluían: Croacia, Eslavonia y Voivodina de la parte húngara del imperio; Carniola, parte de Estiria y la mayor parte de Dalmacia del lado austríaco, además de la provincia imperial de Bosnia-Herzegovina.Un plebiscito se llevó a cabo en la provincia de Carintia, que optó por seguir en Austria. La frontera italo-yugoslava quedó fijada en el Tratado de Rapallo (12 de noviembre de 1920). Pero se iniciaron tensiones, con los italianos reclamando más áreas de la costa dálmata y Yugoslavia reclamando por su parte la península de Istria, parte de la antigua provincia costera austríaca que había sido anexada a Italia, pero que contenía una población considerable de croatas y eslovenos.
“Alejandro I, rey de los Serbios, Croatas y Eslovenos”, reza esta moneda de dos dinares de 1925En total el nuevo país ocupaba una superficie de 247.542 kilómetros cuadrados. El 16 de agosto de 1921 Alejandro I fue proclamado rey y gobernó queriendo consolidar ese reino formado como un mosaico. Para él, aunque liberal, todo eso de “los serbios, los croatas y los eslovenos” significaba únicamente la Gran Serbia.Un nuevo reino Las tensiones entre el nacionalismo serbio (envalentonado por el carácter centralista del estado) y el croata, acostumbrado a la política obstruccionista de oposición, habían estallado con el asesinato en el parlamento del líder del Partido Campesino Croata por parte de un diputado montenegrino. Ello llevó al rey Alejandro a clausurar el parlamento y asumir el gobierno del país de una manera dictatorial. Sin embargo, ello solo reavivó las tensiones. Además del grave problema político la dictadura heredó del anterior periodo de gobierno parlamentario un creciente problema de superpoblación rural, debido al rápido aumento de la población y la falta de empleo fuera de la agricultura para absorberlo.
Alejandro I de YugoslaviaEl 6 de enero de 1929 el rey abolió la Constitución de Vidovdan y todos los derechos que contenía. Luego tomó para sí los poderes del Estado, nombrando un nuevo gobierno que sólo era responsable ante él, acabando así el periodo de gobierno parlamentario. El monarca indicó, sin embargo, que la dictadura sería temporal y sólo la había implantado por la crisis del país. La proclamación de la dictadura y la abolición de la constitución centralista fueron recibidas al comienzo con alivio y satisfacción por la población.El primer ministro elegido por el monarca fue el jefe de la guardia real, el general Petar Živković. La maniobra no fue mal recibida en el extranjero, donde se deseaba acabar con la inestabilidad en el país ni al principio por la oposición, que se alegró de la abolición de la odiada constitución de Vidovdan y de las promesas del soberano de comenzar un nuevo proceso político.
Corona real de la dinastía KarađorđevićEl 3 de octubre de 1929 el país pasó a llamarse oficialmente Yugoslavia. El Reino de Yugoslavia comprendía el área de las provincias de Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia, Croacia y Eslavonia. En realidad, el nombre del nuevo Estado era común ya antes de su institución oficial, siendo poco usado fuera del ámbito oficial. Provenía del serbocroata Jug(sur) y Slavia (territorio eslavo), término por el que se designaba desde el siglo XIX a los eslavos del sur, aunque normalmente sin incluir a los búlgaros. Era un nombre menos ambiguo y mucho más digno de un reino europeo del siglo XX y, al menos sobre el papel, parecía suprimir las viejas divisiones históricas.Se cambió la ordenación territorial, creándose nueve nuevas provincias (las banovinas), que sustituyeron a las 33 unidades administrativas vigentes desde 1924, de inspiración francesa. Las unidades tenían su base en motivos económicos y políticos -el intento de aniquilación de los regionalismos-. Fue entonces cuando Vladko Maček, dirigente del Partido Campesino Croata, pasó a oponerse a la dictadura real.En 1931, aunque Alejandro I anunció ostentosamente el “fin de la dictadura”, solo hizo un simulacro de cambio: la ley electoral de la nueva Constitución no permitía que los partidos locales (como el croata) pudieran ganar escaños. El gobierno obtuvo entonces la mayoría en el Parlamento.
Alejandro I de Yugoslavia con Mustafa Kemal Atatürk, fundador y primer presidente de la República de Turquía (1933). El 9 de octubre de 1934 el rey es asesinado en Marsella, tras desembarcar en ese puerto para realizar una visita oficial a Francia. La reina María (hermana del rey Carol II de Rumania) se salva porque, a causa de que se marea en el mar, había efectuado el viaje en tren. Inmediatamente es proclamado rey su hijo Pedro II, pero como sólo tiene once años de edad, se nombra una regencia presidida por el príncipe Pablo (primo de Alejandro I).El regente restableció la democracia en Yugoslavia en agosto de 1939: el Estado se organizará federalmente, con gran autonomía para Croacia; en el gobierno entrarán seis ministros croatas… Realmente era lo que el pueblo deseaba. Pero, el 1º de septiembre de ese mismo año, Hitler invade Polonia e inmediatamente después comienza la Segunda Guerra Mundial. Consecuencias: el desmembramiento del reino por sus vencedores y, el 29 de noviembre de 1945, la proclamación de la República Popular Federal de Yugoslavia. En 1953, Josip Broz Tito fue electo presidente y posteriormente, en 1963, fue declarado Presidente de por vida. Finalmente ese mismo año el país adoptó el nombre de República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY), a la postre el de mayor longevidad y el de mayor publicidad.
