Como descubri a Solari

CÓMO DESCUBRÍ A SOLARI

Rene Boretto Ovalle

Abril de 2018

Este es el contenido de la presentación en el marco del ciclo «Yo conocí a Solari», organizado por el Museo «Luis Alberto Solari», en el año del Centenario de su nacimiento.

Primeramente, deseo agradecer a Angela Serres por la invitación para intervenir en este interesante ciclo referido a «Yo conocí a Solari». Debo decir que me he tomado el atrevimiento de reinventar el título en mi caso particular, haciendo una referencia a «Cómo descubrí a Solari».

Porque quién en Fray Bentos no «conocía» a Solari? Como vecino, como dibujante y pintor, como profesor. Toda la sociedad profesaba un cariño y un respeto muy particular por este hombre que a través de los años se convirtió en un verdadero y real referente de lo «fraybentino» y de Fray Bentos como ciudad continente de muchas experiencias sensoriales, de sentimientos, puestas en los lienzos y en los grabados que hicieron reconocible, respetado y admirado a Luis Alberto Solari por doquier en el mundo. Pero, en cambio, yo quería «descubrir» algunas cosas que me intrigaban del comportamiento como artista y como creador. Quizá un poco por mi deformación técnica como historiador o investigador de la historia. Por eso yo creía que era mejor «descubrir» que «conocer» a ese personaje.

Mi primera relación con Solari data de los años ´60 cuando en 1961 fue mi profesor de dibujo en el Liceo Capdevielle. El «profe» Solari tenía una manera muy especial de enseñar, siempre dedicándonos experiencias sensoriales respecto a cómo dibujar, cómo interpretar el objeto, cómo imaginarlo mentalmente y «meterlo» en la mente antes de hacer la primera raya. Nos hacía llenar hojas y más hojas con líneas paralelas hasta que nos salieran como las de un cuaderno pautado. Y después con las líneas verticales... todo a pulso.

En nuestra clase concurría un alumno de apellido Perfecto. No sé cómo apareció en nuestra clase porque éramos el Primero B y allí concurríamos los de apellidos comenzados con «A» y con «B». Lo cierto es que el alumno Perfecto era casi siempre el objeto de cariñosas bromas del Profe.

- «Perfecto!!!» decía Solari mientras miraba un dibujo en una hoja de manila. Perfecto saltaba de su asiento y decía: «Si profesor».... Y Solari se hacía el desentendido y decía: «Perfecto, fulano, el dibujo está perfecto!».

Como teníamos dos clases seguidas de la materia, podíamos tomarnos el tiempo necesario para dibujar. Un día, habiendo faltado Solari a primera hora, nos se nos ocurrió mejor idea que utilizar las papas, boniatos, zanahorias y frutas que hubieran sido los modelos para dibujar una naturaleza muerta, para una batalla campal, Una «guerra de las verduras» en el patio del Liceo.

No tardó de hacerse presente el Dr. Mollo, Director implacable, serio, adusto y de pocas palabras y nos mandó a todos a la Dirección, desde donde Solari nos rescató en el horario siguiente...

No sé si por mi inquietud o porque mis padres conocían muy bien a Solari pero a continuación participé de sus clases de Dibujo y pintura que brindaba en su taller en la casa de calle 25 de Mayo y Haedo. Hubiera dado quién sabe qué cosa porque Solari me pidiera que lo ayudara a llevar su valija de pintor mágicamente desprendiendo su olor a «trementina» y con manchas de colores por todos lados, como si fuesen sellos de esos que les colocan a las valijas de los viajeros.

Algunos alumnos acompañábamos al Profe Solari cuando hacía sus salidas cortas, a la Plaza Constitución o al Parque Roosevelt, para hacer nuestra emulación de dibujantes y pintores mientras él nos vigilaba a la vez que trabajaba en alguna de sus obras.

