MARÍA ANTONIETA DE AUSTRIA , Reina de Francia

El 2 de noviembre de 1755 , justo el misma día y a la misma hora en que Lisboa quedaba destruida por un terrible terremoto, nacía en Viena, la archiduquesa María Antonieta Josefa Ana, hija de los emperadores Francisco I y María Teresa de Austria. Creció entre mimos y cuidados en la fastuosa corte vienesa. Su padre la adoraba y su madre, como el país entero, estaba embelesada con su hija y no podía negarle ningún capricho.

De la emperatriz María Teresa había heredado una piel tersa y nacarada, unos espléndidos ojos azules y un cuello largo y estilizado que, como triste premonición, acostumbraba a subrayar con terciopelos y collares. Su padre, Francisco de Lorena, le legó una gran capacidad de seducción que le conseguía las simpatías de quienes la conocían y que le valió en muchas ocasiones para hacerse perdonar su incapacidad para la reflexión y el estudio. Así pues, guapa, zalamera e ingeniosa, María Antonieta siempre fue considerada en la corte vienesa como una pequeña joya.

óleo de Franz Xaver WagenschönSus dos diversiones preferidas eran jugar con sus numerosos hermanos por los jardines del palacio de Schoenbrunn y esconderse de sus maestros. El compositor Gluck apenas consiguió hacer de ella una ejecutante mediocre de clavecín y sus profesores de idiomas sólo lograron que hablara francés bastante mal y que se expresara en alemán correctamente, pero nunca pudieron enseñarle ortografía, porque la princesa se ponía triste y los desarmaba con encantadores mohines. A los doce años supo que iba a ser reina de Francia. Su madre se dispuso a hacer de ella una perfecta princesa parisina y le asignó dos expertos que se ocuparan a fondo de la futura cabeza real: un preceptor eclesiástico y un ilustre peluquero. El primero debía reforzar su fe y su francés, al segundo se le encomendó la no menos delicada misión de edificar en la cabellera de la infanta una versallesca torre dorada llena de bucles. Una semana después, ambos se confesaron derrotados. El preceptor aseguraba que María Antonieta poseía un cerebro ingenioso y despierto, pero rebelde a toda instrucción. El peluquero no podía culminar su obra debido a la frente demasiado alta y abombada de la joven.

En los primeros días de febrero de 1770, la joven archiduquesa abandonó la corte de Viena camino de Versalles. En Kehl, muy cerca de la frontera francesa, la escolta austriaca cedió su lugar a un escuadrón de caballería galo que debía conducir a María Antonieta hasta Compiègne, donde la esperaba Luis XV acompañado por el joven Delfín y la corte en pleno. Para el traspaso de la frontera por parte de la archiduquesa, se construyeron dos pabellones, simbolizando a las dos potencias aliadas. En el pabellón de Francia se encontraban la condesa de Noialles, dama de honor; la duquesa de Cossé, dama de vestuario; cuatro damas de palacio; el conde de Saulx-Tavannes, caballero de honor; el conde de Tessé, primer escudero y el obispo de Chartres, primer capellán. En el otro pabellón se encontraban las damas austríacas, que habían acompañado a la archiduquesa y la habían vestido con prendas francesas enviadas desde París. Apenas cruzada la frontera, la princesa austriaca ya pudo demostrar sus buenas dotes de diplomática. Cuando el alcalde de Estrasburgo, por gentileza, le habló en alemán, la futura Delfina le respondió: “ Vous êtes tres gentil, Monseigneur. Mais, a ce moment-là je ne comprend que la langue française “ ( Gracias por vuestra amabilidad, señor, pero desde hoy sólo entiendo el francés ).

