Despojo de obras de arte en algunas partes de Castilla
El embargo de caballerías y carruajes, anunciador de la partida de
los enemigos y sus secuaces, empezó el 25 de Mayo, y el 27 quedó evacuada
del todo la capital, rompiendo el 26 la marcha un convoy numerosísimo
de coches y calesas, de galeras, carros y acémilas, en que iban
los comprometidos con José, sus familias y enseres, y ademas el despojo
que los invasores y el gobierno intruso hicieron de los establecimientos
militares, científicos y de bellas artes, y de los palacios y archivos; despojo
que fué esta vez más colmado, porque sin duda le consideraron como
que sería el último y de despedida.
Habia comenzado el primero ya desde 1808, y se habia extendido á
Toledo, al Escorial y á las ciudades y sitios que encerraban, en ambas
Castillas, así como en las Andalucías y otras provincias, objetos de valor
y estima. Recogió Murat en su tiempo varios de ellos, principalmente
del real palacio y de la casa del Príncipe de la Paz, parando mucho su
consideracion los cuadros del Correggio, de que casi se llevó los pocos
que España poseía, entre los cuales merece citarse el llamado la Escuela
del amor (4), que fué de los duques de Alba, prodigiosa obra de aquel
inimitable ingenio Despues contóse entre las señaladas rapiñas la que
verificó cierto general frances muy conocido, en el convento de dominicas de
Loeches,lugar de la Alcarria, y fundacion del Conde-Duque de Olivares, de donde
se llevó afamados cuadros de Rubens (5), que, al decir de D. Antonio
Ponz, eran «de lo más bello de aquel artífice en lo acabado, expresivo,
bien compuesto y colorido» (6).
En Toledo, si bien las producciones del Greco, de Luis Tristan y Juan
Bautista Maino estuvieron más al abrigo del ojo escudriñador del frances,
no por eso dejaron de sentirse allí pérdidas muy lamentables, pues
en 1808 estrenáronse las tropas del mariscal Victor con poner fuego, por
descuido ó de propósito, al suntuoso convento franciscano de San Juan
de los Reyes, que fundaron los católicos monarcas D. Fernando y doña
Isabel, cuyo edificio se aniquiló, desapareciendo entre las llamas y escombros
su importantísimo archivo y librería; y ahora para despedirse,
en 1813, los soldados del invasor, que á lo último ocuparon la ciudad,
quemaron en gran parte el famoso alcázar, obra de Cárlos V, y en cuyo
trazo y fábrica tuvieron parte los insignes arquitectos Covarrubias, Vergara
y Herrera. Que no parece sino que los franceses querian celebrar
sus entradas y salidas en aquel pueblo con luminarias de destruccion.
No podia en el rebusco quedar olvidado el Escorial, y entre los muchos
despojos y riquezas que de allí salieron, deben citarse los dos primorosos
y selectísimos cuadros de Rafael, Nuestra Señora del Pez y la
Perla. Varios otros los acompañaron, muy escogidos, ya que no de tanta
belleza.
En Madrid habíanse formado depósitos para la conservacion de las
preciosidades artísticas de los conventos suprimidos, en las iglesias del
Rosario, Doña María de Aragon, San Francisco y San Felipe, y nombrádose,
ademas, comisiones á la manera de Sevilla para poner por separa
do las producciones del arte que fuesen de mano maestra y pareciesen
más dignas de ser trasladadas á París y colocadas en su museo. Várias
se remitieron, y se apoderaron de otras los particulares, siendo, sin embargo,
muy de maravillar se libertasen de esta especie de saqueo las
más señaladas obras que salieron del pincel divino de nuestro inmortal
D. Diego Velazquez. Arrebataron, sí, los encargados de José, entre otros
muchos y primorosos cuadros, las Vénus del Ticiano, que se custodiaban
en las piezas reservadas de la real academia de San Fernando, y el
incomparable de Rafael, perteneciente al real palacio, conocido bajo el
nombre del Pasmo de Sicilia, que se aventajaba á todos, y sobresalia por
cima de ellos maravillosamente.
Estas últimas pinturas, junto con las de Nuestra Señora del Pez y la
Perla (7), aunque se las apropió José, restituyéronse á España, en 1815,
al mismo tiempo que las destinadas al museo de París; mas hallábase ya
la madera tan carcomida, y tan arruinadas ellas, que se hubieran del todo
descascarado y perdido, en especial la del Pasmo, si M. Bonnemaison,
artista de aquella capital, no las hubiese trasladado de la tabla al
lienzo con destreza y habilidad admirables: invento no muy esparcido
entónces, y de que quisieron burlarse los que no le conocian.
Los archivos, las secretarias, los depósitos de artillería e ingenieros
y el hidrográfico, el gabinete de Historia Natural y otros establecimientos
viéronse privados tambien de muchas preciosidades, modelos y documentos,
entresacados de propósito para llevarlos á Francia. Sería largo
y no fácil de relatar todo lo que de acá se extrajo. Estos objetos y los
cuadros expresados de Rafael y Ticiano, ademas de otros muchos, iban
en el convoy que escoltaba el general Hugo al salir de Madrid.
En Castilla la Vieja padeció muho el archivo de Simáncas (8), de
donde tomaron los franceses documentos y papeles de gran interes, en
especial los que pertenecian á los antiguos estados de Italia y Flándes;
asimismo el testamento de Cárlos II, de que á dicha se conservaba un
duplicado en otra parte. Algunos han sido devueltos en 1816: han retenido
otros en Francia, reclamados hasta ahora en vano. Hubo en aquel
archivo gran confusion y trastorno, no sólo por el destrozo que la soldadesca
causó, sino igualmente porque habiéndose despues metido dentro
los paisanos de los alrededores, arrancaron los pergaminos que cubrian
los legajos, y sobre todo las cintas que los ataban, con lo que, sueltos los
papeles, mezcláronse muchos y se revolvieron. Tambien las bellas artes
tuvieron sus pérdidas en aquella provincia, y sin detenernos á hablar de
otras, indicarémos el desaparecimiento por algunos años de tres pinturas
de Rubens, muy famosas y de primer órden, que adornaban el retablo
mayor y los dos colaterales del convento de religiosas franciscas de
la villa de Fuensaldaña (9).