El embarazo es el periodo que transcurre entre la implantación del óvulo fecundado en el útero y el momento del parto. Durante el embarazo, se producen cambios en la fisiología, el metabolismo y la morfología de la mujer para permitir el crecimiento del feto. Se denomina gestación a los procesos de crecimiento y desarrollo del feto en el interior del útero. Por lo tanto, el término embarazo alude a la mujer, mientras que gestación hace referencia al feto, aunque se suelen usar como sinónimos.
Según el doctor Hamer, el embarazo es un programa biológico similar a los de enfermedad, en el sentido de que se acompaña de pautas de simpaticotonía, vagotonía y crisis epileptoide (por las contracciones uterinas en el momento del parto), aunque no se deba a un conflicto.
En el varón, la diferenciación de las células germinativas empieza en la pubertad. Hasta esa edad las células se agrupan en los cordones sólidos del testículo. A partir de la pubertad, estos cordones se transforman en túbulos seminíferos y las células más profundas que los revisten empiezan a madurar. El proceso tiene varias fases y dura unos dos meses. La maduración bioquímica se produce posteriormente, cuando los espermatozoides entran en contacto con los líquidos seminal y prostático.
El embarazo se inicia con la fecundación, es decir, en el momento en que se unen el espermatozoide del varón y el ovocito de la mujer para dar origen a una nueva célula llamada huevo o cigoto. Antes de la fecundación, las células germinativas primitivas tienen que pasar por una serie de etapas para madurar. El proceso persigue dos objetivos fundamentales:• Conservar el número de cromosomas que caracteriza a la especie. La célula germinativa tiene que reducir su número a la mitad (veintitrés pares de cromosomas) para que, al fusionarse el óvulo y el espermatozoide, el cigoto tenga cuarenta y seis pares de cromosomas.
• Modificar las células germinativas con el fin de prepararlas para la fecundación.
En la mujer, las células germinativas se convierten en ovogonias en el tercer mes del desarrollo embrionario, y durante los meses siguientes se multiplican: algunas se transforman en ovocitos primarios y la mayoría degeneran y desaparecen. Al nacer, la mujer tiene entre setecientos mil y dos millones de ovocitos primarios. Estos van desapareciendo durante la niñez, de manera que en la pubertad solo quedan unos cuatrocientos mil. De estos, menos de quinientos llegan a la ovulación durante el periodo reproductor de la mujer.Es importante comprender que los ovocitos del feto femenino se forman ya en el útero de la madre y tienen información de ella. Por lo tanto, cuando una mujer gesta, la información de su madre se transmite a su descendencia de una manera indirecta.
Pongamos un ejemplo:
Si una madre siente miedo durante su embarazo, su hija recibe esta información directamente. Al estar en contacto directo con la emoción vivida por su madre, puede generar recursos ante esto. Esta información pasa a sus ovocitos. Posteriormente, cuando ella queda embarazada, vive otras emociones que pasan de forma directa a sus hijos, quienes, a su vez, generan recursos. Pero a estos también les llega la información del miedo de la abuela. Como viven esta información de manera indirecta, no generan recursos, lo cual les puede acarrear conflictos. Por eso la lectura del árbol transgeneracional suele revelar conflictos de las abuelas que pasan directamente a sus nietos.
La fecundación también es la concreción de un proyecto: nada puede existir de forma tangible sin un proyecto previo. Un embarazo no se produce solo porque hay óvulos y espermatozoides. Es preciso que exista un proyecto de los padres, que en un porcentaje muy alto es inconsciente. Por lo tanto, el huevo o cigoto recibe tres memorias:
1. Una memoria transgeneracional, en la que entran en juego cuatro generaciones. Está representada por los veintitrés pares de cromosomas de la madre y los veintitrés del padre, además del ADN mitocondrial de la madre.
2. Una memoria embrionaria-fetal, que se forma entre la concepción y el nacimiento. El embrión o feto lleva una vida emocional activa a través de los pensamientos y sentimientos de la mujer embarazada, lo que va a moldear su personalidad.
