A la sombra de la toma

TAL CUAL LUNES 4 DE JUNIO DE 2001

 

OPINION

Por la libre

A la sombra de la toma

Hace más de doscientos años, los sesudos pensadores que se ocuparon entonces en Europa sobre el modo más justo de regir el destino de los hombres, explicaron que el establecimiento de un acuerdo básico entre los ciudadanos, así como la división entre las ramas del poder, eran la condición para restablecer la vieja idea griega de la democracia: que el poder surgiese del pueblo, y que estuviese a su servicio.

La noticia de tales hallazgos, sin duda, o bien no ha llegado aún a oídos del presidente y sus colaboradores o, peor aún, está siendo ignorada con el mayor de los descaros. El asalto a la Universidad Central por una camada de mensajeros de un gobierno que ya ha demostrado confundir el concepto de justicia con el de revancha, el de reparto justo con el de saqueo, y el de cambio necesario con los de degradación y destrozo, ha mostrado la verdadera cara de su régimen que bien comienza a merecer el calificativo de fascista.

La retórica intoxicada de los "tomistas", la descarada injerencia de Bastidas y de Chávez en su apoyo, la insolente negativa del fiscal general a acatar la sentencia de un tribunal y por último, el insólito espectáculo de ver al defensor del pueblo sostener ante las cámaras, solícito y servil, el documento que leía la vocero de los "rebeldes", el cual celebraba como un logro la "ruptura de la institucionalidad", no sólo constituyen una tosca ofensa a toda inteligencia, sino el anuncio insolente de que el régimen, cuando a bien lo tenga, pasará sin reparos por encima de los fundamentos de la vida republicana.

Peor aún. La toma de la UCV no fue otra cosa que la invasión de la finca de la inteligencia. Usurpados ya los ámbitos de la propiedad y de la ley -invadidas las fincas con el solo programa del odio y el saqueo, hundidos como estamos en el interminable limbo de la transitoriedad- la inteligencia queda como el último refugio de la resistencia civil, el único escollo posible para la dictadura. Por ello el carácter abrumadoramente fascista de la toma: la invocación de fuerzas telúricas, sagradas, más originarias que las instituciones y las leyes de los hombres, capaces de disimular bajo su sombra el absurdo y el desatino; el desprecio a la institucionalidad, considerada depositaria de vicios y debilidades de tiempos menos gloriosos; y el odio fanático a quienes con la libertad de su criterio se atrevan a discernir.

El enemigo es la inteligencia, y la lista negra, la lista de los prescindibles, de los defenestrables, en la que aparecen los nombres de respetables intelectuales, es el manifiesto del oscurantismo y de su visceral intolerancia. Hace más de doscientos años, Bolívar y sus contemporáneos leyeron, haciendo suyas, las ideas de sesudos europeos, soñando para su continente un destino iluminado por los conceptos de la Ilustración. Jamás pensó, me imagino, que una revolución invocaría justamente su nombre, para pisotear las ideas en las que fundó su proyecto libertario.

Rafael Marziano Tinoco

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