Friedrich Nietzsche

Biografia

Friedrich Nietzsche nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, un pequeño pueblo cerca de Leipzig.La vida del filósofo fue volviéndose cada vez más retirada y amarga a medida que avanzaba en edad y se intensificaban los síntomas de su enfermedad, la sífilis.Los últimos años de su vida los pasó recluido, primero en un centro de Basilea y más tarde en otro de Naumburg. Tras su fallecimiento, su hermana manipuló sus escritos aproximándolos al ideario del movimiento nazi.

Obras

Se reconoce el valor de sus textos con independencia de su atormentada biografía, durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la enfermedad que padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura.


El origen de la tragedia en el espíritu de la música 1872

Consideraciones intempestivas1873-76

Humano, demasiado humano 1878-79

Aurora 1881

La gaya ciencia 1882

Así habló Zaratustra 1883 (primera y segunda parte) y en 1884 continuó con la tercera y cuarta parte.

Más allá del bien y del mal 1886

La genealogía de la moral 1887

El caso Wagner 1888

Nietzsche contra Wagner 1888

El crepúsculo de los ídolos 1888

El anticristo 1888

Ecce homo 1888

Comentario obras

El anticristo (1888)

Nietzsche hace una critica a la religión cristiana, dice que las enseñanzas de Jesús perdieron importancia con el paso del tiempo.Comenta que hemos descubierto la felicidad,sobre lo que es bueno y malo,también dice que los cristianos son el animal enfermo del hombre.

Nietzsche habla de un superhombre con todas la cualidades positivas de los hombres y dejando atrás todas la negativas,Nietzsche culpa al cristianismo de todo el mal que sufre los hombres.


El crepúsculo de los ídolos 1888

El tema principal es el pensamiento filosófico de Nietzsche en contraposición al pensamiento que gobierna en otros estados de la época. Critica la moral, la esclavitud y analiza cómo ha llegado a terminar el mundo en lo que es ahora.


Selección de textos

EL ANTICRISTO

1

Mirémonos cara a cara. Somos hiperbóreos; sabemos perfectamente bien hasta qué punto vivimos aparte. “Ni por mar ni por tierra encontrarás un camino que conduzca a los hiperbóreos”; ya Píndaro supo esto,mucho antes que nosotros. Más allá del Norte, del hielo, de la muerte; nuestra vida,nuestra felicidad...

Hemos descubierto la felicidad, conocemos el camino, hemos encontrado la manera de superar milenios enteros de laberinto. ¿Quién más la ha encontrado? ¿El hombre moderno acaso? “Estoy completamente desorientado, soy todo lo que está completamente desorientado”, así se lamenta el hombre moderno... De este modernismo estábamos aquejados; de la paz ambigua, de la transacción cobarde, de toda la ambigüedad virtuosa del moderno sí y no. Esta tolerancia y largeur del corazón que todo lo “perdona” porque todo lo “comprende” se convierte en sirocco para nosotros. ¡Más vale vivir entre ventisqueros que entre las virtudes modernas y demás vientos del Sur!... Éramos demasiado valientes, no teníamos contemplaciones para nosotros ni para los demás; pero durante largo tiempo no sabíamos encauzar nuestra valentía. Nos volvimos sombríos y se nos llamó fatalistas. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la acumulación de las energías. Ansiábamos el rayo y la acción; de lo que siempre más alejados nos manteníamos era de la felicidad de los débiles, de la “resignación”... Nuestro ambiente era tormentoso; la Naturaleza en que consistimos se oscurecía, pues no teníamos un camino. La fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una recta, una meta...


El crepúsculo de los ídolos 1888


Conservar la propia jovialidad en mitad de un asunto tétrico y gravado por una responsabilidad que excede toda ponderación exige no poca habilidad: y, sin embargo, ¿qué sería más necesario que la jovialidad? No sale como es debido cosa alguna en la que no participe la arrogancia. Solo el exceso de fuerza demuestra la fuerza.

Una transvaloración de todos los valores,este signo de interrogación tan negro, tan enorme que arroja su sombra sobre quien lo pone, una tarea tan fatídica fuerza en cada instante a correr para colocarse donde a uno le dé el sol, a sacudir de sí una seriedad pesada, que ha llegado a ser demasiado pesada.Todo medio que conduzca a ello está justificado, todo «caso» será un caso afortunado, un golpe de suerte. Sobre todo la guerra . La guerra era siempre la gran prudencia de todos los espíritus que se habían vuelto demasiado interiores, demasiado profundos; incluso en la herida sigue habiendo fuerza curativa. Un dicho, cuya procedencia sustraigo a la curiosidad erudita, ha sido desde hace largo tiempo mi divisa.


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