El cine del futuro (y III)

TAL CUAL MARTES 30 DE ENERO DE 2001

CULTURA

El ojo de la serpiente

Rafael Marziano-Tinoco

El cine del futuro (y III)

¿Tiene futuro el cine venezolano? Durante las últimas semanas hemos reflexionado sobre la educación audiovisual, sobre los creadores y su cine, sobre la producción local y sobre la reacción con la que el público premia o castiga sus esfuerzos. Hemos dejado a un lado, sin embargo, lo esencial: el Tema. Dicho de otro modo: ¿de qué trata el cine venezolano? O mejor, si hablamos de su futuro, ¿de qué podrá hablar de ahora en adelante nuestro cine? Dejemos de lado -por impredecibles e imponderables- el mundo interior de los creadores y el abigarrado laberinto de sus angustias, y echemos una ojeada al abanico temático que el universo de lo cotidiano nos ofrece como única opción a nuestras vidas; y sobre todo a aquello a lo que, haciéndose presente cada vez más con la persistencia de una obsesión, está ocupando en nuestras vidas el lugar del más inesperado e inevitable huésped. ¿Será eso -acaso- digno tema de una cinematografía? ¿Bastará para inspirar obras memorables? Al no saberlo, prudente será preguntarnos si ha sido alguna vez tema de cualquier otro cine, en alguna otra parte del mundo o de la historia.

Pues sí: el militarismo inspiró al cine del mundo desde su misma cuna; desde El nacimiento de una nación -épica patriótica y racista-, desde El acorazado Potemkin -épica revolucionaria y doctrinaria. Más tarde, con Napoleón, el cine veneró el genio militar, su ambición y desmesura, y con El triunfo de la voluntad, su inevitable locura. Pero sobre todo, el cine ha cultivado una larga tradición de crítica de la estupidez humana, basada en los sinsentidos que animan todo militarismo: su antidemocrática organización jerárquica; su férrea insensibilidad -hija natural de su férrea disciplina-, pariente cercana de todas las crueldades; su esencia combativa, contraria a la esencia de toda tolerancia; su limitado número de ideas, temeroso siempre de lo desconocido -lo nuevo, lo distinto-; su apología del patriotismo, sentimiento esencialmente xenófobo; su miedo al caos, al desorden, a la vida. Pero sobre todo, su lógica, su extraña lógica, la que, una vez sobrepasados los límites de lo que le dio su razón de ser, ha llevado a la humanidad entera por los más desdichados derroteros.

Chaplin ironiza a El gran dictador y a su militar locura megalómana. Buster Keaton encuentra al verdadero héroe en el hombre simple y débil que ha sido rechazado por su propio ejército. Andrzej Munk nos dejó Eroica: burla de toda jerarquía, incluso la del martirizado ejército polaco. Kubrick dirigió Senderos de gloria, episodio de la historia de la injusticia militar; dirigió también Spartacus, donde el pueblo esclavizado se levanta en rebeldía y es aplastado por las simétricas legiones del ejército romano, y Full Metal Jacket, donde la disciplina y la lógica militar conducen a la locura y a la muerte. Y en esta tradición caben entre otras muchas The Thin Red Line de Malick, A Bridge too Far de Attenborough y Apokalipse Now de Coppola: "Sí me propusieron ascenderme a mayor, pero les dije que se fueran al diablo con todo su maldito ejército".

Pero, al igual que Harry Haller, a quien Mozart le sugiere fumarse un porro y no tomarse tan en serio la vida, tendremos que ver todo esto con la distancia con la que Quino ve al mundo al dibujar a un oficial del ejército entrar, pistola en mano, en un gabinete de palacio y decir a su abrumado inquilino: "Resulta, señor Presidente, que no me gustan sus corbatas". Desde la delicada ironía -homosexual y homófobo es a la vez el coronel que asesina al protagonista de American Beauty- el cine ha hecho no poca mofa de los ejércitos del mundo: M*A*S*H de Altman, Dr. Strangelove de Kubrick, Good Morning Viet Nam de Levinson, Hair de Forman.

¿Tiene futuro el cine nacional? Amaneció de golpe de Azpúrua y Manuelita de Rísquez parecen ser la respuesta, consciente o intuitiva, a un mundo que emerge marcado por nuevos signos. Pero incluso, si esto fuese un hecho desalentador, y debiéramos optar por el peor de los escenarios, tendríamos que recordar que La Nave Bianca, producida por el hermano de Mussolini, inició el Neorrealismo en 1941 -seguida poco después por Ossessione de Visconti- y que fue precisamente el gobierno fascista el que construyó los estudios de Cinecitá. Por otra parte, fue Francisco Franco, el Generalísimo, quien sentó las bases de la moderna industria cinematográfica española, y quien incluso llegó a escribir un par de guiones, que al parecer de algunos, no eran tan malos.

Si tan sólo respecto a esto nuestros gobernantes aprendieran de la historia.

Cineasta