El hijo, Quiroga (2)

Video «El hijo», Horacio Quiroga

El cuentista uruguayo Horacio Quiroga (1878–1937) es un maestro de la escueta narración lineal. Sus relatos suelen presentar escenas de terror y temas austeros. Quiroga nos pinta inolvidables retratos de la vida primitiva en la selvática provincia de Misiones, en el noreste de la Argentina, donde vivió. Quiroga tuvo una importante influencia sobre los cuentistas hispanoamericanos que le siguieron, no sólo por sus cuentos, sino también por sus artículos sobre el arte de escribir cuentos.

Como se ve aquí en «El hijo» (1928), la obra de Quiroga ofrece, con dramática intensidad, perspicaces estudios sombríos del carácter humano. En este texto el autor no pretende recrear los pensamientos del padre palabra por palabra, ni recurre a la primera persona. Sin embargo, aquí el lector se entera de lo que pasa a través de la mente del padre. Por lo tanto, este pasaje ofrece un ejemplo de la técnica literaria que se conoce como el fluir de la conciencia. Su empleo resulta mucho más eficaz aquí que una sencilla descripción de las emociones del padre.

Sus personajes son atormentados por ansias de una muerte que acecha, escondida muchas veces en un accidente a primera vista insignificante. Cuento fatalista, «El hijo» es típico de Quiroga: se enfoca sobre una tragedia inexorable, y nos recuerda lo vulnerables y lo débiles que somos los seres humanos ante la indiferente naturaleza.

La creación literaria de Horacio Quiroga antecede con décadas al florecimiento de la narrativa hispanoamericana conocida como el Boom, del que participan Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, entre otros. Cuando Quiroga empieza a escribir, a comienzos del siglo XX, la atención del mundo de las letras hispanas, así como la de Quiroga también, está todavía fijada en el modernismo, tendencia poética nacida, a fines del siglo XIX, de la pluma de Rubén Darío. Pero pronto Quiroga se deja influir por la narrativa del autor norteamericano Edgar Allan Poe, cuyos escritos se sumían en una atmósfera gótica, basada en el misterio, el terror, y un velado erotismo. La obsesión por la muerte y la locura latente están presentes tanto en la narrativa de Quiroga como en la de Poe. La independencia estilística de Quiroga llega, sin embargo, tras una expedición a la selva de Misiones, en la que participó como fotógrafo. Tras esa reveladora experiencia que se remonta al año 1903, la selva impetuosa entra en el mundo narrativo de Quiroga para no abandonarlo jamás.

Entonces su lenguaje se torna conciso y directo, alejándose de los ornamentos modernistas, mientras que su temática abandona las ciudades y sus artificios, para entregarse a ese enorme desafío natural que es la selva. La vida de Quiroga, por cierto, no estaba muy lejos de su literatura; envuelto en numerosos proyectos utópicos, se mudó a la selva de Misiones para quedarse allí permanentemente; conspiró contra su plan el suicidio de su primera esposa, que no pudo aguantar la presión de vivir en un mundo silvestre. El relato es fiel al criterio artístico de Quiroga: es breve, su lenguaje es sobrio, eludiendo las descripciones exuberantes, mantiene la misma intensidad de principio a fin, no explaya en datos innecesarios, y va directamente al grano. Por último, la publicación del libro Más allá encierra, por el título elegido, oscuras premoniciones: Horacio Quiroga, al enterarse de que tiene cáncer, se suicida en 1937.

EL HIJO (VIDEO)

Horacio Quiroga (Uruguay)

Un padre viudo le ha enseñado a su hijo el arte de sobrevivir en la selva; sin embargo, el peligro acecha de continuo (Bonnie Bowne)

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AL "El hijo"

Explicación de texto Instrucciones:

Escribe una respuesta coherente y bien organizada EN ESPAÑOL, sobre el siguiente tema. Primero, identifica este fragmento y di quién lo escribió. Luego comenta las técnicas que el autor emplea para retratar el estado de ánimo del padre en este momento. El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte. Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro—el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años,—no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: —Sí, papá—, hará lo que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir. Y no ha vuelto. El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¡Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil... Bruscamente, la luz meridiana, el zumbido tropical y el corazón del padre se detienen a compás de lo que acaba de pensar: su hijo descansa inmóvil... (Tiempo máximo: 15 minutos)