Aqua fons vitae

Quiero volver a ver esa luz

dulcemente matada

por la presión inocua de unas nubes de aluminio:

esa luz inocente

en uno y otro sentido,

esa luz abierta de pecho:

la que vierte Zamora por la tarde de agosto

si le pones en la kréne indiferente

el vaso de aluminio de un vagón de tren.


Cuando aún no ha empezado la vendimia

(cuando a las vides se les ven las venas).

Se sabe que es potable la fuente de la vida

si, parado ese tren en La Gudiña

o tembloroso en San Pedro

de la Herrería,

no pasa por los montes ni un quejido,

puede comerse, postre dulce, el aire,

y un inquieto, insensato, impredecible

soplo de viento

menea, hace oscilar a los vagones,

ensaya en ellos el silbo de un augurio

como de invierno o lobo

que pasa por el ojo de una aguja.


* * *


En el callado riacho de agua oscura

hay un rasgón de sol

y en el rasgón un pez latiendo viéndolas venir.

Desde lo alto del puente,

con misterios de cielo reflejado

y lejanías en que la haz del río

cnvidia a sus orillas,

¿de qué nos alimenta

la vida venidera por su cauce,

que no queremos nunca

dejarla de mirar?


(Recién llegado y aprendido a ver Verín,

18 de agosto 2010.)


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