¿No es mucha casualidad que haya vida en el Universo?

En esta segunda entrega de la serie dedicada a los efectos de la selección del observador, que empezamos definiendo el concepto principal en el artículo “¿Por qué el otro carril siempre va más rápido?” vamos a aplicar aquellos conceptos a una cuestión cosmológica muy antigua (y muy en boga en algunos países con la teoría del “Diseño Inteligente”). En esta entrada hablaremos del Principio Antrópico, las “coincidencias” que permiten que haya vida en el Universo en general y en la Tierra en particular, y qué conclusiones podemos extraer de estos hechos.

Todas las advertencias del artículo anterior – puede ser aburrido, parecerte estúpido u obvio, y no es tanto ciencia como filosofía – se aplican a éste. Espero que te resulte interesante y te haga pensar pero, si no disfrutas, deja de leer esta serie en particular. Además quiero aclarar una cosa antes de empezar: en este artículo no se niega la existencia de Dios. Como veremos después, se refuta un argumento individual sobre la necesidad de la existencia de Dios. Que quede claro y nadie se sienta ofendido.

En la entrega anterior, espero, quedó claro que el hecho de que yo sea un observador de todos los observadores posibles debe tenerse en cuenta cuando extraigo conclusiones acerca de lo que observo. Esto tiene una importante aplicación cuando pensamos acerca de la vida en el Universo: la formulación de lo que se conoce (en muchas formas diferentes) como el Principio Antrópico.

Antes de zambullirnos en cosmología, imaginemos la siguiente situación para aplicar las ideas del artículo anterior de la serie: hay un millón de personas sometidas a un experimento en el que todas menos una (elegidas al azar) reciben una inyección que los matará cuando duerman, y la última persona recibe un placebo. A la mañana siguiente, una persona del millón despierta en su cama – todos los demás han muerto. Y supongamos, querido lector, que tú eres la persona que despierta y que no sabes cuál es el criterio que ha determinado la elección de quién vive y muere, solamente que todos menos uno han muerto y tú eres el afortunado.

Al despertar, estarías sorprendidísimo: ¡estás vivo! Una probabilidad de uno entre un millón, ¡y has sido tú el que se ha salvado! ¿Por qué? ¿Qué te hace especial? ¿Por qué tú y no otro? Con una probabilidad tan pequeña de salvarte, ¿no es lógico pensar que alguien ha elegido que seas justo tú el que se salve?

Pero tú, querido lector,– además de inteligencia y buen gusto, sabes lo que significa la selección del observador: estás realizando estas conjeturas sabiendo que tú eres el observador, y no otro. ¿Qué quiere decir esto? Supongo que no tienes ninguna duda: cualquiera que fuera la persona que se salva pensaría que es especial y tiene mucha suerte, porque los demás están todos muertos y no pueden preguntarse nada. Es decir, eres “especial” no porque haya ningún designio para salvarte, sino porque eres el único que puede hacerse preguntas. Y daría lo mismo que en vez de un millón hubiera un cuatrillón de personas de las cuáles sólo una se salva, esa persona se preguntaría por qué la han elegido a ella.

¿Qué tiene que ver esto con la cosmología?

Desde hace muchos años se ha venido poniendo de manifiesto la aparente “sintonización” de las constantes del Universo para producir la vida tal como la conocemos. Si se cambia casi cualquiera de las constantes sin dimensiones que determinan el comportamiento relativo de las fuerzas fundamentales del Universo, no estaríamos aquí. Y el cambio puede ser muy pequeño: hacer la fuerza nuclear fuerte un 2% más grande, por ejemplo, haría que el hidrógeno fuera el único elemento químico estable del Universo – no habría reacciones químicas porque no habría elementos con los que realizarlas. Lo mismo ocurre con la fuerza gravitatoria, la fuerza nuclear débil, la constante de estructura fina…cambios en muchas de ellas significarían un Universo estéril.

Esto nos ha llevado a preguntarnos, desde hace mucho tiempo, ¿No es demasiada casualidad? De todos los posibles valores que tienen estas constantes, ¿por qué razón tienen los que, precisamente, nos han creado a nosotros?

De hecho, esta “coincidencia” en las constantes universales es un argumento relativamente común a favor de la existencia de Dios. Puesto que, si estas constantes pueden tomar muchos valores (supongamos que todos los valores tienen la misma probabilidad de ocurrir) y justo han ocurrido los que han producido la vida, ¿no es lógico pensar que no puede ser fruto del azar? La probabilidad es tan pequeña que parece que el Universo ha tenido que ser “diseñado” para la vida.

