Una ayuda a los necesitados

El padre García Herreros, en su programa del “Minuto de Dios”, no se redujo a proclamar un mensaje espiritual, sino que quiso despertar la conciencia social del país y promover una fuerte colaboración de los ricos a los pobres.

Para eso se requería dinero. Ya a fines de 1953 algún empresario de Cali había ofrecido patrocinar el programa radial del Minuto de Dios, pero el padre García Herreros rechazó la propuesta “porque me habría sido imposible conservar la absoluta independencia que necesito para tratar mis temas”. Más tarde en Bogotá recibió una invitación similar que aceptó, según lo explicó en la televisión:

Desde hoy El Minuto de Dios es patrocinado por la Lotería de Cundinamarca. Quiero evitar el escándalo que puede brotar en mis oyentes, haciendo la declaración de que ese dinero, en su totalidad, se empleará para regalar mensualmente el primer contado para la casa de una familia pobre y honrada. Creo que, con todo derecho, mis benévolos oyentes del Minuto de Dios se pueden considerar como colaboradores de esta importante obra de caridad... un hogar propio regalado a una familia pobre cada mes. Siempre suenan fastidiosamente las monedas en el santuario de la Palabra divina... pero en el caso presente, es más poderoso el grito de la miseria de nuestros hermanos…

Era el mes de marzo de 1955. Mientras llegaban los dineros del primer “sueldo”, algunas personas se sumaron a la iniciativa de pagar cuotas iniciales para viviendas, pero dificultades administrativas en el Instituto de Crédito Territorial llevaron a utilizar los dineros de diferente modo. Se juzgó preferible distribuir a tres familias pobres los mil quinientos pesos que daba mensualmente la Beneficencia de Cundinamarca.

La donación se transmitió por televisión en tres noches sucesivas, entregando $500 a cada familia. Al cuarto día ya se había consumido todo el capital. Pero leamos lo que escribió alguna vez el padre García Herreros, para comprender cómo las obras más bellas las construyen artistas anónimos:

Llegó a mi oficina una mujer joven, bonita y triste. Daba la impresión de que trabajaba en oficios nocturnos, quizá bailando en algún cabaret. La joven me dijo: “Padre, he visto que usted dio lo que le pagaron en la Lotería de Cundinamarca. Aquí tiene otros mil quinientos pesos para que le dure el dinero tres días más”. Su nombre no lo sé. Nunca después la he visto. Me habría gustado verla, y guardar su nombre porque ella fue la que empezó.

Esa joven, posiblemente envuelta en una vida ligera, encabezó el desfile de la generosidad. Tras ella, muchos más aportaron ayuda. Diariamente el tablero de la caridad, presentado en la pantalla, indicaba las entradas y salidas. El padre García Herreros se convirtió en “el Ministro de Hacienda de los pobres”.