Primer historiador

ARCHIVO DE JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ SALDAÑA,

El primer historiador de la fotografía rioplatense


José María Fernández Saldaña, un respetuoso "Pepe" para sus familiares y amigos, nació en el Salto Oriental el 19 de enero de 1879. Hijo único del matrimonio José Fernández Vior, asturiano instalado con próspera barraca, y Dolores Saldaña, dama de sociedad, cuya estirpe estaba emparentada con las mejores familias del departamento.



El niño recibió una esmerada educación hogareña, que se acentuó en el Instituto Politécnico de Salto, donde empezó su amistad con Horacio Quiroga, para trasladarse luego a la capital, donde cursó estudios en la Facultad de Derecho.

En el inquieto y romántico Montevideo del Novecientos el joven salteño se integró con fervor a la intelectualidad artístico-literaria de su generación, formando parte de uno de los cenáculos más característicos, el "Consistorio del Gay Saber".

En 1905 se recibió de abogado, profesión que nunca ejerció, aunque la utilizó como base para el ejercicio de una serie de cargos y actividades públicas, en las que desplegó, como denominador común, el interés por la investigación y el estudio de la historia.

Primero se desempeñó como Juez de Paz en la primera sección judicial de Lavalleja para luego actuar como Representante Nacional por el departamento. Más tarde fue nombrado Ministro Embajador ante los Gobiernos de Brasil y Paraguay, estadías que aprovechó para reunir documentación sobre la Guerra de la Triple Alianza. Incluso, llegó a integrar la delegación uruguaya que se trasladó al Paraguay, para efectuar la devolución de las banderas y trofeos tomados durante la guerra.

Al regreso, durante años se desempeñó como profesor de geografía, recorriendo buena parte del país en funciones inspectivas. Posteriormente fue designado Sub Director del Museo y Archivo Histórico Nacional y miembro del Instituto Histórico y Geográfico.


Mate calabaza lobulada, perteneció al

Dr. José María Fernández Saldaña.

Sala 2 - Cultura Misionera

Salto, 07 de setiembre de 1904

Correspondencia dirigida a Horacio Quiroga.

Fuente: Autores del Uruguay


Respecto a su carácter, se trataba de un espíritu culto, con un toque señorial, que le venía de los Saldaña. Lo que en otro se hubiera tenido por arrogancia, en él era distinción natural. Hombre de ideas firmes, no tenía cabida para las transacciones intelectuales. Sus amigos lo consideraban afable, con buen sentido del humor. En la intimidad familiar solía soltar la risa, en ataques que no podía parar.

Su vida entera fue investigar y escribir. Escribía en todas partes y sobre todos los papeles que encontraba. De noche aprovechaba el silencio, quedándose con la pluma hasta altas horas de la madrugada. Mientras preparaba un artículo difícil, que le demandaba múltiple investigación, le tenía prohibido a su esposa limpiar o acomodar el escritorio, hasta no terminar el trabajo. Solía dejar los libros y papeles por todas partes, en desparramado desorden, sobre el piso o las sillas, según estuvieran más a mano. Luego de terminar el artículo, las cosas volvían a la normalidad y las cosas retornaban a su lugar en la biblioteca.

Era considerado hombre de conducta epistolar. Se carteaba con mucha gente, con parientes y amigos de la juventud, entre ellos con el escritor Horacio Quiroga, pariente lejano con quien lo unía más de una afinidad y también con historiadores del país o del extranjero.

Para consuelo de otros escritores no le resultaba fácil escribir; antes bien, se llenaba de borradores que pulía incesantemente en procura del tono justo o la frase adecuada. De no quedar satisfecho, rompía las notas y volvía a empezar. A veces la habitación se tapizaba de borradores, que desbordaban de la papelera repleta.


Historiador y periodista

En todas las actividades que desempeñó, siempre aparecía presente su vocación de historiador.

