Las vemos por todas partes: las latas de refrescos, cervezas y otros tipos de bebidas tienen un diseño muy especial y que responde a unas necesidades especiales, pero... ¿cuáles? Lo cierto es que las latas de aluminio que contienen esas bebidas son una pequeña obra maestra de la ingeniería moderna.
Lo explica Bill Hammack, un ingeniero químico de la Universidad de Illinois que lleva ya tiempo trabajando como divulgador científico e ingenieril en su canal de YouTube, engineerguy. Este experto explica cómo el diseño de la lata de aluminio tradicional ha ido evolucionando hasta convertirse en un prodigio. ¿Por qué las latas no son esféricas o rectangulares, por ejemplo?
A priori parece que la esfera sería ideal para este propósito por usar la menor cantidad de material para ese envase y tampoco tiene esquinas, lo que haría que la presión se distribuyera de forma uniforme en toda la pared interior. Y sin embargo, esa forma esférica no es fácil de producir, rodaría sobre una mesa y apilando latas quedan muchos huecos sin aprovechar. De hecho, el 26% de ese volumen de apilado sería volumen inútil que desaprovecharíamos tanto en el transporte como en el almacenamiento.
Eso nos llevaría a pensar que lo ideal sería usar ortoedros, ya que permite asentarlo bien en la mesa y es perfecto como formato para apilar. Sin embargo no es cómodo de sujetar y resulta extraño beber directamente de una forma como esta. Aunque su fabricación es sencilla, las esquinas son puntos débiles que pueden presentar problemas en la distribución de la presión y rupturas.
La solución es utilizar formas cilíndricas, que combinan lo mejor de los dos formatos anteriores. Resuelve en parte el problema de apilado de la esfera, ya que se aprovecha el 91% del volumen, y también corrige los defectos de los ortoedros. Pero sobre todo, el cilindro es muy fácil de fabricar.
El proceso de fabricación, como podéis ver en el vídeo, es tan curioso como simple: partimos de una oblea de aluminio de 3 mm que a través de distintos anillos y de elementos que hacen presión van dando como resultado la forma cilíndrica de la lata, cada vez más alta y más fina en su contorno. La parte inferior se somete a una nueva presión con un elemento con acabado de domo que hace que se necesite menos material para la parte inferior y que también distribuye mejor la presión en esa parte.
En la parte superior quedan unas pequeñas estrías del proceso de "estirado" inicial, pero éstas desaparecen con un pulido especial, tras lo cual llega la decoración de la lata. Que es tanto exterior -con los motivos y diseño de cada bebida en particular- como interior -con una capa que protege el aluminio de la bebida y que evita, por ejemplo, que ésta tenga un sabor "metálico".
A continuación se modela el cuello de la lata, que se realiza en 11 etapas separadas en las que se va aplicando gradualmente distinta presión para dar como resultado esa forma característica de las latas. Mientras que en el pasado las cubiertas de las latas tenían un diámetro de 60 mm, ahora estas cubiertas tienen un diámetro de 54 mm. No parece mucho, pero eso supone un ahorro inmenso de aluminio para la industria global de producción de latas.
En esa parte superior se realiza una doble costura o unión de la tapa superior con el resto de la lata que es otro pequeño prodigio de la ingeniería. A esa unión se le aplica además un compuesto de sellado que el gas no puede escapar, y en el interior de la lata los líquidos están a aproximadamente dos veces la presión atmosférica. En los refrescos es el dióxido de carbono el que produce esa presión, mientras que en otras bebidas se introduce nitrógeno. Esa presión interna (artificial o no) hace que la lata sea realmente resistente a pesar de sus finas paredes. Entre otras cosas, permiten apilar un enorme peso sobre ellas sin problemas.
Igualmente sorprendente es el diseño de la lengüeta de la parte superior que permite abrir la lata. El diseño ha ido también evolucionando -seguro que más de uno recordaréis que no hace mucho tirábamos esas anillas a la calle sin demasiada precaución, algo que no era recomendable- y se ha convertido en otra aplicación fantástica de la ingeniería. Esa lengüeta se comporta como una palanca que no solo permite hacer presión, sino que luego actúa como una sierra para aprovechar la diferencia de presión de forma realmente ingeniosa.
El resultado de todos estos avances es una verdadera maravilla de la evolución de la ingeniería que además ha logrado aprovechar los procesos de reciclaje: el 70% del material de las latas actuales es reciclado, de modo que el proceso es aún más eficiente. Como dice Hammack, la próxima vez que echéis un trago a una lata, brindad a la salud de esa ingeniería que ha logrado poner en vuestras manos un producto que subestimamos y que tiene mucha más miga de la que podríamos pensar.
En 2015 se cumplieron 80 años de la aparición de la primera lata de bebida. En 1935 aparecía la primera lata de cerveza comercial de la mano de compañía Krueger, una antigua fábrica artesanal en la ciudad estadounidense de Newark, por entonces un importante centro industrial. Los primeros refrescos en lata no surgirían, sin embargo, hasta casi veinte años más tarde, en 1953, también en Estados Unidos. En España, la primera lata de cerveza aparece en los años 60.
¿Por qué tanta preocupación y legislación referente a la higiene en los productos envasados y nadie arremete contra la insalubridad de las latas de refrescos que usamos aplicando la boca a una superficie quizás cargada de gérmenes?” Se refleja así la inseguridad que muchos consumidores tienen respecto a la procedencia y el trato que se pueda dar a las latas de refrescos -añadamos también la cerveza- en su manipulación.
