Mi sueño ensuelto
A la hora en que los nombres
de los pueblos
sueñan su luz más pura,
y en que cualquier mirada insomne desde lejos puede
abrasarlos, dejarlos convertidos
en inquieto rescoldo de luceros,
ando buscando en libros nunca escritos
lo que será de mí, reducido a proverbio.
Se retuerce en la noche
la brasa de la esquila,
el ascua del ladrido de los perros,
el tizón humeante
de una conversación de nocherniegos,
la pavesa de un ¡ay!
de alguno que habla en sueños,
el fulgor del chillido de un pájaro
de mal agüero.
Rápido, luna llena: antes de que despierte
el ombligo celeste de los cerdos
hurgando con la caña del rugido
la caña de los huesos,
necesito saber qué harán de mi destino
los gatos que agonizan en el huerto:
si se disputarán el corazón
alanos carniceros.
(El reloj de la Meseta
se quita escamas de tiempo.
Campo de Segovia. Son
las tres. Las tres son. Silencio.)
[8-9 de agosto '76.]