Su sobrino político Guillermo Fernández, artista plástico, conserva de él un cálido recuerdo, describiéndolo de la siguiente manera: "Pepe era dueño de un poder de observación muy especial, yo le decía que tenía un ojo selectivo para investigar en archivos y bibliotecas, que complementaba con una memoria gráfica y clara aptitud para narrar. Tenía una gran apetencia por el dato, por la información, viniera de donde viniera. Y una vez obtenida, sentía una imperiosa necesidad de registrarla, de dejarla por escrito. Conforme a su temperamento y formación jurídica, daba gran valor al testimonio oral, a la entrevista con gente que había sido protagonista o testigo ocular de los hechos. Buscaba afanosamente, a veces durante años, a quien pudiera darle información de primera mano. Baste como ejemplo el caso de Esteban García, enviado por la casa "Bate y Cía." para tomar fotografías del campo de batalla, durante la Guerra del Paraguay. Fernández Saldaña persiguió el paradero de García durante mucho tiempo, hasta dar con su domicilio; finalmente, cuando lo localizó, hacía tres meses que había fallecido".

Como era hombre de dos siglos, tuvo el privilegio de entrevistar a personajes históricos. Llegó, incluso, a dar con algunos soldados de la época de Rivera, que aunque ancianos de edad, todavía conservaban frescos sus recuerdos.

Con todo el material que reunió a lo largo de los años, escribió varios libros de historia. Entre ellos, y sin ánimo de ser exhaustivo, se encuentran: "Pintores y escultores uruguayos", Montevideo, 1916, "El dibujante Juan M. Besnes e Irigoyen", Imprenta Renacimiento, 1919, "Historia general de la ciudad y el departamento de Salto", escrita en colaboración con César Miranda, Montevideo, Imprenta Nacional, 1920, "Iconografía del general Fructuoso Rivera, vencedor de Rincón, conquistador de las Misiones y primer presidente de la República", Montevideo, Imprenta Militar, 1928, "Juan Manuel Blanes; su vida y sus cuadros", Montevideo, Impresora Uruguaya, 1931, "Historia del puerto de Montevideo", en colaboración con el Ing. Eduardo García de Zúñiga, en 1931, "Resumen de historia minuana. 16 de Junio de 1837-Centenario de creación del departamento-1937", Montevideo, Talleres Gráficos Urta, 1937, "Época y gobierno de Santos", Montevideo, 1940, "Diccionario uruguayo de biografías", Montevideo, Editorial Amerindia, 1945, obra que le significó el premio Pablo Blanco Acevedo, cumbre y resumen de todas sus búsquedas e investigaciones.

En su otra vertiente, en tono periodístico, escribía crónicas y artículos para suplementos culturales o revistas. Más que periodista, se desempeñaba como divulgador de temas históricos, llegando muchas veces a entablar un diálogo con los lectores, con los que intercambiaba datos y fotografías, y no pocas veces alguna polémica epistolar.

Durante más de 20 años colaboró periódicamente con los suplementos culturales de "La Mañana", "El Día", "La Tribuna Salteña", la revista "Mundo Uruguayo", "La Prensa" de Buenos Aires, amén de otras publicaciones especializadas. Una lista completa de sus libros y artículos figura en el trabajo de recopilación "José M. Fernández Saldaña. Relación de su obra bibliográfica", de Luis Alberto Musso Ambrosi, editado por la Biblioteca Nacional, en el año 1989.


Cronista de temas fotográficos

En todos los libros que escribió o las crónicas publicadas en diarios y revistas, fueran del tema que fueran, ineludiblemente, Fernández Saldaña las acompañaba y enriquecía con fotografías, dibujos o grabados. Era consciente, lo repetía muchas veces, del valor documental e ilustrativo de la imagen, que apoya y complementa un texto, dando fuerza y vigor a la descripción escrita.

Debemos mencionar otra característica suya que, lamentablemente, no es común entre los investigadores: su respeto por el autor de la fotografía. Siempre que publicaba una foto, señalaba asimismo el nombre del autor y, cuando lo sabía, el lugar y fecha de la toma. En sus muchos años de búsqueda de material gráfico, llegó a reunir varios álbumes de fotos de Montevideo, base y referencia para sus artículos sobre la evolución de la ciudad, especialmente de la Ciudad Vieja o Plaza Independencia.

En otros casos, la foto era el tema central del artículo, como en "La demolición de la Ciudadela documentada fotográficamente" (Suplemento de El Día del 12 de marzo de 1936) o "La instantánea del atentado a Idiarte Borda en el año 1897", foto de John Fitz Patrick (Mundo Uruguayo del 22 de Agosto de 1940).

