Azaña: Paz, piedad y perdón

PAZ, PIEDAD Y PERDÓN. La guerra civil está agotada en sus móviles porque ha dado exactamente todo lo contrario de lo que se proponían sacar de ella, y ya a nadie le puede caber duda de que la guerra actual no es una guerra contra el Gobierno, ni una guerra contra los gobiernos republicanos, ni siquiera una guerra contra un sistema político: es una guerra contra la nación española entera [...] La reconstrucción de España será una tarea aplastante, gigantesca, que no se podrá fiar al genio personal de nadie, ni siquiera de un corto número de personas o de técnicos; tendrá que ser obra de la colmena española en su conjunto, cuando reine la paz, una paz que no podrá ser más que una paz española y una paz nacional, una paz de hombres libres [...] Este fenómeno profundo, que se da en todas las guerras, me impide a mí hablar del porvenir de España en el orden político y en el orden moral, porque es un profundo misterio, en este país de las sorpresas y de las reacciones inesperadas, lo que podrá resultar el día en que los españoles, en paz, se pongan a considerar lo que han hecho durante la guerra. Yo creo que si de esta acumulación de males ha de salir el mejor bien posible, será con este espíritu, y desventurado el que no lo entienda así. No voy a aplicar a este drama español la simplísima doctrina del adagio de que “no hay mal que por bien no venga”. No es verdad. Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, piedad, perdón.

 Fuente: Manuel Azaña, Discursos políticos 


CLASIFICACIÓN

El texto es una fuente primaria, de naturaleza político-circunstancial, es un discurso político pronunciado por el presidente de la República española, Manuel Azaña, el día 18 de julio de 1938, cuando se cumplían dos años de la sublevación militar que habían desencadenado la Guerra Civil (1936-1939). Es un texto subjetivo que muestra con gran emoción el desgarro que le producía esta cruel guerra y es un llamamiento a la paz, a la reconciliación nacional, y una enseñanza para las generaciones futuras. El discurso se pronunció en el Ayuntamiento, en el Salón de Cent, de Barcelona, que en estos momentos era la sede del gobierno de la República.

El autor del discurso es Manuel Azaña Díaz, político y escritor nacido en Alcalá de Henares en 1880. De familia acomodada, estudió Derecho en París y trabajó como funcionario en la Dirección General de Registros y Notariados. Como escritor podemos destacar obras como El jardín de los frailes, La velada en Benicarló y sus Diarios . Pero, sobre todo, destaca su labor política desde grupos republicanos de izquierda y su intensa actividad como miembro destacado del Ateneo de Madrid. Al proclamarse la República, en 1931, se convirtió en Ministro de Defensa y, poco más tarde, en Presidente del Gobierno, cargos desde los que emprende toda una serie de reformas que hubiesen promovido una transformación profunda del país: reforma del ejército, religiosa, del estado centralista, educativa, reforma agraria y más reformas sociales,… pero todo este programa queda truncado por los sucesos de Casas Viejas que le obliga a presentar la dimisión. Tras las elecciones del 36 vuelve a la presidencia del gobierno y en mayo del 36 será nombrado presidente de la República, cargo que desempeñará durante toda la guerra hasta su dimisión en marzo de 1939, morirá en el exilio en 1940, en Montauban.

Como discurso se transmitió de forma oral, (hay que destacar como curiosidad que fue grabado), pero luego fue publicado y adaptado por los distintos periódicos como, La Vanguardia, El Sol o el Socialista. El destinatario es público, el pueblo en general, los republicanos enfrentados, el general Franco, y la comunidad internacional. Hay que destacar que, aunque el discurso está dirigido al público en general está escrito con un registro culto y literario, con un vocabulario, una sintaxis y una estructura que nos hace pensar en un destinatario más bien intelectual. De hecho, fue pronunciado por Azaña ante el presidente del gobierno Negrín, y el gobierno en pleno, el presidente de las Cortes, Martínez Barrios, y varios diputados, el gobierno de la Generalitat, diplomáticos y Jefe del Estado Mayor de Defensa. El discurso tuvo una duración de 74m, y en todo momento estuvo alejado de arengas políticas.