Para reforzar estas inseguridades, han circulado además en los últimos años no pocas noticias en las redes en las que se asegura que la higiene de las latas es muy deficiente, que se almacenan en condiciones muy poco salubres y que circulan por su superficie ratas y ratones que incluso se orinan en ellas, dando lugar al riesgo de padecer leptospirosis, una enfermedad bacteriana que puede resultar mortal. El siguiente vídeo es muestra de ello:
Sin embargo, el almacenaje y transporte hasta el distribuidor final -el tendero, la gran superficie, etc.- de las latas sí está claramente regulado tanto por la legislación española como por la europea en general, y estipula que una vez llenadas y selladas, las latas pasarán un proceso de lavado industrial y una cobertura con un filme de plástico que las protegerá de la suciedad y posibles contaminaciones.
Otra cosa es que una vez llegadas al comerciante, este les de un trato adecuado o las tenga en condiciones indeseables. Aquí entran en juego las inspecciones de sanidad, que en un país como España son estrictas respecto a las condiciones en que se guardan los productos almacenados, con lo que es difícil creer la teoría de que la contaminación de las latas es frecuente.
De hecho, la OCU realizó en 2002 una investigación sobre la higiene bacteriana de las latas de refrescos de distintos comercios en la que se hicieron cultivos de los gérmenes de la superficie. El resultado, publicado en su revista Compra Maestra, en el número 260, de mayo de 2002, indicaba que aunque la higiene era mejorable, ninguna de las latas presentó contaminaciones por fecales ni ningún otro organismo peligroso.
Por descontado, esto hace referencia a España, por lo que si viajamos a países más allá de la Unión Europea, o bien tropicales o del Tercer Mundo, sí es aconsejable prestar atención a la higiene de las latas y tomar precauciones. Y lo mismo ocurre si consumimos bebidas procedentes de vendedores ambulantes callejeros, algo habitual en algunas grandes ciudades respecto a las latas de cerveza.
Tal es el caso de Barcelona, donde el Ayuntamiento advierte cada verano a los turistas de que el consumo de este tipo de latas en la calle no es seguro desde el punto de vista microbiológico, pues los ambulantes las esconden en agujeros insalubres. De hecho el año, pasado un estudio encontró abundantes fecales en los vasos de los combinados que se venden en las playas sin control reglamentario.
En general, la norma ante cualquier atisbo de sospecha será:
Limpiar la superficie de apertura con agua y jabón: no basta con pasar un paño; también puede valer algún tipo de líquido desinfectante y luego algo de agua para eliminar los restos de líquido.
Aplicar el sistema de la pajita: prácticamente nadie en las zonas tropicales bebe directamente de la lata sino que introducen una cánula de modo que evitan el contacto de los labios con la superficie. Es importante asegurarse de que la cánula viene en un envoltorio plastificado y que no es reciclada.
No beber de latas abolladas: podrían presentar oxidaciones en el interior o poros en zona de apertura por donde hubiesen entrado patógenos.
No beber si la lata está inflada: las latas están hechas para contener el gas de la bebida, luego si presentan hinchazón es que hay una cantidad superior de gas, seguramente resultado de una actividad bacteriana indebida.
Una de las cosas que ha traído el mundo cervecero moderno es la proliferación de un formato de lata hasta ahora no muy extendido: el de 44 cl. Más que un botellín, menos que una pinta. Menos que una pinta americana (47,3 cl) y mucho menos que una pinta inglesa (56,8 cl). Aunque es más que una proliferación: podemos ver como hay marcas que usan casi exclusivamente este formato; como hay bares o tiendas donde predomina, o incluso reina; o como hay gente que parece que sólo bebe IPAs turbias servidas de este tamaño.
Y nos llamaba la atención un lector y amigo sobre que el precio no ha ido en proporción… y parece que poca gente se queja del tema. Nosotros ya lo hicimos en Facebook hace poco, pero queremos darle más voz… ¡Porque es bastante flagrante! La media del precio de este formato se acerca más al de la tradicional lata de 50 cl de lo que debería por lógica proporcional…
Poniendo ejemplos nacionales (porque es más fácil encontrar ambos formatos): La Pirata Panoptic, buscando sus precios en el Market de la Birrapedia, encontramos que en botella 33 cl cuesta de media unos 3€, mientras que en lata de 44 cl ronda los 5€ en lugar de los 4€ que sería proporcional… ¡Un 25% más cara de lo lógico por el formato! Los mismos precios más o menos para la Caleya Goma 2. Y para la Naparbier-La Quince Hamabost pasa de unos 3,50€ que costaba en botella a 5,80€ de media ahora… O la también de Naparbier Paradise, que pasa de costar en botella sobre 2,2€… a sobre 4€ en la lata de 44 cl. ¡Casi el doble!
Un formato que encarece el contenido más de una cuarta parte, acercándolo a lo que en proporción deberían costar 56 cl del mismo contenido, no nos parece el más adecuado para abrir el mercado cervecero. Para dedicarlo a los ya iniciados o coleccionistas (de latas, etiquetas -porque suelen venir con etiquetas de botellas pegadas- o checkins) tal vez. Pero para abrirse al público mayoritario… así, no creemos. ¿Y vosotros? ¿Qué opináis? ¿Por qué creéis que hay esa sustancial diferencia de precio entre el formato clásico y el de moda? Y ya puestos… ¿por qué está tan de moda? ¿Quién lo demanda? ¿El consumidor? ¿Y no le importa el aumento desproporcionado del precio?