Las primeras complicaciones se presentaron el mismo día de la boda o, para ser más exactos, la misma noche. El futuro Luis XVI era un muchacho tímido, bonachón y de escaso atractivo, que en el momento de contraer matrimonio contaba con dieciséis años. Cuando nació no estaba destinado a convertirse en heredero al trono de Francia, pero una carambola del destino combinó la longevidad de su abuelo, Luis XV, con las muertes prematuras de su padre y su hermano mayor y, en consecuencia, se vio convertido en Delfín. Huérfano, pues, desde muy temprana edad, se crió bajo la tutela de Mesdames y de su ayo, el duque de La Vauguyon, uno de los escasos nobles que habían conseguido mantenerse incólume al libertinaje cortesano, quienes, velando por su integridad moral, le hicieron crecer instruido y piadoso pero, según escribió un embajador veneciano en 1767, “ salvaje y rústico como si hubiera crecido en el bosque ”. Poco tenía que ver con su distinguida y coqueta esposa. En mayo de 1770 se celebraron sus solemnes esponsales. María Antonieta caminó hacia el altar, en el que la esperaba Luis, luciendo un vestido decorado con diamantes y perlas. Cerca de 6.000 invitados acudieron a la recepción que se celebró en la famosa Galería de los Espejos en el Palacio de Versalles. Después, se celebró un multitudinario baile en el Teatro de la Ópera de París, que se había construido especialmente para el enlace real .A la mañana siguiente, Luis escribió en su diario íntimo una escueta palabra: “ Nada ”. Terrible término cuando se refiere a lo acontecido en una noche de bodas, máxime cuando la joven esposa esperaba una buena dosis de placer y descubrimientos. La noticia corrió por Versalles como la pólvora, se extendió por todo París y llegó en forma de carta de la desposada hasta la cancillería de María Teresa.

La intimidad de los herederos franceses se convirtió en la comidilla de las cortes europeas. El desdichado Luis se limitaba a escribir la fatídica palabra día tras día, mes tras mes, y año tras año, en un diario que podía recibir muchas calificaciones menos la de íntimo. Sin embargo, pese a la carencia de vida sexual, entre la joven pareja reinaba una perfecta compenetración y una viva simpatía, lo que no impidió que la decepción sufrida en la cámara nupcial fuera el origen de la exacerbada frivolidad de la reina. A raíz de su boda, María Antonieta se sumergió en una espiral de superficialidad y diversión que dañó de manera notable su imagen y acabó por engullirla. De hecho, su día se repartía entre la elaboración de su complicadísimo tocado y la práctica de la música, los juegos y las diversiones en unión de sus damas, amigos y cuñados, y en especial del joven conde de Artois, tan frívolo y superficial como ella, que cada día le preparaba mascaradas, conciertos, bailes o entretenimientos varios. No acertó tampoco en el reparto de sus simpatías. Su abierta protección al ministro Choiseul, al que calificaba de“ artífice de su ventura ”, la llevó a intrigar a su favor, lo que se interpretó como una defensa a ultranza de los intereses austríacos.

María Antonieta por Jean-Baptiste Gautier Dagoty en 1775María Antonieta sintió un profundo desprecio hacia la amante del monarca francés Luis XV, Madame du Barry, a la que negaba el saludo ante la corte. Ante la petición de su madre, la emperatriz María Teresa, de que se mostrase cortés con la favorita, la joven Delfina se dignó a dirigirle unas palabras: " ¡ Hay, hoy, mucha gente en Versalles ! ".En tal estado de cosas, el 10 de mayo de 1774, la viruela acabó con la vida de Luis XV. Al conocerse la muerte del rey, una gran multitud acudió a los aposentos de los hasta entonces Delfines de Francia y, entrando en los mismos, se dirigieron a la pareja como sus Majestades. Tanto Luis como María Antonieta quedaron impactados y arrodillándose exclamaron: « ¡ Oh, Dios mío! vamos a reinar demasiado jóvenes ¡ Dios mío, guíanos y protégenos de nuestra inexperiencia ! ». María Antonieta contaba entonces con diecinueve años y su marido, ya Luis XVI, con veinte.