Enseña naval de la RFSYEl antiguo territorio de Yugoslavia actualmente está distribuido entre 6 estados soberanos:* Bosnia y Herzegovina* Croacia* Eslovenia* República de Macedonia* Montenegro
* Serbia
- Kosovo: territorio en disputa entre Serbia y la autodenominada República de Kosovo
Consortes serbias: la "reina negra"
Fue uno de esos acontecimientos que, cuando ocurren, no reflejan en absoluto la trascendencia que llegarán a tener. Alexander fue calurosamente acogido por Natalija en Biarritz. Ella hizo los honores de anfitriona asistida en la tarea por el personal que la rodeaba en su grandiosa villa. Entre sus damas había una viuda llamada Draga, que, en serbio, significa "la muy querida". Draga había nacido con el apellido Lunjewitza, pero, desde hacía años, utilizaba el apellido de casada: Maschin. Natalija había tomado a Draga a su servicio movida por la piedad. Se compadecía sinceramente de aquella muchacha de oscura belleza que había tenido que vivir duramente. Por otro lado, en esa etapa, Draga parecía la dama de compañía ejemplar: seria, eficiente, reservada, discreta y con la adecuada dosis de charme.
Probablemente, el jovencísimo Alexander se quedó prendado de Draga a simple vista. Pero la reina Natalija, ojo avizor, se percató de que la dama parecía absolutamente ajena al obvio encantamiento del muchacho. Natalija se tranquilizó: una muchacha aristocrática y virginal hubiese supuesto un peligro, pero una plebeya con un pasado bastante cargado de episodios dudosos sin duda sólo suponía un coup de foudre pasajero. Estaba lejos de imaginar que Draga sería, en poco tiempo, su peor pesadilla...En 1896, hallándose otra vez en París, Natalija se enteró que su marido, aquel maduro licencioso aquejado de sífilis, mantenía una aventura con Draga Maschin. El episodio no tenía nada de novedoso: en sus primeros años de casada, Natalija había despedido a más de una dama de palacio por haberse dejado seducir por Milan. Furiosa por la "traición" de Draga luego de haberle dado su protección y una posición honorable,
Natalija la expulsó sin ningún miramiento. No le dolía el corazón (su amor por Milan se había agotado) pero sí le dolía el orgullo femenino. La ex dama de honor, todavía resentida, tomó el camino hacia Dubrovnik.
La hermosa ciudad de la costa del Adriático le deparó un encuentro, puramente casual, con una mezzosoprano italiana a quien conocía ligeramente: Silvia Sciacca. La señora Maschin le hizo un relato de sus pesares, presentando el asunto como si Milan prácticamente la hubiese hecho suya en contra de su voluntad y como si Natalija la hubiese tratado con insoportable dureza. Conmovida, la Sciacca le ofreció la hospitalidad de su casa de vacaciones, lugar donde Draga iba a cruzarse de nuevo, en cuestión de días, con un joven rey que había acudido a Dubrovnik tras escuchar el rumor de que ella se hallaba en esa ciudad: Alexander.Casi de inmediato, Sacha inició un cortejo al que Draga respondió de forma bastante calculada. Aceptaba su constante presencia y atenciones, pero, a la vez, mantenía la fuerte tensión sexual no cediendo en ese terreno. Alexander era un chico de veinte años que había heredado la intensa sensualidad de su padre, pero que, además, adolecía de una grave carencia afectiva debido a las circunstancias familiares. Draga, por su parte, tenía treinta y cinco años en los que había acumulado una gran experiencia en el manejo de sus relaciones y había adquirido una reputación cuanto menos dudosa. No pensaba convertirse en un mero pasatiempo para el monarca. Si tenía que ser su amante, pensaba hacerse rogar lo suficiente para sacar ventajas materiales e incluso tal vez podría aspirar a una relación del estilo de una maitresse-en-titre francesa del Antiguo Régimen.
