YABRA IBRAHÍM YABRA

Es uno de los principales intelectuales árabes contemporáneos, con una amplia producción literaria que abarca novela, poesía, crítica literaria y traducción.

Entre 1982-1990 fue presidente de la Unión de críticos iraquíes y miembro de la Unión de escritores de Iraq y de la Asociación internacional de críticos de arte, con sede en París. También fue miembro de honor de la Asociación de traductores iraquíes y de la Asociación de artistas iraquíes.

Su intensa actividad intelectual fue reconocida con numerosos premios, entre ellos el Targa Europa Prize for culture, Roma, 1983. El primer premio de la Kuwaiti Foundation for Scientific Achievement, en 1987. El premio nacional iraquí de novela en 1988. La medalla de las Letras y las Artes en Jerusalén, en 1990. La medalla de las Letras de Túnez, en 1991. El premio a su labor de traductor, concedido por la Universidad de Columbia, en 1991. Además, su nombre fue mencionado en alguna ocasión como candidato al premio Nobel de literatura.

Como poeta árabe de vanguardia, es consciente de la importancia de la innovación en el pensamiento árabe, en la literatura y en la vida en general, y a la vez se identifica con el pensamiento romántico occidental, tanto desde el punto de vista estético como por la defensa del individualismo. No obstante, como palestino, expresa en su poesía el intenso sufrimiento de su pueblo, recreando momentos de angustia e indignación ante la masacre palestina.

Realizó diversos estudios críticos sobre las literaturas europeas (El octavo viaje, 1967).

Es autor también de libros de poesía (Tammuz en la ciudad, 1960), ensayos (El arte iraquí contemporáneo, 1972), traducciones del inglés (Hamlet, 1960) y novelas (Un grito en una larga noche, 1946; Sudores, 1956; El primer pozo, 1998; Cazadores en una calle angosta, 1999).

Después del Gólgota


Viví con Cristo,

morí con Él y resucité.

Mi voz clamó en el desierto

como si fuera otra voz,

ardiendo con un fuego desconocido.

¿Por qué el fuego? ¿Para quién?

Dame sombra y agua fresca

y yo colgaré mis recuerdos en

la pared de una habitación abandonada.

La muchedumbre se ha dispersado y

los invitados se han marchado.

La voz clama en vano

como la voz de antes de la muerte y

el Gólgota.



En mis labios hay restos de miel

y de hiel.


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