Por fortuna, poco después de subir al trono, los acertados consejos de su cuñado, el futuro emperador José I de Austria - que por indicación de su madre la emperatriz se desplazó a París para interesarse por los problemas sexuales de su cuñado- y ciertos cuidados médicos, consiguieron que en poco más de siete años Francia no contara con un solo heredero sino con cuatro: dos muchachos, Luis José, que murió de forma prematura, y Luis XVII. Y dos niñas, María Teresa, que pasó a la historia comoMadame Royal, y María Sofía, que sólo vivió unos pocos meses. La maternidad llenó de felicidad a María Antonieta y fue una excelente madre. Pero ello no impidió que continuara con su frenética actividad social.María Antonieta se rodea de una pequeña corte de favoritos - la princesa de Lamballe, el barón de Besenval, el duque de Coigny, la duquesa de Polignac- suscitando las envidias de otros cortesanos. Multiplica su vestuario y las fiestas, organiza partidas de cartas en las que se realizan grandes apuestas. Intenta influir en la política del Rey nombrando y destituyendo ministros caprichosamente o siguiendo los consejos interesados de sus amigos.La reina recibió de su esposo el Petit Trianon como regalo de coronación y lo convertirá en su retiro favorito cuando deseaba escapar de la corte. El palacete contaba con un zoológico, un jardín, una escuela botánica, un invernadero y un pequeño teatro, en donde la reina solía protagonizar representaciones teatrales. El pequeño comedor, construido por Luis XV, fue transformado por María Antonieta en sala de billar.

En las proximidades del Petit Trianon se construyó el Hameau de María Antonieta o también llamado la Aldea de la Reina. Gustosa del contacto con la naturaleza, la soberana confiará al arquitecto Mique la construcción de una aldea normanda que reflejara la vida campestre. El resultado fue un pequeño pueblo compuesto por una docena de edificios rústicos, pequeñas casas con techos de paja, pizarra y balcones de madera, con lago y cisnes, varios tipos de animales, molinos, huertos, una casa de campo, una herrería, una panadería, una torre, un palomar y una lechería. Un pequeño y encantador mundo rural artificial. La reina visitaba la aldea acompañada de sus hijos y sus amistades más cercanas. Al recinto se accedía con previa invitación de la reina y en la aldea cada cual representaba un oficio o personaje concreto. Allí se podía pasar el día haciendo diferentes actividades como: ordeñar vacas, tomar leche, cosechar y comer frutos.

La corte en pleno vivía del todo ajena a las dificultades por las que Francia atravesaba por culpa de las malas cosechas. Día a día, crecía el descontento popular ante el lujo y la ostentación que imperaban en la corte mientras el país estaba al borde de la bancarrota y María Antonieta era la encarnación misma de la vida despreocupada de Versalles. La reina toma conciencia de su impopularidad y trata de reducir sus gastos, especialmente los de su mansión, lo que provoca nuevas críticas y un gran escándalo en la corte cuando sus favoritos se ven privados de sus cargos. Todo es inútil.

En poco tiempo el país entero se llenó de pasquines y caricaturas alusivos a la reina, donde aparecía con el apelativo de Madame Déficit o como un ave orgullosa y estúpida a la que se calificaba de poule autrichienne ( gallina austríaca). Es acusada de estar en el origen de la política anti-parlamentaria del rey y de nombrar y destituir a los ministros. En 1788 es ella la que induce al rey a despedir al impopular Loménie de Brienne y sustituirle por Necker. Ya es demasiado tarde, Luis XVI había sido demasiado débil.

Una verdadera campaña de desprestigio se desató contra ella desde su acceso al trono. Sus faltas, exageradas por la opinión pública y consideradas como ejemplo vivo del desenfreno de la corte, no fueron otras que su desprecio a la etiqueta francesa, sus extravagancias y la constante búsqueda de placeres en el fastuoso grupo del conde de Artois, así como sus caprichosas interferencias en los asuntos de Estado para encumbrar a sus favoritas. Se la acusó de tener amantes - como su cuñado el conde de Artois o el conde sueco Axel de Fersen - e incluso de mantener relaciones lésbicas con la duquesa de Polignac o la princesa de Lamballe, de despilfarrar el dinero público en frivolidades y sus favoritos o de apoyar los intereses de Austria. Pronto fue conocida entre el pueblo con el despectivo mote de " la austríaca ".Axel de Fersen era un apuesto militar sueco, hijo de un mariscal de Campo del rey de Suecia. Completaba en París su formación militar, causando gran sensación por su apostura. Parece ser que se habían conocido casualmente en 1779 en un baile de carnaval. Además de contar con numerosas conquistas femeninas, durante el invierno de ese año, frecuenta con asiduidad los salones de María Antonieta con la que tiene un trato muy familiar. El caballeroso militar, para no comprometer el buen nombre de la reina, pidió ser destinado a América y luchar junto con los colonos norteamericanos contra las tropas británicas. No obstante, en 1783, concluida la campaña americana regresó a París, donde volvió a frecuentar la compañía de la reina.