Silvia Sciacca fue la primera beneficiada de aquel "romance real" de su protegida. Sacha, conmovido por la generosidad de la cantante, le ofreció magníficos regalos: el primero, por ejemplo, fue un anillo de rubíes de gran valor. Otras joyas fueron para Draga, que, asimismo, vio abonadas, de un día para otro, las deudas contraídas en los meses anteriores. Poco a poco, Draga se encargó de ir concediendo más favores a un Sacha completamente obnubilado hasta que él acabó siendo una figura de cera, fácilmente moldeable, en sus expertas manos.Natalija, al recibir las primeras noticias al respecto, puso el grito en el cielo y su entorno le hizo eco. Milan había considerado a Draga apetecible para unas noches de lujuria, pero, como no era nada tonto, sabía que su hijo, con su notable inmadurez, corría otros riesgos con la viuda Maschin. No había nada que Milan y Natalija pudiesen hacer, excepto mostrar de manera inequívoca su oposición mientras se esparcían rumores insidiosos acerca de Draga para general un clima hostil a la viuda entre los serbios. Lo que no resultaba nada difícil. El matrimonio de Draga Lunjewitza con el ingeniero de minas de origen checo Swetozar Maschin había suscitado toda clase de comentarios años antes: los excesos de él, las infidelidades de ella y la muerte tan "oportuna" que le había sobrevenido al hombre. Se insinuaba que la esposa había recurrido al veneno para quitárselo de en medio porque esperaba más ventajas de la condición de viuda de las que le proporcionaba estar casada. Draga surgió en el imaginario popular como una mujer licenciosa, turbia, sombría, capaz de recurrir incluso a la brujería para someter a su voluntad al rey.Destrozar por entero
la reputación de Draga no sirvió para apartar a Sacha de su amante. Draga tenía una personalidad marcada y muy fuerte, en tanto que Sacha poseía un carácter débil y maleable. Era fácil para ella sujetarle cada día recurriendo a la amenaza constante de alejarse para "salvarse de la quema pública" y, sobre todo, "salvarle a él de las consecuencias de su mutuo amor". Sacha estaba experimentando su primera relación de importancia: la vivía con intensidad, pero Milan pensaba que sin duda ese sentimiento acabaría amortiguándose y diluyéndose. Draga, quince años mayor, se marchitaría poco a poco y su amante acabaría fijando su atención en alguna muchacha lozana y fresca. Además, las amantes no pasaban de ahí. Alexander conocía su deber hacia la estirpe de los Obrenovic y hacia Serbia: debía casarse con una mujer de su rango para asegurar la continuidad dinástica.En ese sentido, se podía "presionar" a Sacha. Los sempiternos rivales de los Obrenovic, los Karageorgevich, habían ganado un punto importante cuando su "heredero legítimo del trono serbio", Petar, había matrimoniado con Zorka de Montenegro. Milan, en su habitual pangermanismo, consideró princesas alemanas. Había dos que le parecían particularmente interesantes: Sybille de Hesse-Cassel y Alexandra Bathildis de Schaumburg-Lippe. Por supuesto, eran protestantes, pero cualquiera de las dos podía convertirse a la ortodoxia para alcanzar la posición de reina de Serbia. Con el fin de contentar en cierto modo a Natalija, Milan añadió a la lista de potenciales candidatas dos princesas que ya eran ortodoxas:
Ksenija de Montenegro y María de Grecia.
El debate en torno a la alianza que mejor les cuadraría se prolongó por espacio de meses. Alexander "delegó" esa importante decisión en su padre, tras haberle indicado a éste que él se casaría sin ninguna reluctancia con la que se eligiese finalmente. Entretanto, seguía viviendo su apasionada aventura con Draga, a la que llamaba "pequeña violeta". Con seguridad, la "pequeña violeta" estaba bastante más inquieta y preocupada por el asunto de la elección de una novia para Sacha que el mismo Sacha. Draga no era tonta: igual que Natalija no había querido recibir en palacio a las amantes de Milan, la princesa que se casase con Sacha, a poca sangre que tuviese en las venas, haría lo imposible por removerla a ella del país.En 1900, Milan emprendió un viaje a Alemania para tomar las aguas en Karlsbaad, en el que, de paso, esperaba cerrar definitivamente la negociación que permitiría anunciar el matrimonio de Sacha con Alexandra de Schaumburg-Lippe. Pero en junio de ese año, Alexander dio la campanada. Draga estaba aprovechando la coyuntura para practicar, con consumado estilo, un chantaje sentimental antes de que se cerrase por entero la negociación de la boda del rey. Incluso llegó al punto de anunciarle a Alexander que estaba embarazada. ¿Qué íba a ser de ella? ¿Debía seguir los pasos de aquella Artemisia Hristic que se había quedado encinta a consecuencia de su aventura, nada discreta, con Milan? ¿Marcharse a Estambul a tener, en soledad, a su bastardo?
Alexander negó vehementemente esa posibilidad. Una de las principales barreras a un eventual matrimonio con Draga residía que ella, quince años mayor, se hallaba ya en edad avanzada sin haber tenido nunca hijos que probasen su capacidad para concebir y llevar a buen término la concepción. En ese sentido, el historial ginecológico de Draga está envuelto en controversia y misterio: es probable que la mujer hubiese recurrido al aborto en alguna que otra ocasión, para evitar el nacimiento de bastardos, lo que habría dañado su capacidad reproductiva, pero también se puede pensar que, simplemente, su edad la hacía vivir una pre-menopausia que mermaba de forma significativa su pasada fertilidad.Alexander creyó sinceramente que Draga estaba embarazada, lo que suponía el posible nacimiento de un heredero Obrenovic. Entusiasmado ante la perspectiva, se jugó el todo por el todo: ordenó empapelar los muros de Belgrado con enormes pasquines en los que anunciaba su próximo matrimonio con Draga Lunjewitza. A fin de "venderle la idea" a sus súbditos, Alexander declaraba que se casaba, firmemente convencido, con una hija de Serbia, surgida del pueblo serbio, imitando en ello el ejemplo de su abuelo Milosh al tomar por esposa a Elena Marija Catargiu. No dudaba de que, junto a Draga, conformaría una familia real ejemplar.Draga Lunjewitza, viuda de Maschin, sería su reina. La gente se quedó entre perpleja e incrédula por el giro de los acontecimientos. Milan sufrió una apoplejía al enterarse de aquel acto de desafío de Alexander. Aparte de que él mismo quedaba en vergüenza ante los Schaumburg-Lippe, encontraba absolutamente infame la perspectiva de que Draga se convirtiese en reina de Serbia. De inmediato, hizo saber que renunciaba a todos sus cargos en Serbia, incluido el rango de comandante en jefe del ejército, y que permanecería, exiliado, en Viena. El primer ministro Đorđević declaró, también, que dejaba de presidir el gobierno, pues se consideraba gravemente insultado por lo sucedido. Natalija se unió al coro de protestas: ella no tenía intención de vivir en Belgrado en cuanto "la serpiente" ocupase sus aposentos en el palacio real.
