Sylvia Plath
El candidato
Ante todo, ¿es usted la clase de persona que buscamos?
¿Lleva un ojo
de cristal, dientes postizos o muleta,
codera, garfio,
pechos de goma o entrepierna de goma,
costuras que indiquen que algo falta? ¿No?, ¿no? Entonces,
¿cómo pretende que le demos nada?
Deje de llorar.
Abra la mano.
¿Vacía? Vacía. Aquí tiene una mano
dispuesta a llenarla y a traerle
tazas de té y alejar dolores de cabeza
y hacer todo lo que usted le diga.
¿Se casará con ella?
Viene con garantía
de cerrarle los ojos con el dedo al final
y disolverse de tristeza.
Hacemos nuevo caldo con la sal.
Veo que está completamente desnudo.
¿Qué le parece este traje?…
Negro y rígido, pero con buen encaje.
¿Se casará con él?
Es impermeable, inastillable, a prueba
de fuegos y bombas sin tregua.
Créame, le enterrarán con él.
Ahora bien, su cabeza, si me lo permite, está hueca.
Yo tengo lo que necesita.
Sal del armario, ricura.
Y bien, ¿qué le parece?
Desnuda como un folio para empezar,
pero dentro de veinticinco años será plata
y dentro de cincuenta, oro.
Una muñeca viviente, la mire por donde la mire.
Sabe coser, sabe cocinar,
sabe hablar y hablar y hablar.
Funciona, no tiene ningún defecto.
Si tiene un agujero, es un emplasto.
Si tiene un ojo, es una imagen.
Amigo mío, es su último recurso.
¿Se casará, casará, casará con ella?
11 de octubre de 1962