No resultaba una situación fácil. Cierto que en la corte de Versalles eran muchas las damas que gozaban de la compañía de un chevalier servant, es decir, un galán con el que mantenían un coqueteo más o menos inocente. Pero, en el caso de la reina, por razones dinásticas, éste no debía traspasar jamás la puerta de su alcoba. Parece ser que María Antonieta vivía bien las limitaciones de la relación, pero no así Axel de Fersen, quien escribió a su hermana: “ Estoy decidido. Nunca me casaré. No puedo ser de la única persona a la que quisiera pertenecer, la única a la que quiero verdaderamente y, por tanto, no quiero ser de nadie ”. Y, decidido a no soportar más esta situación, Fersen se unió a las tropas de Gustavo III de Suecia, por entonces de campaña en Italia.

La relación con María Antonieta se convirtió entonces en epistolar. Los enamorados cruzaron infinitas cartas que ella firmaba como “ Josefina ” y sellaba con un emblema formado por una paloma volando y un lema: Tutto a te me guida ( Todo me lleva a ti). Así, hasta que llegaron a Italia noticias de los acontecimientos ocurridos en Francia.

EL ASUNTO DEL COLLAREn julio de 1785 estalla el "caso del collar". Jeanne de Valois, condesa de La Motte, una aventurera y noble francesa que se dejaba ver en la corte y pertenecía al círculo del tenebroso conde Cagliostro, embauca al cardenal Louis de Rohan, rico y disoluto cortesano caído en desgracia, haciéndole creer que María Antonieta deseaba obtener un magnífico collar de diamantes y que no disponiendo del dinero suficiente, pedía al cardenal que lo comprara en su nombre. Posteriormente ella le abonaría el coste del collar conforme llegaran los plazos. Rohan tenía que actuar como su avalista y testaferro en la compra del collar. La condesa aseguraba pertenecer al círculo íntimo de María Antonieta y esgrimió unas cartas comprometedoras de la reina falsificadas.El cardenal, deseoso de congraciarse con María Antonieta, se entrevistó con quien creía que era la reina, suplantada por una prostituta muy parecida a ella de nombre Nicole Leguay, en un encuentro nocturno en los bosques de Versalles. Finalizada con éxito la entrevista con la falsa reina, el cardenal se ve ya como Primer Ministro de Francia. Rohan compra el collar por un millón seiscientas mil libras pagaderas a dos años en cuatro plazos semestrales y se lo entrega a la condesa quien, a su vez, en presencia del cardenal y en medio de un gran secreto, se lo da a un supuesto lacayo de la reina, en realidad su cómplice Rétaux de Villette. El collar no llegará a manos de María Antonieta. La condesa desaparece de París con su marido, desmontan el collar y se dedican a vender afanosamente los diamantes.

El joyero Bohmer reclama a la reina el pago del collar de diamantes encargado en su nombre por el cardenal de Rohan y en menos de un minuto descubre que María Antonieta ni posee el collar, ni ha sabido nunca nada del asunto. La reina se siente ultrajada por esa estratagema, en la que cree ver una venganza del propio cardenal, a quien considera su enemigo. No se muestra dispuesta a pasar por alto cómo Rohan ha usado su nombre en su propio provecho mezclándola en una estafa y exige a su esposo la detención del cardenal. Rohan es arrestado públicamente y encarcelado en la Bastilla. Al detener al cardenal de Rohan de manera pública estalla un gran escándalo.La nobleza francesa, desde siempre enemistada con la reina, se siente atacada e insultada por tal maniobra. El cardenal de Rohan es miembro de una de las primeras familias de Francia y el trato que ha recibido, siendo detenido de manera pública como un vulgar ladrón, indigna profundamente a la nobleza que, considerando a Luis XVI una persona débil y bonachona, no duda en acusar a María Antonieta de haber orquestado todo el asunto para humillar públicamente no sólo a Rohan, sino a la nobleza francesa en su conjunto.