En esas circunstancias, Alexander y Draga se casaron en un plazo de apenas dos meses. El motivo para tal apresuramiento está claro: Alexander aún creía a Draga embarazada y deseaba que el enlace tuviese lugar cuando a ella aún no se le advirtiera el estado de buena esperanza, para hacer pasar el hijo por legítimo.La reina Draga estaba destinada a ser, desde el principio, claramente impopular. En Belgrado, no había nadie que estuviese verdaderamente a favor de aquel enlace a no ser el clan de los Lunjewitza. El primer problema de Draga se planteó al cabo de tres meses de matrimonio. Para entonces, su abdomen no se había abultado como debería en una mujer embarazada de, al menos, seis meses. No podía mantener su farsa ante Alexander por más tiempo. Se produjo una escena matrimonial, en la que, posiblemente, Draga trató de aparecer como si hubiese sufrido un "embarazo psicológico". Pero, desde luego, ese hecho dejó su huella en la relación de ambos.El rey Milan murió inesperadamente en Viena el 11 de febrero de 1901. La noticia del casamiento de su hijo había supuesto un serio quebranto en su salud; permaneció vivo durante apenas seis meses, rumiando su
vergüenza y su amargura por la "traición" de Alexander a
los Obrenovic. Sabía que la boda de su hijo había llevado a la ruina a la dinastía. Ni siquiera había nadie más en la familia que pudiese significar una esperanza, a no ser una joven prima, Natalija Constantinovich, “Lily”, nieta por línea paterna de Anka Obrenovic, y que se había casado con el príncipe Mirko de Montenegro.Para entonces, Alexander seguía sin tener hijos de su criticada unión con Draga. El rey Nikola de Montenegro, con la astucia a ras de suelo propia de un campesino montañés, pensaba que si fallecía el rey de Serbia sin herederos, él podía plantear dos opciones para reclamar el trono: o bien su yerno Petar Karageorgevich, viudo de su hija Zorka, o bien su hijo Mirko, casado con Lily, una Obrenovic después de todo, aunque no llevase el apellido dinástico. En cualquiera de los dos casos, Nikola de Montenegro salía ganando. Alexander, al darse cuenta, estalló de puro enojo ante la inminente boda de su prima Lily. Pero en Serbia esa noticia produjo cierto entusiasmo popular.La impopularidad creciente de Alexander y Draga constituía una firme base para la simpatía hacia Mirko y Lily. Draga, por su parte, necesitaba desesperadamente apuntalar su posición con un heredero si es que quería mantenerse en el trono. Seguramente, una Anne Boleyn hubiese podido entender su profunda desazón a medida que transcurría el tiempo sin que pudiese cumplir esa expectativa concreta.Luego del hervidero de rumores sobre fallidos embarazos de la reina, el hecho que estuviese o no embarazada se había convertido en una cuestión fundamental. La corte rusa, particularmente interesada en dilucidar ese enigma que traía de cabeza a los distintos países balcánicos, no se privó de enviar a un ilustre facultativo para que examinase a la esposa de Alexander...y ella no tuvo más remedio que someterse. Por desgracia, no había tal embarazo y Draga parece que sufrió una crisis histérica de grandes proporciones, donde hasta habría amenazado de muerte al doctor.Esa imposibilidad de Draga de lograr un "auténtico" embarazo y su subsiguiente tendencia a los embarazos falsos estaba causando una seria quiebra en el matrimonio. En 1903 ya se especulaba con que Alexander, convencido de la esterilidad de su esposa, tenía en mente un divorcio. Incluso se apuntaba hacia la princesa Ksenija de Montenegro como una eventual nueva esposa, la cual hubiese representado un gran partido desde el punto de vista del entramado de alianzas balcánicas.La situación de Draga se hacía cada vez menos grata. Pero hizo más esfuerzos que nunca por aislar a Alexander de quienes podían estar "maniobrando" contra ella. Paralelamente, se supone que pudo empezar a sugerirle a Alexander que, a falta de hijos, podían hacer heredero a quien les diese la gana, preferiblemente al hermano favorito de ella, el teniente Nikodije Lunjewitza. La imagen pública de la reina se había deteriorado hasta tal punto que se la creía capaz de "embrujar" a su marido para guiarlo hacia dónde a ella se le antojase, inclusive el nombramiento de Nikodije como príncipe heredero. Aunque quizá esa posibilidad estaba más en la mente de la gente que en la de la p
ropia Draga.De cualquier forma, cuando en marzo de 1903, en una especie de golpe de estado, Sacha suspendió la Constitución vigente durante media hora para poder emitir una serie de decretos como si se tratase de un monarca absoluto, el pueblo, atónito ante el ramalazo autoritario del rey, lo atribuyó al deseo de éste y de su consorte de tener una clase política "mansa y sumisa" para nombrar a Nikodije heredero.Cada vez había más movimiento en las sombras. Un aspecto ominoso de esta historia es que Sacha y Draga parecían ser los únicos que no percibían el peligro inminente, a medida que se urdía una amplia conspiración para derrocarles violentamente. Se dispusieron a preparar una gran fiesta en el palacio de Konak para conmemorar el tercer aniversario del anuncio oficial de su boda, sin pensar siquiera que podía ser la última fiesta de sus vidas.Por entonces surgió una "sociedad secreta" llamada Ujedinjenje ili Smrt (“Unificación o Muerte”), que sería más conocida por el nombre de Crna Ruka ("Mano Negra"). Estaba conformada por ardientes paneslavistas, partidarios acérrimos de una Gran Serbia integrada por todos los territorios balcánicos en los que hubiese un porcentaje de población serbia. En conjunto, hombres exaltados dispuestos a emplear la violencia para lograr sus fines: quitar de en medio al rey Alexander y a