Viene al caso aquí contar que, hace unos años, tuve la idea de coleccionar todos mis poemas de amor carnal, más carnal, siguiendo el orden del cuerpo humano, y así lo apunté en mi hoja de memoria; pero meses después añadí debajo una 'corrección de pulso': ¡demasiado oficinesco! ¡Mejor romper el espejo!, y que ahí se refleje lo que pueda. De modo que corregí el título: Haré por ti cien trizas el espejo.
Me gustó mucho más el propósito y el título, entre otras cosas porque es endecasílabo. Y porque lleva ahí un cúmulo de aliteración-rima inicial-balbuceo silábico que me entusiasma. ¿Por qué no lo he usado, entonces, para alguna de las secciones de esta colección? Porque es demasiado salvaje, y no quería asociar el amor carnal a ese elemental traqueteo de niño malcriado. Lo que sí he hecho ha sido estrellar contra el suelo el espejo de mi mazo de cuartillas de todos estos años, y darle un título más o menos explícito a cada triza (a cada sección).
Ya sé que hay demasiados títulos en latín. Títulos, y lemas, y pies, y remates. Demasiados en latín, quizás. Los he dejado así porque su sentido conviene al poema. Pero no he querido traducirlos, a fin de que el prestigio de las divinas palabras actúe sobre el lector, que aportará las asociaciones libres que le den las palabras latinas: y esa atmósfera será la que el lector añada al poema, el cual, así, será distinto para cada uno.
Las secciones son estas:
Madrid, 14 de junio de 2017.