Recuerdo la insistencia con que trataba de enseñarnos composición de una imágenes con sus misteriosas cuatro líneas. Dos horizontales y dos verticales, como si dibujásemos un tablero para jugar al Ta-Te-Ti. Esas marcas eran la propuesta de cómo insertar o ubicar nuestros elementos dentro de la composición o del dibujo. Para que dieran una sensación de buena distribución. «Elijan cuál es su motivo principal y lo colocan en uno de estos cuadros... y lo demás lo acompañará sin hacerle perder su valor o importancia ...» Quizá es uno de los recuerdos que vino a mi mente cuando arreglaba sus obras para la exposición del que sería «su » Museo, en 1987. Enloquecía a Angela y sus ayudantes haciéndoles colgar cuadros y él los miraba a cierta distancia. «No... se pelean», decía y nuevamente a buscar otra combinación de colores, de figuras o de sentimientos, extrañas propuestas para quien se enfrentara a mirar esas obras.

Esas instrucciones no me abandonarían nunca y sobre todo cuando hice fotografía «cuasi-profesional» pude aplicarlas. Recuerdo que miraba desde atrás de su persona la obra en el caballete que estaba dibujando y sinceramente no podía asegurar que los que estaba viendo era exactamente el paisaje que estaba frente a mis ojos.... «La pintura es sentimiento. Es una comunicación... es lo que el autor quiere contar o decir. No necesariamente es una copia de una vista en particular, como si fuese una fotografía

- «Y cómo, entonces, profe ?»

- «Subite al árbol, Boretito,» me decía... Y yo seguía sin comprender.

Finalmente, después de tanto, la enseñanza iba cumpliendo sus fines. Cuando compré una cámara fotográfica que a mí me parecía profesional (era una Voigtlander alemana), pude entender cómo «armar» una fotografía mirando por el visor antes de apretar el disparador.

Cambiar la perspectiva. Cambiar el sentido de la realidad fotográfica para introducir en la creación o un primer plano o un objeto secundario que «no se peleara» con el elemento al que deseaba dirigir la atención del que mirara mi foto.

Había en Solari un misterio y sólo mirando cómo trabajaba se pudiera acaso develar.

Con Eva Taramasco mirábamos desde la puerta de este mismo edificio cuando era «la Cosmopolita». Solari gateaba encima de papeles dibujando lo que serían los adornos y la presentación del escenario para los bailes de carnaval. Hasta que nos animamos a preguntarle si podíamos ayudarle, lo que consintió.

Creo que en esas oportunidades hicimos lo más importante de la obra de Solari: pegábamos con engrudo cientos de hojas de papeles de diarios donde el Maestro pintaría después sus obras. Al menos, de alguna forma, participábamos de la obra del gran pintor. Después, no podíamos creer que eso se convirtiera en una cara de payaso gigantesca con la boca abierta, donde esa boca era el lugar del escenario donde estaban los músicos que parecía que eran un misterioso alimento para esa magia del carnaval.

En 1965 Solari decidió irse a vivir a Montevideo. Yo trabajaba ya no digamos como «periodista» pero era informativista en Radio Litoral y fui a la casa para entrevistarlo y preguntarle por qué se iba de Fray Bentos. Poco tiempo después quise guardar su opinión y volví a preguntarle lo mismo. Recuerdo que me decía (lo transcribo directo de una de mis entrevistas grabadas): «Necesidad de evolución. Por eso me fui a Montevideo. Cuando necesité hacer una obra comprometida, una obra decisiva, rotunda, para volcar la experiencia de tantos años, fue cuando no dudé irme a Montevideo. Además, el límite del tamaño de las obras no era la imaginación, sino el tamaño de las bodegas de la ONDA...»