su "maldita reina" Draga. Así, se abría el camino hacia el trono para Petar Karageorgevich, representante de la dinastía rival de los Obrenovic. La conspiración se nutrió, básicamente, de miembros descontentos del ejército que estaban más o menos vinculados a su líder.En la madrugada del 11 de junio de 1903, Alexander y Draga permanecen en sus aposentos. Ignoran que hay un amplio grupo de conspiradores que, esa noche, han sostenido un encuentro en el parque Kallmedgen. El sexto regimiento de infantería avanza hasta encontrarse con el séptimo regimiento de infantería. Juntos emprenden la marcha hasta el palacete Konak, al que toman con considerable estruendo, disparando a los "fieles" de la monarquía que van hallando a su paso y destrozándolo todo, incluso los retratos de los anteriores reyes, Milan y Natalija. Sacha y Draga buscan refugio en el interior de un armario camuflado en la pared de sus aposentos, donde confían en que no les encontrarán. Pero uno de los sirvientes de la pareja, acorralado por la tropa, acaba señalando el armario. De inmediato cae sobre él una lluvia de balas mientras los militares, sobreexcitados, acceden al escondite de los monarcas.A partir de ahí, se produjo una masacre. Algunos oficiales opinaban que bastaba con forzar la abdicación de Alexander y mandarle a un perdurable exilio junto a su Draga. Pero la mayoría no estaban dispuestos a hacer tal concesión a la pareja que había "deshonrado a Serbia". Al menos treinta balazos recibió Alexander, pero con quien se ensañaron decididamente los soldados fue con Draga. La reina no sólo fue asesinada, sino salvajemente mutilada: algunas versiones indican, de manera muy gráfica, que le abrieron el vientre a bayonetazos. Luego, el último agravio: los cuerpos semidesnudos fueron conducidos hasta los ventanales, para ser arrojados desde las alturas a la explanada en torno del palacete Konak.Mientras los cadáveres rebotaban en el suelo empedrado, los gritos de júbilo se sucedían: ¡Larga vida a Serbia! ¡Larga vida al ejército! ¡Larga vida a Karageorgevich!
Consortes serbias: la "reina blanca"
Hubo en la historia de Serbia dos mujeres diametralmente opuestas que, además, acabaron siendo enemigas irreconciliables: Natalija Keshko (la reina Natalija Obrenovic) y Draga Lunjevica Mashin (la reina Draga Obrenovic). Suegra (Natalija) y nuera (Draga
). Anteriormente, Draga, la nuera, había sido una de las damas de compañía de la posterior suegra. Y, según rumores, había mantenido una aventura con Milan, su suegro, años antes de comprometerse con Alexander, el hijo de Milan.Si esta historia fuese un tablero de ajedrez, Natalija sería la reina blanca, mientras que Draga sería la reina negra. No pudo haber dos mujeres más dispares para marcar la última etapa, claramente dramática, de la dinastía Obrenovic en Serbia; Natalija era un rayo de luz, en tanto que a Draga siempre la envolvió la oscuridad.Cronológicamente, la historia empieza con Natalija Keshko, quien nació en la hermosa ciudad italiana de Florencia, pero sus raíces eran puramente eslavas. Su padre, Piotrj Ivanovich Keshko, de orígen besarabio, ostentaba el rango de coronel en el ejército imperial ruso. Su madre era la princesa Pulcheria Sturdza, descendiente del gran caudillo moldavo del siglo XVII Ionn Sturdza.Natalija creció en un entorno privilegiado. Los Keshko y Sturdza formaban parte de una élite: se relacionaban con familias tan encumbradas como los Troubetskoi, los Gagarin, los Cantacuzene o los Ghika. Al igual que su hermana Ekaterina, Natalija recibió una educación extensa y refinada en San Petersburgo. El resultado de esa profunda vinculación fue claro: las dos se convertirían en fervientes rusófilas y no menos convencidas paneslavistas.Natalija era apenas una muchacha de dieciséis años cuando se
sentido Natalija no estuvo sometida a pre
le negoció un brillante matrimonio con el príncipe serbio Milan Obrenovic, de veintiuno. El asunto, si se consideraba con atención, era un apaño de familia: la abuela materna de Milan –Esmeralda Balsh- había sido hermana de la abuela paterna de Natalija –Natalija Balsh-, lo que les convertía en primos en sexto grado.Ese enlace tan "apropiado" desde el punto de vista de los Obrenovic resultaría, cuando menos, tumultuoso. Pasados los primeros meses de la boda, se hizo evidente que los dos esposos iban a tomar direcciones opuestas en más de un sentido. Por un lado, en un plano meramente político, Milan mantuvo desde el principio una pauta acorde con los designios para el área balcánica de Austria, la gran potencia central que él tanto admiraba, mientras que Natalija, por supuesto, se alineó con la facción rusófila y paneslava. Ahí no había ningún punto de encuentro posible entre ambos. En un plano personal, Milan enseguida demostró fehacientemente que estar casado no le impedía seguir coleccionando aventuras más o menos esporádicas.Para Natalija resultó muy humillante que su marido se dedicase a amoríos, bastante publicitados en todo el continente, mientras ella se entregaba a la tarea de asegurar la dinastía. Afortunadamente, en ese
