La obra oculta

TAL CUAL MARTES 29 DE MAYO DE 2001

ESPECTACULOS

El ojo de la serpiente

La obra oculta

Rafael Marziano Tinoco

El 23 de octubre de 1984, el coronel Domingo Monterrosa se elevaba en un helicóptero "abrochándose el cinturón de seguridad, con un pie encima del transmisor de la (Radio) Venceremos, como orgulloso cazador, de bota sobre un león vencido". Acababa de recibir de manos de sus soldados lo que suponía era el trofeo de su victoria sobre la estación que había sido por cuatro años vergüenza para el régimen, y voz de esperanza para el pueblo salvadoreño. El aparato toma altura, y es entonces cuando un grupo de guerrilleros acciona con ansiedad un dispositivo. "La señal del telemando viaja en milésimas de segundo hacia la nave. Son las cuatro y quince minutos. Si en este momento Monterrosa contempla el aparato que tiene bajo su pie, podrá ver encendida una lucecita roja, anunciándole que su vanidad y su ambición han llegado a un punto de explosión, para acabar por siempre con su existencia de criminal de guerra". Carlos Henríquez, Santiago, narra así este episodio de la historia salvadoreña, a la cual asistió como testigo de excepción junto a otro venezolano, Hernán Vera, Maravilla.

La trampa que el FMLN le tendió a Monterrosa se convirtió en la Trampa para un gato (Manuel de Pedro, 2000), historia que tras el libro de Santiago, narra los cuatro primeros años de la Radio Venceremos, con un epílogo de la catedral de El Salvador vestida de gala, celebrando los acuerdos de paz, el fin de la guerra. No soy quién para opinar sobre la obra de un amigo, colega en la Escuela de Artes de la UCV. Señalo sólo un par de cosas. La película tiene varias virtudes: una, nada común en el cine venezolano, que la historia que cuenta es extraordinaria, y lo deja a uno pegado a la pantalla desde el principio hasta el fin. Otra, que en estos tiempos aciagos, cuando cada gruñido, cada hosca bufonada del régimen nos hace temblar como hojas secas, temer la dictadura e invocar el concurso de la comunidad del mundo, la saga de estos venezolanos y la de sus compañeros, que esquivaron por once años las balas y las bombas con que los obsequió la tiranía, que cargaron a cuestas, con mulas sucias y sudor terco, terco como la flor del izote, los pesados trastos de la Radio Venceremos, sencilla herramienta de su cruzada libertaria, resulta no poca lección de tenacidad y valentía, de excepcional ejercicio del periodismo. El CNAC informó el domingo que estudiantes en El Salvador protestaron ante la cuarta negativa de su gobierno a permitir la exhibición de la película, quizás porque habla de las heridas de su historia reciente. En Venezuela, donde muchas libertades son también apenas una caricatura, tendrá que esperar la venia de distribuidores para poder mostrársela a un público, cuyo derecho a escoger y cuya libertad de acceder a la cultura son sólo, de hecho, el resultado marginal de una decena de balances financieros. Curiosa manera la nuestra de rendir así homenaje, a Santiago y a Maravilla.

Cineasta