Al tiempo, conforme se van conociendo los detalles de la estafa, una ola de indignación sacude al pueblo de Francia, al conocer que mientras ellos malviven con unos pocos sueldos, hay nobles que gastan millones en estrafalarios collares de diamantes. En el juicio ante el Parlamento de París, la absolución del cardenal, al quedar comprobado que había sido víctima de una estafa, fue recibida con entusiasmo general y considerada como una victoria sobre la corte y la muy impopular reina. A pesar de ello, fue privado de su oficio de gran limosnero y exiliado a la abadía de Chaise-Dieu.

La condesa de La Motte, la prostituta Nicole Leguay y el místico Cagliostro fueron detenidos y estos dos últimos, después absueltos. Se condena a Rétaux de Villette al destierro, al conde de la Motte a galeras a perpetuidad y Jeanne de Valois es condenada a prisión perpetua en Salpêtriére. Pero alguien le abre la puerta de su celda y la ayuda a escapar, huyendo a Inglaterra. Refugiada en Londres, publica unas memorias en las que muestra a María Antonieta como una sádica lesbiana dada a todo tipo de infidelidades, orgías y derroches. Contribuyendo con ello a hundir la imagen pública de la reina.Tras estallar la Revolución francesa, la Convención, que ve en ella a una heroína trágica víctima de la maldad de María Antonieta, la invita a regresar a Francia con todos los honores. Sin embargo, poco antes de regresar, la condesa se arroja por la ventana de su casa de Londres en un ataque de manía persecutoria en 1791. El propio Napoleón aseguraría más tarde que el caso del collar de diamantes fue detonante de la Revolución francesa.

LA REVOLUCIÓNEn 1789 la situación de la reina es insostenible. Corre el rumor de que Monsieur, futuro Luis XVIII, habría depositado en la asamblea de los notables de 1787 un dossier que probaba la ilegitimidad de los infantes reales. En mayo se abren los Estados Generales. Después de la misa de apertura sube al púlpito monseñor de la Fare que, con duras palabras, ataca a María Antonieta denunciando el lujo desenfrenado de la Corte y de los que, hastiados de este lujo, buscan el placer en " una imitación pueril de la naturaleza ",alusión evidente al Pequeño Trianón.En junio muere el pequeño Luis José. Para evitar gastos se sacrifica el ceremonial en la basílica de Saint-Denis. La actualidad política no permite a la familia real un sepelio solemne. Conmocionada por este acontecimiento y desorientada por el cariz que toman los Estados Generales, María Antonieta se deja convencer por la idea de una contrarrevolución. En julio, Luis XVI destituye a Necker.

El 14 de julio de 1789 se produce la toma de la fortaleza de la Bastilla, su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa. Al saberlo, Axel de Fersen regresó a Francia y, a fines de julio, se instaló en las inmediaciones de palacio con el propósito de velar por la familia real, sin alcanzar a ver que su proximidad no hacía más que perjudicar a la reina. Mientras Luis XVI se mostraba dispuesto a pactar con los revolucionarios, María Antonieta intentó hacer fracasar la Revolución, movió los hilos diplomáticos y estableció una auténtica red de contactos con algunos aristócratas exiliados en Inglaterra, bien secundada, por Axel de Fersen.

