Casi famosos

TAL CUAL MARTES 20 DE MARZO DE 2001

CULTURA

el ojo de la serpiente

Casi famosos

Rafael Marziano Tinoco

Alrededor de 1972 o 73, recuerdo, me encerraba por las tardes con dos amigos en un cuarto lleno de trastos, en torno a nuestro mayor fetiche: un plato, un amplificador y dos cornetas, que nos llevaban de la manos por el maravilloso mundo de la música de Black Sabath y de Led Zeppelin. Una tarde, nos oímos los dos discos de Tommy, la ópera de The Who, alucinados con su héroe de comiquita, ensimismados en el universo de las máquinas de juegos en el que éste se refugiaba de un mundo insensible como aquel que suponíamos nos rodeaba, refugiados nosotros mismos en el humo de dos tabacos de yerba, cuyos rastros apenas logramos ahuyentar a nerviosos manotazos. Teníamos 16 años, y lo que entendíamos como ese mundo alucinado y gringo de drogas y de rock nos parecía lo más fantástico del planeta. Con no menor nostalgia, supongo, Cameron Crowe escribe y dirige Casi famosos (Almost Famosus, 2000) una cándida mirada a la infancia de un testigo de honor, pequeño y precoz periodista de música pop, William Miller (Patrick Fugit) quien con apenas 15 años se inicia en su oficio acompañando en una gira a una banda de rockeros a punto de saltar a la fama, quienes recorren un circuito de conciertos acompañados por una banda de chiquillas dispuestas a todo para estar con ellos. Guiado de la mano y los consejos de su mentor, Lester Bangs "sé honesto e implacable", le repite siempre, William descubre un mundo donde el rock agoniza en manos de los intereses de las disqueras, donde los músicos desesperan por un instante de fama, donde el sexo, las drogas, y la insensible utilización de los demás se presentan como moneda cotidiana. Pero la mirada de Crowe es tan edulcorada y simplona que bien podría servir a una comedia sentimental de Teen Agers. La cinta está dedicada casi exclusivamente a la contemplación de Penny Lane (Kate Hudson) pequeña mariposa de la noche, adolescente y rockera, niña terrible y manipuladora, víctima al final de un mundo con el que pretende jugar; más tarde, a la pretendida gallardía moral de William, a la sabiduría de su madre (Frances Mac Dormand) y a la mezquindad de Russel (Billy Crudup), el rockero estrella amante de Penny Lane. Crowe mismo no es ni honesto ni implacable. La idealizada evocación de William está llena de complaciente autocompasión. "No somos geniales, Willy -le dice al final Bangs a su pupilo- ellos tienen a las chicas lindas que nosotros nunca tendremos. A nosotros no nos queda otra que ser más listos". Nada más falso: los más listos se quedarán con las hermosas y con ellas procrearán hijos feroces: la supervivencia es una ley cruel que elude los finales felices.

Hace poco vi a uno de mis amigos, iluminado con la sonrisa de un muchachote de 15 años. Se fumó tanta yerba cuando éramos niños, que se quedó pegado en algún lugar del cosmos. Todavía, me cuenta, oye rock a todo volumen. Me imagino que como a Crowe en esta cinta, su adolescencia se le antoja aún como el pedazo más hermoso de su vida.

Cineasta