Exultación en Orbaiceta, penitencia en Irati

¿Cómo me convencería yo de que es posible hablar de una sorpresa en el bosque de Irati sin referirlo a la Divina Commedia? El bosque cambió de plan como a veces la vida parece que va a ponerse de nuestra parte.

Hace un momento, yo estaba leyendo un libro que no hablaba de nada parecido, y de golpe se me ha representado una subida fácil, una costezuela suave e imitadora donde empezaban a acompañarte los robles, unos robles tan afilados que eran ahilados. Y el suelo inexplicablemente cubierto de hojarasca o corteza roja. Un sol milagrero y lloviznoso en todo lo alto: pero no en el cielo, sino bajo una bóveda mugiente como de catedral. Bóveda benévola. Y todo ello dio la impresión de que el resto del circuito andadero iba a tornarse propicio. Parecía haber cambiado el Tiempo con mayúscula.

Y era que, sin percatarnos de las señales en los árboles, habíamos empezado el retorno. A partir de ahora, destejer. (Todavía nos caímos en el barro... una vez cada uno. Otra vez cada uno.)


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