Pero este argumento es incompleto – debemos tener en cuenta los efectos de selección del observador de los que hablamos en la entrada anterior. Para simplificar el problema, supongamos que la premisa de la que parte del argumento del “Diseño Inteligente” (que todos los valores posibles de las constantes tienen la misma probabilidad de ocurrir) es cierta y que (por ejemplo) la probabilidad de que tengan los valores reales que observamos es de una entre un billón.

El defensor del argumento anterior diría: La probabilidad de que el Universo sea como es y no de otra manera es de una entre un billón. Esta probabilidad es minúscula, por lo tanto podemos afirmar que es muy probable que haya un “diseñador” que ha elegido los valores de estas constantes a priori para producir la vida inteligente en la Tierra.

Pero espero que un lector avezado de El Tamiz, llegado este punto, se diga a sí mismo: No, espera – el argumento no tiene en cuenta un dato fundamental: que yo me estoy haciendo estas preguntas, y estoy dentro del Universo, luego estoy en un Universo en el que alguien se hace preguntas.

En efecto, supongamos que la probabilidad de que el Universo produzca la vida como la conocemos es de una entre un billón: supongamos que hay un billón de Universos “posibles”, y en todos menos uno no existe la vida. Si yo fuera un observador externo a todos los Universos, podría afirmar que la probabilidad de elegir uno al azar y que tenga vida es de una entre un billón….pero si estoy en el Universo y me hago estas preguntas, es que necesariamente estoy justo en el que existe la vida inteligente.

De hecho, expresado así, el argumento es una tautología: Un Universo en el que existo y puedo preguntarme por qué existe la vida en él debe, necesariamente, ser un Universo cuyas condiciones son las indispensables para la vida, independientemente de lo improbables que éstas sean. Este argumento es, dicho con mis propias palabras, la forma débil del Principio Antrópico, propuesto formalmente por primera vez por Carter en 1974.

¿Qué utilidad puede tener una perogrullada así? Voy a expresar el Principio con otras palabras: Puede haber muchísimos Universos en los que no exista vida inteligente, pero sólo en los que sí la haya puede haber alguien que se sorprenda de lo excepcional que es el suyo.

Es decir, que puede que no haya nada en absoluto “excepcional” en nuestro Universo. Los valores de sus constantes pueden ser totalmente aleatorios, como los de otro millón, o billón, o trillón de Universos, pero sólo en aquellos de esos Universos en los que da la casualidad de que surja la vida puede algún ser preguntarse por qué tiene la suerte de que las constantes valgan lo que valen.

Lo mismo puede aplicarse a otros argumentos del “Diseño Inteligente”. Por ejemplo: ¿cómo es posible que, por azar ciego, la evolución haya creado algo tan complejo como el ser humano, capaz de hacerse preguntas sobre el Universo? Imaginemos que, de cien millones de planetas en los que la evolución empieza de cero, sólo en uno (aleatoriamente elegido) pudiera producirse vida inteligente. ¿Qué pensarían los seres de ese planeta? No voy a redundar en los mismos razonamientos – la selección del observador una vez más.

Existen otras formas del Principio Antrópico que no me parecen tan filosóficamente sólidas y, de hecho, se llama a muchas cosas “Principio Antrópico” y no está muy claro, a veces, a qué se refieren con eso. Pero espero que la idea central haya quedado clara.

El propósito de este artículo ha sido mostrar cómo, partiendo de datos mínimos (me estoy preguntando por qué mi Universo es especial) podemos llegar a conclusiones interesantes (mi Universo no tiene por qué ser especial) utilizando los efectos de selección del observador (Yo me estoy preguntando por qué miUniverso es especial). Espero que te haya resultado intelectualmente estimulante. No hace falta que me señales todos los posibles defectos de las premisas empleadas – soy consciente de ellos, y como he dicho varias veces esto no pretende ser ciencia, pretende hacernos pensar juntos.

En la próxima edición trataremos de otro tipo de efecto de selección del observador, un paso más allá: no sólo el hecho de que yo exista afecta a las conclusiones que saco del Universo, el “número de observador” que me ha tocado puede tener consecuencias sobre cómo veo lo que me rodea – ese hilo mental nos llevará a otro asunto fascinante, el Argumento del Día del Juicio Final.