siones porque rápidamente proveyó al reino del deseado príncipe heredero: Alexander. Dos años después, hubo un segundo embarazo que produjo otro varón, Sergei, si bien ese niño vivió apenas unos días, para gran desconsuelo de la joven madre. La prematura desaparición de Sergei proyectó una sombra, porque ninguna familia real se sentía cómoda dependiendo de un único posible heredero. Dado lo fácil que era que una enfermedad infantil o un accidente segasen una vida, siempre se aspiraba a tener, como mínimo, una "pieza de repuesto". Pero el matrimonio de Milan y Natalija no pudo o no quiso cumplir ese requerimiento. Se quedaron en un hijo único, en el que se centraron todas las expectativas de los padres y todas las expectativas del país.A medida que crecía el pequeño Alexander, la atmósfera doméstica se hacía más y más densa, tan cargada de animosidad que en cualquier momento podía estallar un gran conflicto entre sus padres. El motivo era las dispares simpatías políticas dispares del matrimonio: Milan con Austria, Natalija con Rusia. Para rematar las cosas, Natalija fue informada que Milan había iniciado una apasionada relación con una aristócrata serbia, a la que tenía intención de convertir en su maitrêsse-en-titre versión balcánica. Natalija llevaba años soportando las flagrantes infidelidades de Milan, incluyendo una aventura que llamó la atención de la sociedad europea con la controvertida Jennie Jerome, lady Randolph Churchill. Pero lo que Natalija no pensaba tolerar es que su marido la tomase por una María Leczynska en tanto que hacía de la amante una Madame Pompadour.
Dispuesta a "hacerse valer", Natalija aprovechó un baile de gala en el palacio de Belgrado. Todos los caballeros y damas de la nobleza aguardaron su turno, en una fila ordenada con cuidado, para reverenciar a los soberanos. En el momento en que le tocó ejecutar su besamanos a Artemisia Hristic, la amante de Milan, Natalija se negó a ofrecer su mano a la mujer, dándole la espalda. La corte entera contuvo el aliento. La aristócrata, descompuesta, estuvo a punto de caer al suelo. Milan trató de resolver ese momento de tensión apelando al sentido del deber y al necesario decoro ante Natalija, pero ella se negó a ceder ni un palmo en su postura. En voz lo suficientemente clara para que se percibiese en medio salón, declaró que nadie iba a decirle cómo tenía que tratar a las queridas de su marido.
El episodio tuvo un colofón que causó sensación en Europa: la reina Natalija cogió a su hijo pre-adolescente, Alexander, y abandonó Belgrado en dirección a la Crimea rusa. Milan se quedó estupefacto ante ese movimiento, perfectamente calculado, de su esposa. Los paneslavos se congregaron en territorio crimeano para proporcionar un recibimiento entusiasta a la reina que tanto luchaba por cumplir su ideario respecto a la zona balcánica. Los ecos enseguida alcanzaron la capital serbia, dónde la mayoría de la gente simpatizaba con la reina. Surgieron rumores acerca de un inminente divorcio entre Milan y Natalija, así como acerca de una posible abdicación de Milan en favor del jovencísimo Alexander.
El resultado de esa -terca- actitud de Natalija fue una monumental discusión entre los esposos, que casi hizo temblar los cimientos del palacio de Belgrado.
Pero, hacia el mes de julio, una Natalija en la cúspide de su popularidad retornó a Belgrado con Alexander para escenificar la reconciliación con el rey Milan. Estaba meridianamente claro que ella negociaba esa reconciliación pública desde una posición de fuerza. Milan tendría que "atemperar" su austrofilia, permitiendo que adquiriesen mayor pujanza los movimientos paneslavistas dirigidos desde la Sagrada Rusia. Asimismo, Milan no podría buscarse ninguna Pompadour porque Natalija había demostrado que ella no tenía la delicadeza ni la mansa resignación de María Lezcynska. A mayores, el monarca hubo de conceder permiso para que, en otoño, Natalija emprendiese un viaje a Italia con el príncipe Alexander, pese a que suponía un riesgo dejar que ella se moviese por el continente teniendo a su lado al único heredero del trono.Pero las grietas en el matrimonio seguían presentes, ensanchándose día a día. Milan podía mostrarse ligeramente más circunspecto en lo que atañía a su infidelidad, pero seguía vinculado a Artemisia Hristic (quien le había dado un hijo) y, a la vez, continuaba con sus noches alegres de juego y alcohol.En el verano de 1888, Natalija partió hacia el opulento resort de Wiesbaden, en Hesse, llevando también consigo a su hijo Sacha. Pero esa vez, Milan decidió coger el guante que ella, con ese viaje, le arrojaba a la cara. Pese a que sus aliados austríacos le pidieron prudencia para no "exacerbar" los ánimos del pueblo y no provocar un alzamiento de consecuencias imprevisibles, Milan tomó dos firmes decisiones. Por un lado, remitió a Natalija un telegrama comunicándole que había remitido al Santo Sín
odo una petición formal para que la iglesia ortodoxa serbia disolviese su matrimonio. Por otro lado, mandó a Wiesbaden al general Protitsch con una clara encomienda: hacerse con el pequeño Sacha y llevarle de vuelta a Belgrado. Efectivamente, Protitsch se presentó inopinadamente en Wiesbaden y logró "raptar" a Sacha.Ante esa reacción fulminante de Milan, Natalija no iba a permanecer de brazos cruzados. Protestó enérgicamente a propósito de la demanda de divorcio de su marido. Ella, siendo consciente de su inocencia, no pedía piedad sino que demandaba justicia. Si bien el metropolitano de la iglesia ortodoxa serbia, Theodosius, estuvo dispuesto a otorgar la anulación matrimonial requerida por Milan, otros altos dignatarios eclesiásticos tomaron partido por la reina, hecho que generó un gran enojo entre la mayoría de los serbios. Resultaba fácil ver en Milan una versión balcánica de Henry VIII, tratando de deshacerse, por las malas, de una reina intachable.El fenomenal conflicto suscitado por el divorcio repercutió de inmediato en las sesiones del parlamento serbio, en el cual los diputados se hallaban en proceso de elaboración de una nueva constitución. Para congraciarse con el pueblo al cual representaban, los diputados aprobaron un artículo por el que los hijos que naciesen de una eventual nueva esposa quedaban automáticamente excluidos de la línea sucesoria de los Obrenovic.
