Lento tránsito de pueblo a Ciudad

Viejas casonas de tejas de la Upata rural de principios del siglo XX, cuando el comercio del balatá y de mercancias hacia el sur minero tenía en la Villa del Yocoima su epicentro, grandes fortunas se amasaron del esta actividad, que impulsó el desarrollo de la economía local, ante el letargo de la ganadería y el conuco que sustentaron al pueblo en años anteriores a este boom del pulgo y el oro .  

El Alba, publicación periódica de las Hermanas Acevedo Castro, medio impreso dedicado a la literatura al tema comercial y los asuntos generales, evidencia de la tradición periodística de Upata durante los siglos XIX y XX. 

Upata provinciana

Upata siempre ha sido tan provinciana como su nombre. Una localidad semirural y provinciana, de serenatas y cuentos de aparecidos, la de la Piedra de Santa María, donde las chicas llevaban a los visitantes para bañarlos con agua de manantial, para que echaran raíces en el valle y se casaran con alguna agraciada dama. Se hicieron famosas las vitrolas, los viejos radios, el cine sonoro de salas al aire libre o semitechadas, las jóvenes soñando con ser María Félix, los hombres con emular a los ídolos mexicanos, musicalmente los boleristas, los Panchos, las orquestas, las parrandas, los vallenatos y rancheras, comenzaron a invadir los espacios y a modificar la cultura del pueblo, que anteriormente se limitaba a la danza, a la música llanera de cuatro, arpa y maraca, y los compositores populares, que le cantaban por igual a Upata, a sus mujeres y al amor.

En este siglo se consolida la tradición de Cruz de Mayo, en la zona de El Calvario cerca de El Corozo, en el mismo barrio de El Corozo, con el ascenso en procesión hasta ese pequeño cerro, o en el otro calvario, el de la calle Bolívar, donde la familia Aro, Manríquez, entre otras mantienen la tradición de la fiesta en honor a la cruz, con caratillo, chicha de arroz y carato de mango. Otra tradición que se consolida es la del agua de babandí, una raíz que crece y se multiplica por la zona de cupapuicito, con propiedades afrodisíacas famosas en el ámbito nacional. Toros coleados, una fiesta muy popular, dada la existencia de hatos y ganaderos. Infaltable los carnavales y sus disfraces. Los templetes y la venta de cerveza en la propia Plaza Bolívar, las fiestas y bailes con las orquestas y grupos de Caracas en La Licetti, en el Tropical, primero, luego en la Cueva del Oso y Los Compadres, ahora en el Club Italo. La tradición de las paraparas en Semana Santa, hoy casi desaparecida, las procesiones por las calles del centro en esa misma fecha religiosa. Las caminatas hacia el Cerro El Toro, un poco más alejado, el baño de rigor en la Quebrada del Caballo y El Dique, las vistas espectaculares desde su cima, desde donde se ven las llanuras de San Félix, el Cerro Florero en El Pao, Cerro Tomasote al Sur, Nuria al Sureste, Guacamayo y a lo lejos el Embalse de Guri. Paseos a La Carata, el obligatorio viaje a Los Chorros, a la Carata y Guayabal, para buscar el agua escasa, los paseos a Laguna Larga, uno de los riachuelos que forman el Yocoima, los paseos a Santa María, Sabaneta y Santa Rosa. Tantas tradiciones que han surgido en el siglo XX y algunas se mantienen.

De Upata surgieron nombres resonantes a nivel nacional, Raúl Leoni, presidente, Siso Martínez, ministro de Educación, Alejandro Otero, pintor y escultor, familias no menos resonantes, los Thayladar, los Acevedo Castro, los Casado, los Fernández, los Coronil. La población evolucionó con la llegada de nuevos emigrantes de Europa, ésta vez no anglosajones, sino españoles, italianos y portugueses. Asiáticos del Medio Oriente, libaneses, palestinos y sirios, también, fueron atraídos, hasta que el centro del pequeño pueblo se hizo pequeño.


Calle Bolívar entre Beneficiencia y Polanco, al final El Calvario.

Calle Piar en el casco central 

Calle Sucre en la década del 60

Población en ascenso: demografía del siglo XX

Upata, mantuvo una discreta población de 4000 habitantes para 1931, es decir no había crecido en 50 años, pero por lo menos no sufrió la suerte de tantos pueblos fundados en el siglo XVIII, de los que hoy sólo existen tímidas referencias históricas y casi ninguna huella arqueológica.

Para 1941 Upata según el censo de población reunía 4.100 habitantes y el municipio 13 mil. En 1951, con el influjo y la influencia de los primeros desarrollos industriales y mineros de lo que hoy es la Zona del Hierro, la población inicia su ascenso, ya que solo en Upata se contabilizaron 6.999 habitantes y en el municipio 18.832. En 1961, a un año del bicentenario, la población de Upata se sitúa en 12.753 habitantes y la del municipio sube a 26.199. Diez años después en 1971 Upata posee ya unos 21.000 habitantes.

Mapa de caminos de Guayana, con las rutas principales entre sus principales centros poblados.

En 1981 la población se sitúa en 32 mil habitantes. En 1990 la ciudad concentra a unos 46 mil habitantes, mientras que en el municipio la población se aproxima a los 65 mil habitantes. La OCEI para el año 2000 calculó la población en unos 89 mil habitantes, mientras que en Upata proyectaba 69 mil personas.

En 1995 la Asamblea Legislativa separa a El Palmar del Municipio Piar y Upata pierde jurisdicción como capital de esa zona del estado Bolívar. A principios de la década, con la creación del Municipio Gran Sabana, pierde unos 15 mil kilómetros cuadrados de territorio, y su frontera se limita hasta la zona de Canaima, al norte del río Carrao. A comienzos de la década del 60 Upata ya había perdido la franja Oeste del Caroní adyacente a San Félix. En la década del 50, con la consolidación de Puerto Ordaz y el movimiento humano hacia Palúa, El Roble y el viejo San Félix, Upata cede el segundo puesto en la jerarquía con la ciudad que luego se conocería como Ciudad Guayana.