También, años después, Solari me dijo, melancólico: «Fray Bentos era un lugar de donde nunca quise irme» Y creo que mirando sus obras, sus personajes, su insistente y recurrente necesidad de colocar «algo» que le hiciera «estar en Fray Bentos», se trasmite en cada una de sus obras. Allí están los gauchos, las máscaras, las barcas y los máscaros. Nada se despega de aquel «semillero de imágenes» que Solari me dijo una vez, parafraseando a su ciudad natal.

En el año 1979, Solari aceptó presentar en Fray Bentos una serie retrospectiva. Desde sus pinturas anteriores al ´40 hasta sus ya famosos grabados. Lo hizo en el largo salón de exposiciones que inaugurábamos en la Casa de la Cultura, en el mismo edificio donde hoy está la Junta Departamental, donde yo era el Director. Habló Solari al público asistente y no dudo que allí veía realizada una sugerencia, porque él mismo había sido quien me dijera una vez que la ciudad necesitaba «un salón de muestras y exposiciones que no hubiera que desarmar porque esta noche tenemos un baile».

- «Y su muestra retrospectiva permanente, Profesor?» Yo insistía en una realidad. Fray Bentos no tenía nada que pudiese mostrar la obra de ese fraybentino que ya era famoso por el mundo.

- «Voy a poner una muestra a en Fray Bentos el día que no vea colgadas sobre las chimeneas de casas particulares las obras que regalé a algunas instituciones»...

Me guardé ese pensamiento de Solari y se lo trasmití al Dr. Mario Carminatti, como siete años después cuando asumió como Intendente Municipal. No sé si haya sido un disparador, pero lo cierto es que cuando se inició la restauración del emblemático edificio de la Sociedad Cosmopolita, la Intendencia ofreció a Solari para mostrar sus creaciones, sobre todo cuando, ingresando por esa misma puerta, Mario acompañado por el Dr. Julio María Sanguinetti, le comentó que allí quería colocar la obra de Solari. Sanguinetti fue inmediato en la reacción: «Si ponés aquí la obra de Solari, yo mismo vengo a inaugurarla», le dijo.

A Solari le resultaba imposible olvidarse de su vida en Fray Bentos. Y en especial de sus alumnos. Cuando estuvo en París y su esposa Nora debió permanecer en Uruguay, ella dictaba clases de francés y compartía con sus alumnos los días lunes los relatos y dibujos que Solari le enviaba. Resultó ser que todos estaban esperando los lunes para ser parte de esta experiencia.

En 1988 lo visité en su casa de Bulevar Artigas. Fue la única vez que estuve en su taller. Fue una experiencia muy particular. Me enseñó varias carpetas repletas de hojas manila con los dibujos de sus ex alumnos. "De los gurises siempre se aprende", me dijo.

Mirando sus dibujos, me llamó la atención uno que era un boceto de sus murales. Era el que estaba en el viejo edificio de la ONDA y que no tuvimos la inteligencia de preservar. Para mí significaba mucho. Cuando íbamos de novios con mi esposa Olma a la Confitería que allí había, buscábamos sentarnos cerca del mural, porque era de una atracción muy especial. Eran principalmente hombres y mujeres trabajadores del frigorífico Anglo.

Solari recién había regresado de Estados Unidos después de una muy traumática experiencia. Después de un viaje, llegaron a la casa cerca de Wáshington y cuando Solari notó la dificultad para abrir la puerta, le dijo a Nora: «No puedo abrir la puerta. Está hinchada».

Cuando lograron acceder a la casa, hubo un impacto impresionante: más de treinta centímetros de agua cubrían todo, inclusive en el área de taller. Apesadumbrados, recorrían aquel desastre donde mucho se había perdido. La casa tenía una bomba para extraer automáticamente agua que pudiese ingresar, pero debía haber sido mucha y la bomba se quemó y no cumplió con su trabajo.

La señora dueña de la casa vino a verlos y les dijo que estaba trabajando para conseguirles otra casa hasta solucionar todo.

- «No se preocupe, señora. No necesitaremos la casa. Regresamos a Montevideo».