El 1 de octubre se produce un nuevo escándalo: tras un banquete ofrecido a un regimiento de Flandes que acaba de llegar a París, la reina es aclamada, las escarapelas blancas son enarboladas y las tricolores pisoteadas. París está indignado por estas manifestaciones monárquicas y por el banquete dado cuando hasta el pan le falta al pueblo. El 5 de octubre una manifestación de mujeres se dirige a Versalles pidiendo pan y diciendo que van en busca del "panadero" (el Rey), la "panadera" (la Reina) y el "pequeño aprendiz" (el Delfín).Al día siguiente, por la mañana, los amotinados, armados con picos y cuchillos, entran en el palacio, matan a dos guardias de corps y amenazan a la familia real, que se ve obligada a regresar a París escoltada por las tropas del Marqués de La Fayette y los amotinados. Durante el trayecto se lanzan amenazas contra la reina e incluso le enseñan una cuerda prometiéndole una farola en la capital para colgarla.En vísperas de la Revolución francesa se difundió una anécdota que no dejaba en muy buen lugar a la reina. Supuestamente María Antonieta habría preguntado a sus damas el motivo de la protesta popular. Una de ellas respondió: “Majestad, el pueblo tiene hambre y pide pan". A lo que la reina contestó altanera: “¿No tienen pan? ¡Pues que coman pasteles!". Este hecho provocó un gran enojo en el pueblo y contribuyó a que aumentara su odio hacia la reina. Se cree que ha sido atribuida esta frase erróneamente a María Antonieta y quien la pronunció fue otra reina de Francia.

LA HUIDALuis XVI con María Antonieta deciden solicitar la ayuda de los monarcas extranjeros, el rey Carlos IV de España y el emperador José II de Austria. Pero el monarca español responde con evasivas y en febrero de 1790, el emperador José II fallece. La Fayette le sugiere a la reina, con toda frialdad, que se divorcie. Otros hablan, casi con descaro, de emprender un proceso de adulterio y pillar a la reina en flagrante delito con el conde de Fersen. María Antonieta está cada vez más sola. Su otro hermano, el nuevo emperador Leopoldo II, elude sus peticiones de ayuda. Como monarca filósofo, le aconseja a su hermana que acepte los dictados de la nueva Constitución.Fue el conde de Fersen quien en junio de 1791 planeó la huida de la familia real. Disfrazados y aprovechando la oscuridad de la noche, debían salir de las Tullerías por una puerta falsa y alcanzar la frontera belga. Una vez lejos de Francia, conseguir el apoyo de las monarquías europeas para declarar la guerra a la Convención revolucionaria. Poco antes del mediodía la berlina es detenida en Varennes. El rey ha sido reconocido. Se producen unos momentos de nerviosismo, nadie sabe qué hacer y, durante este lapsus, la muchedumbre llega a Varennes. Por último, la familia real amenazada y en medio de una situación muy violenta, es devuelta a París. El viaje de vuelta fue una auténtica pesadilla: en Épernay un hombre escupió al rey y otros intentaron matarlo. Sólo Axel de Fersen logró ponerse a salvo y cruzar la frontera.

El intento de fuga demolió por completo la ya muy mellada idea del carácter sagrado de la persona del rey. Se empezó a pensar que un rey que traicionó a su propio país intentando fugarse, ya no era necesario para el Estado. Interrogado en París por una delegación de la Asamblea Constituyente, Luis XVI contesta con evasivas. Sus respuestas, hechas públicas, suscitan la ira del pueblo que reclama el derrocamiento del monarca. El 13 de septiembre de 1791, Luis acepta la Constitución francesa. A finales de mes, la Asamblea Constitucional se disuelve y es reemplazada por la Asamblea legislativa, aunque se hacen patentes los rumores de guerra con las monarquías próximas, en primer término, Austria.

El pueblo se revuelve contra María Antonieta, a la que llaman " Madame Veto ",acusándola de querer sumir a la capital en un baño de sangre. Los reyes siguieron viviendo un año más en el palacio de las Tullerías, sintiéndose como prisioneros. El 3 de agosto de 1792, el manifiesto de Brunswick, una amenaza militar y política dirigida al pueblo francés, termina de inflamar al pueblo.