3. Una memoria individual y personal.
En relación con las dificultades que la madre viva durante el embarazo, el bebé intrauterino construye sus propios recursos.
Al principio del embarazo, la madre produce anticuerpos para frenar el crecimiento de este cuerpo extraño, porque el embrión lleva un bagaje genético completamente distinto al suyo. El proceso natural del embarazo reduce el estrés en la mujer al desactivar la hormona cortisol y aumenta la confianza al liberar la hormona oxitocina. El embarazo corresponde a un estado de vagotonía, de «dejar hacer».
Tras la fecundación, la madre dispone de dos meses para dejar a un lado sus conflictos y pasar a un estado de vagotonía que evite el rechazo. El embarazo puede ser la resolución de un conflicto, pues, si una mujer no se queda embarazada, puede sentirse inútil, desvalorizada. Con el embarazo, desaparecen estos conflictos. Pero también puede ser la causa de un conflicto, si no es el momento oportuno, si el padre no es el apropiado, si la familia no acepta la situación, etcétera. Estos conflictos pueden ser causa de abortos u otros síntomas.
El embrión ocupa el centro de gravedad de la madre. El vínculo entre la madre y el niño que está gestando determina el nexo de esta con su cuerpo y su forma de asimilar su embarazo. El feto se fusiona con su madre, es su centro biológico y psicológico. Si la madre no toma conciencia de este vínculo y lo ve como algo externo, le resulta difícil aceptar los cambios de su cuerpo y es posible que rechace el embarazo. Esta actitud puede manifestar una memoria transgeneracional.
Durante la gestación, la mujer es el nexo entre el bebé y el mundo, y todo lo que la afecte incide en él.Toda la arborización sináptica, es decir, todas las conexiones que el cerebro en desarrollo va creando en el útero, se reproducen a lo largo de la vida: constituyen la base, el soporte del desarrollo posterior del cerebro. El vínculo natural, emocional y afectivo que durante el embarazo se genera entre la madre y el bebé influye decisivamente en este y, aunque no se trata del único factor que interviene, puede marcar su vida.
Existe una unión simbiótica entre la madre y el feto en el plano psíquico: los dos cuerpos están diferenciados, pero, al mismo tiempo, hay un vínculo de dependencia, pues la vida de uno se mantiene a expensas del otro. Durante el embarazo la mujer está en un estado de vagotonía. Pero, si vive una situación de impacto emocional, puede pasar automáticamente a un estado de simpaticotonía. Esto causa una vasoconstricción periférica y uterina, lo que se traduce en sufrimiento fetal (por falta de oxígeno), contracciones del útero o incluso abortos.
Durante el embarazo la mujer recuerda, inconscientemente, su etapa de gestación en el vientre de su madre. Además, el útero guarda una memoria de lo que sucedió en todos los embarazos anteriores.
Al contrario que la madre, durante la gestación el feto está en simpaticotonía, porque en él se realiza un gran trabajo de construcción.
En la tercera semana de gestación ya están formadas las tres hojas embrionarias
En la cuarta semana, comienzan a formarse el tubo neural y la médula espinal, germen del sistema nervioso central (SNC). También se forma la placenta, que se encargará de llevar oxígeno y nutrientes a través del cordón umbilical, para cubrir todas las necesidades del feto.Este medio fetal se caracteriza por la homogeneidad y la constancia. La vida uterina se organiza alrededor de la sensorialidad, que está muy desarrollada y construye la estructura mental del futuro niño. El embrión se estructura mediante sensaciones; no tiene conciencia de la naturaleza del objeto.
Al finalizar el primer trimestre, las estructuras primarias y los órganos principales del bebé ya están formados. El feto mide seis centímetros y pesa diez gramos. La mitad de su tamaño corresponde a la cabeza. El feto es un ser que oye, percibe y siente. A partir de la quinta semana, desarrolla un repertorio de actos reflejos. A las ocho semanas mueve la cabeza, los brazos y el tronco; expresa sus gustos y disgustos con sacudidas y patadas. A las dieciocho semanas el esqueleto cartilaginoso empieza a solidificarse. Es cuando la madre comienza a sentir los movimientos del bebé.