Nora fue muy corta y concisa mientras recorrían por doquier levantando inservibles trabajos de dibujos y grabados. «Estás seguro de lo que dijiste, Solari?» (Nora llamada a su esposo como «Solari» y a veces como «Nené»). «En serio que volvemos al Uruguay?

- «Algún día hay que dejar de trajinar mundos», le dijo y continuó cabizbajo recogiendo inservibles papeles, cartones y herramientas.

En 1989 tuve la oportunidad de departir con Solari, precisamente cuando estaba trabajando en el armado de su retrospectiva. Le invité a hacer una entrevista filmada y no se mostró muy contento, porque a Solari no le entusiasmaba mucho que le entrevistaran y menos frente a una cámara.

Pero lo logramos y frente a uno de sus cuadros ya prontos para recibir la visita del público, conversamos por más de cuarenta minutos, insistiendo en saber cosas que la gente común le preguntaría. Cómo lograba hacer una comunicación a través de su obra; por qué lo de las máscaras; qué valoración tenía para él el carnaval de Fray Bentos; el impacto que había tenido su vida en esta ciudad para trasmitir sus ideas a través de sus obras...

El misterio se sacaba los velos con cada respuesta. Recuerda que a poco de casarse, viajaron con Nora a Montevideo para asistir a una velada de teatro. Una obra de Pirandello utilizaba la alegoría del espejo para hacer comprender cómo se desdobla en varios una sola persona cuando en un espejo éste le devuelve la imagen propia; la imagen de quién ella cree ver allí y le hace comprender que aún hay otras personas, como la que es que le gente lo interpreta y la personalmente que realmente es...

Con las máscaras también, Solari se expresó ofreciendo sus conceptos, diciendo que todas las personas nos ocultamos tras no una sino varias máscaras que nos presentan de diversas formas ante nosotros mismos y ante los demás. Y, consecuentemente, por medio de las máscaras llegamos al momento del año donde aparentemente ocultar el rostro con máscaras nos hace perder u olvidar nuestra propia personalidad. «El carnaval dura todo el año y no sólo tres días», me dijo Solari.

No era un misterio pero en sus personajes había personas con cabezas de animales, casi siempre representando lo que comúnmente la gente le endilga a cada animal. Poco sabihondo es un burro; miedoso es una gallina, etc.

- Y usted, Profesor... cómo se ve?

- Y... como un perro que ladra pero no muerde, dijo sonriendo.

Tampoco el Maestro dejó de opinar y responder respecto a cómo utilizó los dichos populares y los refranes para darle la oportunidad de crear su propio mundo con los contra-refranes como el que se obtiene cuando escuchamos "No hay peor sordo que el que no quiere oir" y lo tergiversa con «No hay peor sordo que el que no quiere ver»....

En 1996 me tocó la oportunidad de dar a conocer cuántas cosas había conversado con Solari y cuál era el resultado de una intrincada búsqueda para tratar de descubrir al hombre detrás de su obra. La Fundación Banco de Boston llamó a un concurso de biografías y ensayos y entre ellas estaba premiado un trabajo mío al que había nombrado: «Luis A. Solari: desde el pueblo chico».

Por qué debería sustraerme de presentar a Solari como uno entre los Once Uruguayos Notables que convocaba la institución en Montevideo?. Fue así que escribí una biografía desde el punto de vista de Solari hombre. De Solari persona. Con sus misterios encerrados en experiencias en un pueblo chico como era Fray Bentos pero que tenía tantas cosas de valor en las que este hombre había fundamentado una de las obras pictóricas más trascendentes que tiene el Uruguay. Y ese trabajo está hoy publicado, logrando insertar a don Luis Solari como uno de los insignes hombres notables del Uruguay contemporáneo.

(Charla con el público presente el día 20 de abril de 2018,

en el Museo Luis Alberto Solari, en el marco del Ciclo "Yo conocí a Solari".)