El Beso de Judas

TAL CUAL MARTES 11 DE JULIO DE 2000

CULTURA

El ojo de la serpiente

Rafael Marziano Tinoco

El beso de Judas

Los venezolanos se van, no cabe duda. Hoy tengo amigos en Seattle, en Boston, en Toronto; en Sydney, Canberra y Perth los unos; regados por toda Europa los demás. La nostalgia se agranda con el mundo, asombrada de esta "diáspora venezuelae". Es ella, sin duda, la consecuencia más ubicua de la aplicación sistemática del absurdo con el que -con la anuencia de la mayoría, insisten- hemos decidido arruinar el pedazo de mundo que nos tocó en herencia.Sebastián Gutiérrez se fue de acá hace ya muchos años. Por otras razones, cabe pensar. Quizás para no tener que inscribirse en la ANAC, o en Caveprol o para no tener que aplicar al CNAC una y otra vez; para no dirigir comerciales, para no hacer telenovelas, no lo sé. Cualquiera de estas sería razón suficiente para llevar una vida entera en el exilio. Pero él, según dijo, se fue a América para hacer cine en Hollywood. Y eso fue lo que hizo.

Hace dos años terminó El beso de Judas, su primera película. Un thriller complicado y entretenido. La historia de una pareja, Coco Chávez (Carla Gugino) y Junior Armstrong (Simon Baker-Denny), quienes con la ayuda de un genio en computación Lizard Browning (Gil Bellows) y de Ruben Rubenbauer (Til Scweiger), un asesino desalmado, planean y ejecutan el secuestro del millonario Ben Dyson (Greg Wise) para ganar el rescate.

Pero, durante el asalto, aparece de improviso una mujer y le dan muerte. Y como la mujer resulta ser la esposa de un senador, la cosa se complica. Aparecen entonces el detective David Friedman (Alan Rickman) y la agente del FBI, Sadie Hawkins (Emma Thompsom), quienes, sagaces y curiosos,adivinan otra historia tras aquella que convence a todos. Así, la audaz aventura de sexo y extorsión deviene en sórdida historia de venganza, de engaño y de traición.

Complicado, entretenido... y un poco obvio. Previsible, y al tiempo, tan intrincado, que a cada rizo del cuento se descubre un lugar común, un paraje conocido, de tantos que pueblan el cine policial. Pero hay signos de sobra de la presencia de un excelente director, tras esta primera muestra -irregular si se quiere- de su talento. Hallazgos personales en medio del lugar común. Visión original en medio de un lenguaje trillado de videoclip. Sensibilidad de director al manejar con sorprendente sobriedad los entrañables personajes que encarnan Alan Rickman y Emma Thompsom, quienes terminan protagonizando la historia. El testimonio personal en el desarraigo que arrastra por las calles de New Orleans la bella Coco Chávez, pariente no tan lejano del sabor latino del exilio extraviado de Mecánicas celestes de Fina Torres, y que termina llevándola -triunfante justiciera- por las arenas de las playas de la isla de Margarita.

Gutiérrez viene de regreso, como lo hizo otrora Fina Torres. A ocupar ese paraje tan solitario, el de los buenos directores de cine venezolanos.

Sebastián Gutiérrez de regreso