A partir de las veinte semanas, el sistema digestivo comienza a realizar la digestión, ya que el feto empieza a tragar líquido amniótico. También se observan movimientos de respiración en el abdomen y el pecho, en un principio irregulares y aislados, pero cada vez más frecuentes.
En este punto su cerebro cuenta con treinta mil millones de neuronas. Se están desarrollando las áreas destinadas a los sentidos del gusto, el olfato, la audición, el tacto y la vista. La puesta en marcha progresiva de los sentidos tiene una doble función: modelar el sistema nervioso y prepararlo para la vida exterior. Los sentidos no cumplen la misma función que tendrán después de haber nacido. La función del tacto, por ejemplo, es entrar en contacto con algo distinto a uno mismo; se trata de un órgano de percepción de diferencias o sutilezas. Para el feto, el tacto
es un medio de percepción de sí mismo como una totalidad. Para el feto no existe nada distinto a él: está en contacto con su propio líquido amniótico, inmerso en él. La piel es una superficie que percibe hasta la menor vibración.
El sentido del oído en el adulto es una unidad anatómica relacionada con la audición y el equilibrio. En el embrión se desarrolla en tres partes, y cada una se origina en una de las tres capas embrionarias. A los dos meses de gestación se sueldan los huesecillos y se forma la cóclea, órgano del equilibrio. El futuro bebé es capaz de sentir la posición y el balanceo, por eso posteriormente suele sentirse seguro cuando su madre lo mece en sus brazos.
A partir de las veinticuatro semanas, el feto oye los retumbos estomacales de la madre y los sonidos amortiguados del exterior, como la voz de ella. Pero el sonido dominante en su mundo es el ritmo del corazón materno. El feto desarrolla el gusto y el olfato al tragar líquido amniótico, y se estructura neurológicamente a partir de estas percepciones. Se ha sugerido que la función
olfativa humana tiene como precedentes directos los quimiorreceptores fetales, de
manera que esta información se aplicaría al reconocimiento del entorno.
La visión se desarrolla con mayor lentitud. Al nacer, las vías visuales están poco mielinizadas, aunque se ha demostrado que el feto es sensible a la luz a partir de las dieciséis semanas. Hacia el final de la gestación, en torno a las veintisiete semanas, abre los párpados. La capacidad para producir movimientos oculares aparece poco antes del parto.
Entre las semanas dieciocho y treinta y dos, los circuitos cerebrales del feto ya han alcanzado el grado de evolución que tendrán al nacer. Ya se han desarrollado ritmos de vigilia-sueño. Ciertas pruebas sobre ondas cerebrales registran fases de sueño REM, lo que significa que el bebé intrauterino sueña. En el momento del parto, las vías mielinizadas del sistema nervioso del bebé son principalmente las del tronco, el cerebelo y el sistema límbico. El mecanismo fisiológico que desencadena el parto aún no está totalmente clarificado.
En el parto, la madre pasa a simpaticotonía. En este momento se despiertan todos los conflictos anteriores a la concepción, vividos durante el embarazo, e incluso las memorias transgeneracionales (de su propia madre y/o abuela en ese momento). Al abandonar el útero, se inicia el patrón básico de abandono que regirá a lo largo de toda la vida.
A menudo, la madre y el niño viven este momento como una separación acompañada de agresión. La mujer que da a luz se encuentra conectada inmediatamente a otro momento de separación, el de su propio parto: se produce un contacto emocional con lo vivido durante su propio nacimiento, además de una activación de las memorias de embarazos y partos problemáticos de sus ascendientes.
Después del parto, en la cuarentena o puerperio, la madre pasa a vagotonía, estado en el que se recupera tras el nacimiento del bebé. Puede tener una depresión posparto debido al cambio o reequilibrio hormonal. Pero este tipo de depresión se relaciona sobre todo con los conflictos que reencuentra, las vivencias de la madre durante su propio nacimiento y la memoria transgeneracional.