Con todo, el divorcio pasó una gran factura a Milan. Apenas le quedaron partid
arios: empezaron a alejarse del monarca, porque les interesaba no comprometer por entero su posición cara al futuro. Los detractores del monarca cobraron fuerza. Mientras Natalija partía de Wiesbaden hacia Biarritz, Francia, a Milan le costaba cada día más sostenerse en el poder. En enero de 1889 se aprobó la flamante constitución, pero a principios de marzo el rey se decidió a abdicar a favor de su hijo Sacha, mientras Milan partía hacia un exilio dorado. Contrariamente a lo que muchos esperaban, no se dirigió hacia Viena ni mandó llamar a su lado a su amante Artemisia Hristic, que, entretanto, se había divorciado de su esposo y vivía con el hijo ilegítimo que había tenido del rey en la ciudad de Estambul. En cambio, marchó a París.La reina, por su parte, consideró algo inminente la vuelta a Belgrado ahora que la corona pertenecía a su único querido hijo de trece años de edad. A su favor, suponía ella, contaba también el hecho de que el consejo de Regencia, nombrado para gobernar hasta la mayoría de edad de Sacha, estaba presidido por el líder del Partido Liberal, su viejo amigo Jovan Ristics. Pero el consejo de Regencia prefería evitar mayores turbulencias en la atmósfera serbia. Ristics transmitió a Natalija un mensaje claro: se le permitiría visitar a Sacha dos veces al año, pero era preferible que ella permaneciese en Biarritz.Natalija y su hijo SachaEn esa tesitura, no cabe extrañarse de que Sacha se transformase en un joven inmaduro, egocéntrico, caprichoso y con una veta de tiranía casi infantil. Las circunstancias le habían privado de una infancia estable y reposada. Para que se conformase con su suerte, se le consentía más de lo que hubiera sido saludable o conveniente; se le permitía hacer casi lo que se le antojaba siempre que no metiese las narices en los asuntos de gobierno.La dura espera de Natalija se prolongó por espacio de dos años. Recién en febrero de 1891 se creó un gobierno radical que autorizó el regreso definitivo de algunos personajes controvertidos, como la propia reina Natalija y el ex metropolitano ortodoxo Mihailo. Ante la entusiasta bienvenida del pueblo serbio, la reina ingresó al palacio decidida a no perder la posición de madre bien presente en la vida de un monarca de quince años. Empezó pronto, sin embargo, a manifestar sus propios puntos de vista y sus sugerencias respecto a la manera en que debían conducirse los asuntos de gobierno. No había sorpresas: en su línea habitual de pensamiento, Natalija buscaba reemplazar la influencia de Austria por la de Rusia, que entendía más beneficiosa para Serbia.
Entonces el consejo de Regencia ordenó a Natalija que se marchase del país. Pero ella declaró en tono firme que sólo se iría si la echaban por la fuerza: asomándose a una ventana de palacio, solicitó, a voces, la ayuda del "buen pueblo de Belgrado". La gente se amotinó para favorecer a la soberana que apelaba a su lado emocional y sentimental, de forma que los soldados se quedaron sin saber qué camino tomar, prefiriendo, en última instancia, retirarse de escena.
En Belgrado se difundieron rumores según los cuales el rey anterior volvería reforzado quizá por un cuerpo de ejército austríaco para tomar de nuevo el poder. Con eso se mezcló el temor al estallido de una revuelta popular.
Aquello suscitó movimientos en la cancillería imperial austríaca. Enseguida buscaron a Milan, a quien exhortaron a salvar a su hijo y a su país de la influencia paneslavista de Natalija.