El 10 de agosto la plebe asaltó violentamente el palacio de las Tullerías. Murieron todos los guardias suizos del palacio, un gran número de criados y algunos aristócratas. La familia real se refugió en la Asamblea Nacional. Allí se produjo el destronamiento de los reyes y se decidió conducirlos a la prisión del Temple. Durante las matanzas de septiembre, la princesa de Lamballe es salvajemente asesinada y su cabeza, peinada y empolvada, paseada ante las ventanas de la prisión tras las que se encontraba María Antonieta, clavada en la punta de una pica. La reina no llegó a verlo pero, sorprendida por el vocerío, preguntó a su carcelero qué estaba sucediendo, a lo que éste respondió: " es la cabeza de Mme. Lamballe que han querido venir a mostraros ". La reina, al conocer el terrible final de su amiga, se desplomó. Desde la prisión, María Antonieta retomó la correspondencia con Axel de Fersen.El noble sueco inició entonces un auténtico peregrinaje de corte en corte buscando que otras monarquías europeas dieran su apoyo a los soberanos franceses. No lo consiguió hasta que, en enero de 1793, Luis XVI fue ejecutado en la guillotina. Siete meses después, la reina es separada de sus hijos y conducida a la Conciergerie para su reclusión. Fue sometida a juicio por el Tribunal revolucionario. Su defensa fue precariamente ejercida por dos abogados sin experiencia: Tronçon-Ducoudray y Chauveau-Lagarde. En el juicio no se le ahorraron insultos ni vejaciones.

Hicieron declarar al Delfín, que, manipulado por sus guardianes, acusó falsamente a su madre y a su tía, Madame Isabel, de haberle incitado a la masturbación y obligado a participar con ellas en ciertos juegos sexuales. Indignada, María Antonieta pidió a las mujeres del público que la defendiesen: " La naturaleza rechaza semejante acusación hecha a una madre. Apelo a todas las madres presentes en la sala ". El motín es evitado por poco. Después de un proceso ilegal, es condenada a muerte el 16 de octubre, dos días después del inicio del juicio, acusada de alta traición. De madrugada escribe una carta conmovedora a su cuñada Madame Isabel, que nunca recibirá, pues fue interceptada y entregada a Robespierre y estuvo desaparecida hasta el año 1816, en el que salió a luz con motivo de la restauración borbónica en Francia:" Es a vos, hermana mía, a quien escribo por última vez. Acabo de ser condenada, no a una muerte honrosa, que se reserva para los criminales[...] pero voy a reunirme con vuestro hermano [...]. Me causa un hondo pesar abandonar a mis pobres hijos: vos sabéis que eran mi única razón de existir [...]. Que mi hijo no olvide nunca las últimas palabras de su padre, que yo le repito expresamente; ¡que nunca intente vengar nuestra muerte! [...] Debo hablaros de algo doloroso para mi corazón. Sé cuánta pena ha debido causaros este hijo mío. Perdonadle, querida hermana: pensad en su edad y en lo fácil que es hacer decir a un niño lo que se quiere, incluso aquello que no comprende [...]. Pido perdón a todos cuantos he conocido [...]. Perdono a todos mis enemigos el mal que me han hecho... Os abrazo de todo corazón, así como a mis pobres y queridos hijos.¡Dios mío, qué desgarrador es dejarlos para siempre! Adiós, adiós, ya no habré de ocuparme sino de mis deberes espirituales [...] ".

Cuenta la leyenda que el día de su ejecución, la reina debía de atravesar la puerta de su celda, que no llegaba al metro de altura, supuestamente agachada, con la cabeza mirando al suelo en señal de sumisión al pueblo que la había condenado. Ella no aceptó esta última humillación y se colocó de cuclillas, atravesando la minúscula salida con el tronco erguido y la cabeza bien alta. A media mañana, sería exhibida en carreta por París ante los ojos de la multitud y de Jacques-Louis David, "el pintor de la Revolución". Mientras el pueblo entero la abucheaba e insultaba, María Antonieta tropezó subiendo al cadalso y pisó al verdugo que estaba a punto de guillotinarla. La reina le dijo: " Disculpe, señor, no lo hice a propósito ”. Después redoblarían los tambores, caería la cuchilla y la cabeza ensangrentada, asida por los cabellos por uno de los verdugos, sería mostrada a la multitud vociferante.Contaba con treinta y ocho años de edad, pero su pelo había encanecido y su cutis, antaño blanco y nacarado, estaba ajado y surcado de arrugas. De haberla visto Axel de Fersen no la hubiera reconocido. Testigos presenciales aseguraron que, ese día, mientras caía la hoja de la guillotina, un militar sueco lloraba en Bruselas la muerte de la única mujer que había amado.