El aporte que para nuestro tema consideramos más significativo y en el que, sin dudad, tuvo carácter de pionero fue el referente a la historia de la fotografía en el Uruguay. Hacia principios de la década de 1930, cuando todavía en el mundo no había despertado el interés en el tema, Fernández Saldaña había ya realizado investigaciones iconográficas y de allí había pasado a interesarse en los daguerrotipos y fotografías antiguas, volviéndose coleccionista de las mismas. Veamos algunos de sus artículos, en orden cronológico:

- "Las primeras fotografías. Louis Comte" (Suplemento de La Mañana del 29 de mayo de 1927). "La fotografía en el Río de la Plata. Primeros ensayos del daguerrotipo en Montevideo" (La Prensa, de Buenos Aires, Sec. III, del 26 de Enero de 1936).

- "Daguerrotipos y retratos en vidrio" (La Prensa, 3 de setiembre de 1939). - "Daguerrotipos, fotografías y fotógrafos" (Supl. El Día del 17 de noviembre de 1940).

- "Fotografías antiguas" (Supl. El Día, 10 de Abril de 1949).

El manejo y la distinción entre retratos, fotografías y daguerrotipos se encuentran ya en su primer libro importante, el que tiene que ver con la iconografía del General Rivera, publicado en 1928.

Otro tema que le preocupó especialmente fue el de investigar sobre la vida y vicisitudes de los daguerrotipistas y fotógrafos. Con gran paciencia averiguó la trayectoria de la mayoría de las galerías o casas fotográficas del siglo pasado, anotando en forma manuscrita sus direcciones, nombres, mudanzas, cambios de titular, asociaciones, fallecimientos o continuaciones comerciales, etc.


El coleccionista

A Fernández Saldaña le aconteció el destino común de muchos investigadores, que empiezan consiguiendo material para ilustrar sus trabajos y terminan por volverse coleccionistas del material estudiado. Como se trataba de un espíritu multifacético y enciclopédico, la pasión por coleccionar se manifestó en una gran cantidad de rubros, es decir, en todo lo que tuviera un interés histórico, artístico o cultural.

Su casona de la calle Inca, al Nº 1969, de grandes patios y claraboyas, fue el repositorio ideal para numerosas bibliotecas de roble y variadas vitrinas con distintos objetos. Hasta los sótanos y altillos terminaron por llenarse de cosas, carpetas, libros, material variado, esperando su clasificación y correspondiente archivo. Además de documentos y fotos había obras de arte, cuadros, esculturas (varias de José Luis Zorrilla de San Marín), cuadros de Cayetano Gallino, Amadeo Gras y sobre todo de Juan Manuel Blanes, de quien escribió un trabajo biográfico crítico.

Entre los libros tenía pasión por los incunables y primeras ediciones, como la de "Tabaré", en ejemplar que le dedicara el propio Poeta de la Patria y que lucía en la tapa una figura de indio en relieve metálico. También coleccionaba armas antiguas, condecoraciones, medallas, billetes, monedas, sellos y postales. En fin, una cosa lleva a la otra y la otra a la de más allá y no había límite para una actitud de coleccionismo fáustico, propia de una época donde todo estaba inexplorado.

A fin de resaltar su figura como la del primer historiador de la fotografía rioplatense, cabe destacar sus colecciones de daguerrotipos y fotografías antiguas.

La familia recuerda que tenía gran cantidad de daguerrotipos y ambrotipos, docenas de ellos, aunque no puedan aventurar el número, los que guardaba cuidadosamente en pequeñas cajas de cuero de tafil, acomodadas en función de su forma y tamaño.

En tal sentido mantuvo una fluida y continua relación epistolar con el investigador argentino Dr. Julio F. Riobó, cuya colección de daguerrotipos es la base del museo de Chascomús, al sur de la provincia de Buenos Aires.

Pero sobre todo, Fernández Saldaña poseía una gran colección de fotografías antiguas, tanto vistas de la ciudad como retratos de familia, material que valoraba especialmente, dada su condición de foto-aficionado y su trato personal con varios de los fotógrafos más renombrados de la época.

