Sylvia Plath - Viuda

Viuda. Palabra que se autoconsume:

cuerpo, hoja de periódico en el fuego,

por el aire un instante sostenida

sobre la geografía roja y cálida

que arrancará su corazón cual ojo.


Viuda. Sílaba muerta, con su sombra

de un eco, abre el resorte en el tabique

del pasado secreto: aire gastado,

recuerdos fétidos, escalinatas

mecánicas que a ningún sitio conducen…


Viuda. La amarga araña se sienta

en el centro de sus ejes resecos.

La muerte es su vestido, gorro, cuello.

El rostro del marido, blanco, inválido,

la cerca como a presa que con gusto


de nuevo mataría, verle cerca

cual rostro de papel contra su pecho,

como sus cartas conservar solía

tornándolas piel nueva, viva y cálida,

pero ahora ella es papel, y fría siempre.


Viuda: ¡estado vacío y grande! Llena

de aire traidor está la voz divina,

los arduos astros fáciles promete,

y el espacio inmortal entre los astros,

no cadáveres, flechas hacia el cielo.


Viuda, inclínanse árboles piadosos,

árboles de dolor y soledades.

Como sombras en torno al verde campo

o incluso como bocas negras ciérnense.

La viuda les semeja, es una sombra.


Las manos bien cogidas, nada en ellas.

Alma sin cuerpo que otra alma pide

en este aire sereno y no lo nota:

un alma frágil como el humo entra

en otra sin saber por dónde pasa.


Es éste su temor: es el temor

de que su alma late aún y late sorda

como el ángel mariano, cual paloma

contra un cristal a todo ciega, menos

al hueco hoyo que mira y mirar debe.

Sylvia Plath en Cruzando el océano [1971]