Tocan el clave con el carrick puesto

Y parados en pie. Tocan el clave

como el que elige con sonrisa y manos entre

la vasta gama de la pesebrera.

Lo que escogen es prisma de anisados,

lascivo desperezo

de humo azul en pijama,

niebla constituida

y olor de lumbre abril.

Mientras tanto, ya el clave

rompe a trotar haciendo trenzas de agua,

remolinos minúsculos,

cantos ensimismados, como si no fueran

los hombres de Estremoz los que consiguen

que se ponga talar hasta las barbas,

a semejanza de ellos

y de ciertos envueltos de tabaco

para insistir revolcándose en los graves.

Salen transfigurados del café:

campaneando como cruz alzada

y embarrancados en la culpa, al tiempo

que redimidos de ella. No sé si me explico.

Todo por obra y gracia

de unas hidroterapias al clave bien tostado.

Salen al implacable frío de las placetonas

anegadas de niebla,

y no saben si han muerto en una de ésas

y andan vagando por el trascastillo

como por el alfoz helado de la muerte.

Todo por obra y gracia

de un café al autoclave tomado en Estremoz

un lunes de Pasión.

Segunda feira,

onze de abril de mil e novecentos

e setenta e seis.


[Évora y Estremoz,

7-10 de abril ' 98.]


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