Conoció personalmente a los fotógrafos John Fitz Patrick, Chute & Brooks y Joseph Fillat de quienes tenía muchas fotografías. Asimismo fue amigo personal del Dr. Augusto Turenne y otros miembros del Foto Club de Montevideo, que también habían sido miembros de la Sociedad Fotográfica de Aficionados y luego miembros fundadores del Foto Club Uruguayo.

En el año 1942 tuvo el privilegio de entrevistar al primer foto aficionado del país, don Horacio Ellis, que contaba con 90 años y le obsequió numerosas fotografías de la ciudad de Montevideo, tomadas por él entre 1880 y 1900. En procura de daguerrotipos y fotografías antiguas, Fernández Saldaña recorría semanalmente las casas de remates y antigüedades y también librerías de viejo, especialmente la de su amigo Berhouet, donde era muy conocido y apreciado y le reservaban especialmente los objetos e imágenes raras que aparecían de tanto en tanto.

En su casa se reunía habitualmente con otros investigadores y coleccionistas, como Ricardo Grille, Simón Lucuix, y los Contraalmirantes (R) Carlos Olivieri y ... Aguiar, amigos con los que mantenía largas charlas e intercambio de informaciones.

La recopilación de material gráfico la obtenía, fundamentalmente, durante sus viajes al interior en tareas inspectivas, conectándose con las familias tradicionales de las distintas ciudades, recibiendo en obsequio o préstamo viejos álbumes, algunos de gran interés histórico. Y no faltó, tampoco, en algunos contados casos, una indisposición repentina y simulada, que le permitió guardar con disimulo alguna de las fotos, exasperado porque los ancianos tertuliantes irían a tirar por la basura o a dejar a sobrinos no preocupados por temas históricos. Otras veces concurría a los velorios de personajes conocidos, preocupado porque los herederos suelen tirar inmediatamente el material iconográfico del fallecido. De esta manera, fue salvando de una segura destrucción o pérdida un valioso acervo testimonial de nuestro pasado.

Archivo gráfico documental

En 1948, después de años de paciente recolección y prolífica pluma, cuando contaba con 69 años de edad, sufrió una enfermedad que afectó parcialmente su memoria.

A ese drama mayor se le sumó el menor de una mudanza a un apartamento céntrico en la calle Yaguarón, entre Soriano y Canelones, donde ganó en confort hogareño pero perdió espacio para sus libros, documentos y papeles.

Como no tuvo más remedio que reducirse, muchos escritos y documentos se enviaron al archivo de "El Día". Las colecciones de antigüedades y otros objetos empezaron a venderse privadamente.

La familia no recuerda el destino que tuvo la colección de daguerrotipos, sus amadas cajas con retratos interiores de nuestros próceres. En cambio, y afortunadamente, su colección iconográfica y las fotográficas, conocidas como el Archivo Fernández Saldaña, fueron adquiridas por la Biblioteca Nacional, mediante orden de compra del 26 de diciembre de 1950.

El archivo está compuesto por varias series (entre 8 y 10 mil fotografías), 144 iconografías (grabados y dibujos), 155 fotos grandes de Montevideo, treinta y cinco carpetas, treinta y siete álbumes de fotos varias.

Este archivo, sin duda, constituye uno de los más valiosos patrimonios fotográficos del país, en cuanto a la calidad del material.

Uno de los temas mas preocupantes es el triste destino de la mayoría de las colecciones privadas, ya sean fotográficas o de cualquier otra índole. Luego de la muerte del apasionado coleccionista, que realizó mil y un sacrificios para obtener las imágenes o los objetos de su afán, ¿qué queda de tanta preocupación, de tanto esfuerzo, de tantos años de ilusión y nerviosismo e incluso dinero, para encontrar y adquirir piezas únicas?

Las colecciones, generalmente, se disgregan, se venden o malvenden, esfumándose en instantes la búsqueda de tantos años. En vista de que dichas colecciones forman parte del patrimonio histórico, sería conveniente que se encontrara una solución al respecto. Tal vez formar una Fundación o Instituto que se ocupara de su preservación y mantenimiento.

O, como en el caso del Archivo Fernández Saldanha, que el Estado haya tomado la oportuna medida de su adquisición.

Juan Antonio Varese

HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA EN EL URUGUAY. Tomo 1. Fotógrafos de Montevideo.

Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2006