El hueso es un tipo de tejido conjuntivo especializado, compuesto por células que fabrican una matriz extracelular dura y calcificada que forma bloques estructurales conocidos como "osteonas". Se caracteriza principalmente por su rigidez y su resistencia a las fuerzas tanto de compresión como de tracción. El esqueleto es un armazón adaptable y bien articulado que forma la estructura del cuerpo y protege los órganos vitales. Además, es un banco dinámico de reservas minerales en el que el organismo almacena el calcio y el fosfato en formas metabólicamente estables y estructuralmente útiles. Un hueso adulto está compuesto por un treinta por ciento de materia orgánica, principalmente colágeno, solo un dos por ciento de células y un setenta por ciento de minerales, como el fosfato y el calcio.
El tejido óseo se renueva y se reabsorbe constantemente gracias a la actividad de sus células específicas. Las células formadoras de hueso son los osteoblastos, procedentes de células osteoprogenitoras que se encuentran en las superficies libres de los huesos. Los osteoblastos fabrican una enzima para preparar la mineralización de la matriz ósea. Los osteocitos se derivan de los osteoblastos y están enterrados dentro de la matriz ósea mineralizada. No pueden dividirse, pero forman prolongaciones que están en contacto con otros osteocitos para regular la
homeostasis mineral. Otro tipo principal de célula ósea es el osteoclasto, que proviene de células hematológicas. El osteoclasto degrada y reabsorbe la matriz ósea.
El calcio es el mineral más abundante en el cuerpo y la mayor parte se encuentra en los huesos. Tiene una importante función en la contracción muscular y en la transmisión del impulso nervioso, así como en la contracción del músculo cardiaco.
El organismo mantiene firmemente estables las concentraciones de calcio para evitar el peligro de aumento o disminución de este mineral en sangre. Cuando hay una hipercalcemia, es decir, un aumento de la concentración de calcio en sangre, el conflicto biológico tiene relación con la desvalorización en la familia, porque «necesito ser fuerte, necesito que me sostengan pero no tengo a nadie que lo haga».
Por el contrario, en la hipocalcemia o disminución de la concentración de calcio en sangre, el conflicto es: «a mi lado hay alguien que es débil».
Podemos aplicar un razonamiento similar cuando hay una alteración de la concentración de magnesio en sangre. Este mineral cumple un importante papel en muchas de las reacciones químicas que mantienen el funcionamiento normal del cuerpo. El magnesio tiene una relación simbólica con la madre (magnetismo terrestre) o la función materna. El conflicto biológico es considerar que «una persona es frágil y hay que ayudarla en su función materna». Un aumento de magnesio representa la actitud: «yo soy quien quiere aportar este mineral para dárselo a otro». En caso de una disminución de magnesio, se trata de: «yo soy la persona que necesita ayuda».
Tenemos doscientos seis huesos. A cada uno de ellos le corresponde una autodevaluación específica y están asociados con una serie de creencias determinadas. El hueso no tiene terminaciones nerviosas, por lo que el dolor es causado por la inflamación del periostio o de las estructuras que lo envuelven. La intensidad del dolor osteoarticular es proporcional al sufrimiento emocional.
La función del músculo es producir movimiento. El músculo liso forma la pared de diversos órganos (sistema digestivo, vasos sanguíneos) que requieren una contracción lenta y sostenida. Están controlados por el sistema nervioso autónomo, tienen una función pasiva e involuntaria y se verán afectados por una situación de desvalorización en la que se es pasivo.
Los músculos estriados proporcionan potencia para la locomoción y el desplazamiento. Están inervados por el sistema nervioso central y se hallan, en parte, bajo control consciente, por esto se llaman músculos voluntarios. Cuando un impacto emocional afecta al músculo estriado, la situación se experimenta con autodevaluación, con impotencia en relación al desplazamiento, al esfuerzo. La persona se cree incapaz de defenderse, de pelearse o de correr. Una contractura muscular indica que la persona quiere hacer un movimiento, pero se lo impide, no se lo permite. El conflicto emocional tendrá que ver con el significado y la acción específica del músculo afectado.
El tendón se inserta en el hueso. Su función es transmitir la fuerza de la contracción muscular para producir movimiento. Cuando hay un problema en el tendón, la situación de autodevaluación guarda relación con un gesto que se vive en el presente. Indica impotencia en una situación presente que se está viviendo y en la que se quiere ser más fuerte en un futuro: algo que no logro en el presente, pero me esfuerzo por lograrlo en el futuro.