ANÁLISIS DEL TEXTO

Idea principal, es sacudir las conciencias y a la moral de todos los que tenían en sus manos poder parar esta guerra y encontrar una salida negociada y de concordia nacional en unos momentos en que la guerra parecía ya perdida para la República, de ahí que el discurso se conozca por las palabras con las que acaba el mismo, “Paz, Piedad y Perdón. Esta opinión era compartida también por personalidades destacadas del Partido Socialista como Julián Besteiro, y el Presidente de la Generalitat, Lluis Companys, que venían intentando un armisticio con Franco con la mediación de Francia e Inglaterra. Azaña consideraba que había que parar ya el conflicto. A lo largo del discurso se insiste en las nefastas consecuencias de esta guerra fuese quien fuese el vencedor y se denunciaba ante la comunidad internacional la presencia de Alemania e Italia que prolongaban el conflicto, aunque no se alude a las causas profundas de la guerra.

Primer párrafo es una metáfora, pero comienza hablando de una “gran conmoción” provocada por la erupción de un volcán creando una imagen muy plástica en la que el magma solidificado donde se reconstruirá el nuevo pueblo evoca a la reconstrucción del país que tendría que asentarse sobre todas esas gentes que habían dado su vida en esta guerra.

En el segundo párrafo de forma conmovedora rinde homenaje a todos los hombres y mujeres que perdían su vida en esta guerra sin razón de la que lo único positivo que se podría derivar sería servir de enseñanza a las generaciones futuras para que no se volviera a repetir…. Que permaneciese en el recuerdo y en la memoria: “sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección:”

Pero no todos opinaban los mismo. El presidente del gobierno, Negrín, se sintió molesto por el tono derrotista del mensaje. El 30 de abril había publicado las bases para un llegar a un acuerdo con los sublevados franquistas y reclamar el apoyo internacional, que son conocidos como los Trece Puntos de Negrín. Franco rechazó la oferta quiere una rendición sin condiciones. Negrín opta por mantener el conflicto y el 25 de julio comenzaría la última ofensiva republicana que daría lugar a la Batalla del Ebro.

A pesar de la flagrante derrota de la Batalla del Ebro, Negrín quiso resistir alentado por la esperanza de que el estallido de un conflicto internacional contra el fascismo obligaría a los defensores de la democracia a derrotar al ejército franquista. Pero el coronel Casado dará un golpe de estado y el 26 de marzo del 39 rinde Madrid a las tropas de Franco. En septiembre de 1939 comenzaría la IIGM.

CONCLUSIÓN

No hubo ni Paz, ni Piedad, ni Perdón y la paz sólo fue miedo y silencio ante la represión, las delaciones y depuración despiadada que aplicaría la dictadura franquista. España quedó dividida entre vencedores y vencidos.

No será hasta la Transición democrática, tras la muerte de Franco en 1975, que es texto de Azaña obtenga su reconocimiento merecido y que se produzca verdaderamente una reconciliación entre los españoles. Será evocado durante el proceso de tramitación de la ley de la memoria histórica y el intento de final negociado con la banda terrorista de ETA. Hay algunos que ven también su influencia en la actitud de algunos franquistas como Dionisio Ridruejo o Joaquín Ruiz-Giménez que se fueron alejando del régimen y optaron por perdonar y aceptar a los vencidos.

Azaña siempre antepuso la moral y la razón a los preceptos religiosos y desde la ética trató de despertar las conciencias de las democracias internacionales para conseguir detener la guerra y salvar la República. Conmueve pensar que esas generaciones futuras a las que invoca el texto cuando dice: “que piensen en los muertos y escuchen su lección: …..el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: “Paz, Piedad y Perdón”, somos nosotros.

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