para alcanzar la mayoría de edad. Pero no tenía ganas de seguir esperando d
Pero Natalija se equivocó al creer que podía haber triunfado con su espectacular gesto. El consejo de Regencia esperó a que el pueblo soliviantado se sosegase, se confiase y volviese a sus casas. Ya entrada la noche, otro retén de la guardia se presentó en busca de Natalija. Ella no tuvo nadie quien llamar "en su auxilio" y, con sus enseres rápidamente empacados, se encontró, de pronto, expulsada de Serbia. Casi simultáneamente, el consejo de Regencia había informado de ese detalle a Milan, ofreciéndole una asignación de un millón de francos si él se comprometía a no volver a Belgrado. Milan aceptó y, unos meses más tarde, renunció a su ciudadanía serbia en un gesto claro de que no pensaba regresar para no poner en aprietos a Sacha.Una serie de enfrentamientos surgieron en el seno del consejo de Regencia, lo que tenía a los habitantes de Belgrado en una constante agitación, siempre al borde de un alzamiento de uno u otro signo. Aquella situación fue aprovechada de modo inesperado por Alexander, que ya tenía diecisiete años. Le faltaba un año, de hecho,
oce meses a que llegase su momento, así que, en un coup palaciego, precipitó los acontecimientos. Se proclamó a sí mismo capaz de reinar, privó a los regentes de sus cargos y se dispuso a iniciar su etapa de monarca contando con un gobierno radical pero dentro del espectro de políticos más moderados de esa facción concreta.Las cosas no mejoraron sustancialmente. El joven rey Alexander tenía que preocuparse por los contactos que mantenían distintas fuerzas políticas con otros eventuales posibles monarcas. Por ejemplo, los Obrenovic habían alcanzado el trono arrebatándoselo a los Karageorgevich, pero estos mantenían intactas sus aspiraciones de volver a reinar en Belgrado en cuanto cayese en desgracia la familia rival. En esa época, otro príncipe serbio, Petar Karageorgevich, constituía una posibilidad muy interesante que barajaban principalmente los rusos: el príncipe se había casado con una de las hijas de su fiel aliado el rey Nikola de Montenegro, viviendo con su esposa -Zorka- en Cetinje. Paralelamente, cobraba fuerza el rumor de que el zar estaba valorando una opción "ni Obrenovic ni Karageorgevich" sino "Romanov": se suponía que líderes radicales extremos estaban rogándole a San Petersburgo que les enviase a fundar una dinastía a cualquiera de los grandes duques de Rusia.
El panorama era complicado. Alexander necesitaba consigo a alguien que le asesorase desde la experiencia y le apoyase incondicionalmente, por lo que, a principios de 1893, tomó una decisión expeditiva: mandó llamar a su padre, Milan, que seguía en París.Antes de volver a su país natal, Milan decidió dar un paso espectacular: visitar en Biarritz a su ex esposa Natalija. El encuentro debió resultar memorable. Se cuenta que ella había tratado de recubrirse por entero de una serena indiferencia ante la visita, pero que su compostura se hizo trizas al hallarse frente a frente con un hombre que temblaba ostensiblemente por una mezcla de nerviosismo y emoción. Milan explicó a Natalija que, habiendo sido llamado por Sacha, pensaba viajar de inmediato para ponerse a su servicio, pues un monarca tan falto de preparación y experiencia podía ser enseguida pasto de buitres. En ese aspecto, Natalija estaba plenamente de acuerdo con Milan. Ahora que se trataba de luchar por su único descendiente común, echaron al olvido los agravios y resquemores del pasado y decidieron reconciliarse de forma pública y notoria: los dos solicitarían, conjuntamente, la revocación de su decreto de divorcio.
AlexanderAsí armado, Milan emprendió el largo trayecto. El gobierno serbio tuvo conocimiento de que su ex rey estaba a punto de llegar después de que éste emprendiese la última etapa de viaje, saliendo en tren de Budapest con destino Belgrado. Se produjo una notable conmoción entre los políticos. Si habían confiado en manejar a Alexander, desde luego no confiaban en poder manejar a Milan. El ex soberano constituía un elemento nuevo a tener en cuenta: volvía con ganas de poner su astucia política al servicio únicamente de su hijo.Los acontecimientos se sucedieron rápido. En abril, un real decreto volvió a situar en una posición de privilegio dentro de la familia real a Milan y Natalija, cuyo divorcio se declaró nulo. En mayo, se reinstauró la constitución de 1869 y la reina Natalija regresó a Belgrado después de cuatro años de ausencia. Alexander, de pronto, se encontraba en una situación más favorable en todos los sentidos. Ya no estaba solo, contaba con dos sólidos apoyos y el futuro se extendía ante él como un cúmulo de dichosas posibilidades.
La reina Natalia (primera desde la izquierda) y Draga, entonces dama de la corte (tercera entre las de pie detrás), en 1893.Aunque se estableciese en Belgrado, Natalija siguió pasando largas temporadas en Biarritz, lugar por el que sentía verdadera pasión, y, asimismo, realizaba frecuentes viajes a otros sitios que le resultaban atrayentes. Era, ya, una mujer que no podía permanecer quieta en la capital del reino de su hijo. Si se quedaba demasiado tiempo, además, se exponía a que la gente creyese que estaba entrometiéndose en asuntos que no le incumbían -y ya sabía por propia experiencia que así no iba a ninguna parte excepto al exilio-. En plena madurez, Natalija aceptaba que Alexander tuviera a Milan a su lado para aconsejarle y guiarle. Ella podía relajarse por completo en ese aspecto, lo que, aparte, le convenía porque le evitaba ulteriores problemas.El verano de 1894 encontró a Natalija de nuevo en Biarritz. Allí disfrutaba de la animada temporada estival cuando recibió un telegrama de su hijo Sacha anunciándole que acudía a visitarla. Era la primera vez que Sacha viajaba a aquel balneario de moda, así que Natalija estaba entusiasmada. Por supuesto, no podía prever que esa visita de tendría efectos dramáticos sobre las existencias de todos ellos...