Sylvia Plath
Cumbres Borrascosas
Los horizontes me cercan como haces de leña,
Inclinados y dispares, siempre inestables.
Rozados por una cerilla, podrían calentarme,
Y sus finas líneas chamuscarían
El aire hasta dejarlo naranja
Antes de que las distancias que unen se evaporen,
Aplastando el pálido cielo con un color más sólido.
Pero sólo se disuelven y se disuelven
Como una sucesión de promesas, mientras avanzo.
No hay vida por encima de la hierba
O del corazón de las ovejas, y el viento
Se derrama como el destino, doblando
Todo en una dirección.
Noto cómo intenta
Robarme el calor.
Si presto mucha atención
A las raíces del brezo, me invitarán
A blanquear mis huesos entre ellas.
Las ovejas saben dónde están,
Pastando en sus sucias nubes de lana,
Grises como el tiempo.
Las negras ranuras de sus pupilas me envuelven.
Me siento como remitida por correo al espacio,
Un mensaje corto y tonto.
Ahí están disfrazadas de abuela,
Sus pelucas de rizos, sus dientes amarillos
Y sus duros balidos de mármol.
Vengo a las roderas y al agua
Límpida como las soledades
Que se me escurren entre los dedos.
Los huecos umbrales de las puertas van de un prado a otro;
Con el dintel y el vano desgoznados.
De la gente el aire sólo
Recuerda unas pocas sílabas extrañas.
Las repite gimiendo:
Piedra negra, piedra negra.
El cielo se inclina sobre mí, yo soy lo único vertical
Entre todo lo horizontal.
La hierba agita la cabeza distraídamente.
Es demasiado delicada
Para una vida en semejante compañía;
La oscuridad la aterra.
Ahora, en los valles estrechos
Y negros como monederos, las luces de las casas
Brillan como calderilla.