El ligamento es una estructura compuesta de fibras resistentes que unen y estabilizan dos huesos adyacentes. Facilita el movimiento en las direcciones anatómicas naturales. Una lesión en el ligamento expresa un conflicto de desvalorización en un conflicto orientado hacia el futuro, vivencia anticipada de un temor con respecto a un gesto a realizar.
La hiperlaxitud ligamentosa manifiesta una desvalorización en un contexto en el que es necesario tener más amplitud de movimientos, o en la que hay que ser más flexible. Como es estructural, el conflicto está en el Proyecto Sentido o en la memoria transgeneracional.
La distensión ligamentosa está relacionada con una «situación en la que me siento frágil». Cuando los ligamentos se acortan y limitan el movimiento articular, el conflicto se vive en una tonalidad de: «tengo que permanecer en esta esta situación», «no tengo derecho a salir de este contexto».
El periostio es una membrana fibrosa que cubre los huesos. Contiene los vasos sanguíneos y los nervios que nutren el hueso y le dan sensibilidad. Pertenece a la capa embrionaria del ectodermo y tiene relación con la piel y el sistema nervioso. Los conflictos del periostio corresponden a una separación con una tonalidad estructural, una decisión definitiva de separación irrevocable, un conflicto de separación brutal en el que hay mucho dolor.Como existe una correlación cruzada entre el cerebro y el sistema musculoesquelético, hay que tener en cuenta la lateralidad. Se debe valorar La lateralidad biológica, es decir, la condición de diestro o zurdo. La relación es la misma que vimos en capítulos anteriores (nido estricto, nido ampliado).
SOBRE LA LATERALIDAD:
En las extremidades inferiores podemos además tener en cuenta la acción: el lado derecho (en un diestro) implica una contrariedad en la acción que se está realizando, una acción contrariada.
El lado izquierdo (en un diestro) se vincula con una acción prohibida, un deseo contrariado o una acción que me impido a mí mismo.
En las extremidades superiores, por ejemplo en el hombro, en relación al hombro director (derecho para un diestro e izquierdo para un zurdo), la desvalorización es en relación a uno mismo, aquello que juzgo mal de mí mismo.
En cambio, en el hombro contralateral (izquierdo para un diestro y derecho para un zurdo), la desvalorización se refiere a lo que los demás piensan de mí.
Además, en cualquier caso hay que tener en cuenta la extremidad involucrada en el conflicto. Por ejemplo, si un tenista se autodevalúa por no realizar correctamente un movimiento, la lesión repercute en el lado con el que realiza el gesto. Recordemos que en la fase activa del conflicto, los músculos presentan atrofia. Los ligamentos, tendones y la cápsula articular presentan ulceraciones, necrosis; los huesos, osteólisis. La localización específica depende de la tonalidad
específica del conflicto.
En la fase de reparación, el músculo se regenera hasta la hipertrofia. En los ligamentos, tendones y cápsula articular hay inflamación y crecimiento hasta la reparación.
La fractura de un hueso indica el inicio de la fase de reparación, que necesita seis semanas
para formar un callo óseo (una cuarentena), más el tiempo de recuperación de la función normal de la parte afectada. La recuperación depende de la solución total del conflicto de desvalorización específico y las secuelas nos indican que el conflicto queda pendiente de solucionar. La inmovilidad obliga al descanso, factor importante para regenerar la lesión.
Para el doctor Hamer, en la fase de reparación de una osteólisis (o una descalcificación, o una
osteoporosis) hay una leucemia, y la recalcificación ósea puede ser diagnosticada como un osteosarcoma. Para llegar a la fase cicatricial es imprescindible la solución del conflicto.
El Sentido Biológico de una lesión en el músculo, hueso, ligamento o cartílago es ser más fuerte que antes, y se encuentra en la fase de solución del conflicto, por esto Hamer lo considera el «grupo de lujo».
Los conflictos que afectan al músculo reflejan desvalorización en relación al movimiento de la estructura, es decir, a lo que hacemos. Los huesos reflejan desvalorización de la estructura en sí, con relación a uno mismo, a lo que somos. Por esto los conflictos que afectan al hueso son de mayor intensidad.
Aunque generalmente hay una situación conflictiva desencadenante, las lesiones del sistema osteoarticular responden a conflictos reiterativos, de la misma tonalidad, en los cuales se repiten conductas de autodevaluación, falta de respeto e impotencia. La persona repite una situación conflictiva que la desvaloriza y conforma su estructura. El conflicto se repite y se mantiene por sus creencias y sus valores. Cada zona del cuerpo tiene un significado específico en relación con su función real, simbólica, arquetípica o energética.