Fernando Gonzalez del Valle

Ha merecido la pena participar en la edición de esta Monografía aunque solo sea por la oportunidad de dar las gracias por escrito a mucha gente que se lo merece.

Ha sido un placer trabajar en la distancia, pero codo con codo, con Miguel Ruiz Miguel un hombre cabal y un oculista sincero, dispuesto, preparado y generoso, que ha puesto sus siempre medidas consideraciones en cada parte de esta obra. He sido afortunado al contar con su ayuda, con su ilusión y con su forma de entender la vida, con una seriedad siempre risueña, lo que ha sido imprescindible para la elaboración de este libro que ha intentado contagiarse de eso precisamente, de rigor y amenidad.

Miguel y yo tenemos que agradecer a la nueva Junta Directiva de la SECOIR que nos hayan aceptado nuestra propuesta de escribir sobre Catarata y Retina. Cuando recibimos la notificación oficial yo empecé a recordar a Ramón Lorente y a Javier Mendicute momentos antes de presentar su fantástica Ponencia Oficial de la SEO, Cirugía de Cristalino. Siempre me recreo pensando en que todo tiene su fin y que este está más próximo de lo que creemos. Así el camino se hace más corto y se puede disfrutar, como lo he disfrutado con la compañía de Miguel y de muchísimos compañeros de toda España a los que les agradecemos su altruismo, su experiencia y sus ganas de, a pesar de todos los problemas que tenemos los médicos, seguir luchando por la formación de esta milenaria profesión.

Javier Mendicute y Ramón Lorente nos han guiado con su gran capacidad de trabajo, de disciplina y del verdadero liderazgo, el del ejemplo. Javier ha sido todo un descubrimiento para mí como conversador, como pensador y como atleta, por su integridad y por la clarividencia de sus ideas. A Ramón lo conozco a través de Fernando Martínez Sanz, nuestro recordado Fernando. Hace muchos años Fernando, como deferencia hacia mí, me puso de ayudante con él un día en que los mejores cirujanos de catarata nos visitaron en La Mancha. Después de acabar la cirugía la rememoré y la dibujé (sigo dibujando todavía hoy en todas mis cirugías) y dibujé las manos de un gran cirujano. Ramón comparte conmigo la mezcla de caracteres del que es de Castilla y vive en Galicia, la ambivalencia del que es del Bierzo leonés. Ramón ha sido un faro profesional al que seguir, incansable, rebelde ante lo establecido, innovador, luchador y comprometido de forma inquebrantable con la Oftalmología y con las jóvenes generaciones, con el futuro de nuestra profesión. Gracias Ramón por iluminar nuestro camino.

Es justo reconocer la labor de Ester y José de Ediciones Macline. Son trabajadores, rápidos, y muy ingeniosos y sobre todo han sido muy pacientes con nosotros. También agradecemos la labor de la familia García-Sicilia que han estado siempre al otro lado del teléfono a cualquier hora del día para resolvernos dudas y que han hecho todas las gestiones necesarias para que este proyecto, como se puede palpar, sea una realidad.

Ha sido un honor poder trabajar para un libro adornado por las obras maestras de la pintura universal del Museo del Prado. Estamos agradecidos a todos los que han colaborado en que haya sido así, a nuestro Presidente de la SECOIR, Ramón Lorente, que aprobó la novedosa idea, a Paco Poyales que intercedió a través de su amigo Plácido Arango, patrono del museo, y a los que gestionaron todos los detalles: Pepe García Sicilia, Ángel Martínez de Audiovisual y Marketing y Carmen Huertas y el resto de los trabajadores del banco de imágenes de nuestro inigualable Museo Nacional del Prado

Este proyecto también es una novedad porque por primera vez sale a la vez con dos formatos diferentes, uno físico, el tradicional en papel y otro digital. La versión digital es mérito de Jacobo Yáñez, que con mucho conocimiento, inteligencia, sentido de la estética y gran creatividad nos ha embarcado a todos en una nueva aventura para la que solos no estábamos capacitados ni preparados. Gracias Jacobo, por seguir ilusionándote en ilusionarnos con las nuevas tecnologías que dominas como nadie.

No debo olvidar La Paz, el hospital en dónde realicé mi residencia con gente fantástica, con Agustín Fonseca, el jefe, los González, la savia nueva que llegó del oftálmico, mis compañeros de residencia: Rosa, Antonio, Ana, Lillo, Carmen, Loren, Maca… ¡Qué lejos queda mi primera catarata ayudado por Manolo Moriche! Me quedé a dormir en una camilla de retina en las consultas aquella noche de nieve para velar aquel primer postoperatorio. ¡Qué orgullo juvenil sentía después de mi primer trasplante de córnea con Concha Hernández o de mi primera vitrectomía con Ana Marcos y después de aquellos días interminables de quirófanos pediátricos y de órbita con el incansable e innovador Jose Abelairas, permanentemente rebelde por la causa de la ética de nuestra profesión!

Recuerdo los primeros años con Fernando Martínez Sanz en Alcázar, un gran amigo y cirujano que buscaba los buenos resultados de sus operaciones aspirando a un ideal de belleza quirúrgico. Aquel tiempo tiene el sabor a juventud indómita e inconformista que se desangraba de compañerismo, de ideales y de compromiso con el hospital. Han pasado muchos años y muchos compañeros, muchos Nicos, Isas, Conchitas, a los que tenemos presentes siempre. Seguimos luchando muchos otros Espe, Javi y Jose intentando preservar la esencia de lo que fuimos. Gracias Jesús por trasladar nuestras ideas a fantásticos videos quirúrgicos en inolvidables e intensas tardes y noches de trabajo. No, no puedo olvidar La Mancha, la tierra que ha guiado nuestros pasos desde hace más de 20 años y que ha impregnado con los rojos de sus atardeceres para siempre nuestras almas.

Hice medicina porque me lo pidió con alegría mi madre Amparito, que sabía elegir mejor que yo. Me fui a estudiar a Salamanca porque llovía mucho en Ponferrada y necesitaba sol, gracias a eso conocí a mi novia allí. Mis manos son las de mi padre Santiago, las mismas que un día trabajaron con honradez la tierra o salaron las pieles, ahora hacen microcirugía. Agradezco a la familia, a la inteligencia natural de mi tía María, o a la erudita y cultivada de mi tío Carlos, a la búsqueda de la perfección y del tesón por el trabajo bien hecho de mis hermanos: Luis y Pili, Ana y Javier, Pepa y Javier, y a la energía de las nuevas generaciones: Alberto, Alicia y Hernán, que me hayan dirigido en mi propia vida. Si hice Oftalmología fue porque me lo indicó mi Rosa, sin ella no hubiera tenido la oportunidad de escribir esta monografía. Gracias Rosa por guiarme siempre en la senda de lo correcto, por pensar siempre en los demás, por establecer las prioridades de la vida y por Pablo y Sofía, los mejores hijos que nunca hubiera soñado tener. Siempre que hago algún trabajo en casa (recuerdo trabajar de forma incansable y alegre con Pepe y Rosi colocando cuarterones en las paredes) procuró escribir en la madera que no queda a la vista, que somos muy felices. Tal vez alguien lea ese mensaje algún día y reflexione sobre su propia felicidad, la que siempre está al alcance de nuestras manos de cirujanos.

Pues eso, que he sido muy feliz escribiendo y os estoy muy agradecido.

Alcázar de San Juan, 2 de mayo de 2017

Fernando González del Valle