Dr. Eduardo Kemmerich

EL DR. EDUARDO KEMMERICH: UN CIENTIFICO EN FRAY BENTOS.

El Dr. Eduardo Kemmerich, cuando vino en 1870 a desempeñarse como médico en el establecimiento Liebig´s ya tenía una seria trayectoria en Alemania como investigador y estudioso en química y farmacia.

Ante la necesidad de un profesional para atender las eventualidades médicas en la fábrica, fue convocado por el Ingeniero Georg Giebert, que en 1863 había comenzado su trabajo de organización empresarial, diagramando y trabajando en el armado de la fábrica de extracto de carne que se convertiría en 1865 en la famosa Liebig ´s Extract of Meat Company “ (LEMCO).

Prontamente, Kemmerich en su calidad de médico, atendía obreros y también gente del poblado de Villa Independencia que por entonces carecía de ese servicio.

El propio Giebert reconocía la amplitud y variedad de conocimientos y práctica de Kemmerich, especialmente por haber participado en los estudios de las fórmulas necesarias para convertir los “desechos del saladero” en un fertilizante que pudiese suplir el por entonces ya caro y escaso “guano”, que era el nombre dado a las defecaciones milenarias de aves marinas en las costas pacíficas de Perú y Chile. De manera que Kemmerich cumplió para la empresa e invaluable trabajo de investigación en mejora de los productos elaborados en la Liebig´s Company de Fray Bentos. Como consecuencia, Kemmerich fue siguiendo paso a paso el desarrollo de la empresa, pero principalmente, se hizo dueño del "know how" de la fabricación del extracto de carne y de sus otros derivados de la carne.

Kemmerich se casó con la hija mayor de Giebert.

Nos sirve maravillosamente para conocer aspectos de la actividad de Kemmerich dentro y fuera del establecimiento fabril, las memorias del Dr. Carl Brendel, también alemán y de prestigio en Montevideo por su acción profesional. Veremos también cómo, por relación social y de profesión, ambos entablaron una larga amistad personal y familiar.

A fines de mayo de 1871 conocí a Eduardo Kemmerich, quien es médico y químico en Fray Bentos, trabajando en la compañía Liebig. El simpático joven renano es un excelente clínico. Le presenté una serie de casos de mi práctica. Su visita se extendió por varios días.

A principios de junio de 1872 lo presenté a la Comisión y le ayudé. [1] Después también llegó su futuro suegro Giebert, director de la Compañía Liebig en Fray Bentos, y le ofreció una cena a Augusto Hoffmann, y a mí en el restaurante jardín de Madame Beauzemont. En el camino de regreso a casa, en la parte superior del tranvía, el viejo Giebert empezó a charlar y me contó mucho de sus negocios, de cómo había recibido 25.000 libras en efectivo de sus negocios, en el momento de la fundación de la compañía y de sus planes de abrir una fábrica de abono. Todavía le quedan diez años de contrato; empezó como carpintero y había sido constructor vial en Brasil.

El fruto más maravilloso para mí fue mi amistad íntima con Eduardo Kemmerich, en la que se basó de influyente posición posterior el Munich donde me retiré más tarde.”

Principios de 1874. En Fray Bentos el viejo Giebert se estaba muriendo de cáncer al estómago. Lo atendió el doctor Hartig que junto al Dr. Kemmerich en marzo de ese año constataron su muerte y lo embalsamaron adecuadamente para embarcar los restos en la goleta alemana “Strassbourg”, desde el pequeño pero muy activo puerto de Fray Bentos.

Esta realidad de la muerte del genial iniciador y propulsor de la Liebig´s Company en Fray Bentos, pronto desnudó las acciones de la política empresarial de la LEMCO. Si bien se designó de inmediato a Kemmerich como Director General, quedó en evidencia que la empresa deseaba dar un vuelco total a la administración. Ya habían tenido, desde tiempo atrás, puntos de vista diferentes respecto a las compras de tierras y a los pasos demasiado apresurados para el crecimiento e implantación de otras dependencias (por ejemplo en Gualeguaychú, Argentina). Seguramente no era conveniente mantener en el ámbito directivo a alguien que, no obstante ser un técnico avezado y conocedor de todo el proceso, había contraído matrimonio con la hija mayor de Giebert y adolecía de algunos antecedentes que bien pudieron ser causantes de su reemplazo como Director.

Estimamos que el asunto pasaba por otro lado; según el historiador norteamericano Mark Finlay, un experimento diseñado para descubrir defectos nutricionales del extracto de carne según la fórmula Liebig, causó un alboroto cuando Kemmerich alimentó perros con una dieta consistente sólo de extracto de carne. Todos los perros murieron. Kemmerich publicó los resultados de su experimento en 1868, uniéndose a la crítica de otros técnicos y profesionales respecto a que el extracto de carne no tenía valor nutritivo; por el contrario, se decía que el contenido de fosfato de potasio en el producto final era demasiado alto y podía ser perjudicial en la dieta humana.

Ya no estaba Liebig (fallecido en 1873) ni tampoco Giebert, con su fuerte presencia y peso técnico como Director del Establecimiento de Fray Bentos y la presencia de Kemmerich (quizás) no era necesariamente la más indicada para dirigir los destinos y desarrollo de la pujante empresa. No sería de descartar, inclusive, el impacto de la “germanofobia” desatada con motivo del resultado de la guerra franco-prusiana que no obstante haber culminado en los hechos en 1871, sembró una inestabilidad política general en Europa que asistió a la creación del imperio alemán.

Diríamos que esta inestabilidad general llegó a lo más hondo de la economía europea y a la reacción de quienes ya habían inaugurado un sistema de multinacionales y de globalización en base a la industria y el comercio. La Liebig reaccionaría en varios aspectos. El principal de ellos fue el cambio de política de mercadeo, creando el sistema de promoción y propaganda a través de sus famosas tarjetas coleccionables a todo color. En la promoción se defendía el hecho de que si bien el extracto de carne no era un substituto total para la carne, acompañado con fideos y verduras, agregaba el gusto y sabor de la carne a las comidas.

También (se nota en el desarrollo industrial de años venideros) el extracto de carne se va convirtiendo en otro producto mayormente basado en el marketing y cuya fama no le fue a la zaga al extracto: las pastillas “OXO” que podían disolverse en agua caliente para crear un novedoso, “nutritivo” y conveniente caldo que aceleraba los procedimientos culinarios. Fue el “alimento de un penique” que masificó su consumo.[2]

En lo referido a Sudamérica, se impidió el crecimiento exorbitante de compra y tenencia de tierras, lo que más adelante se haría pero mayormente cuidado y planificado.

No tardó Kemmerich en enfrentar estas diferencias y desencuentros con el directorio de la Compañía, de manera que comenzó a pensar en separarse de la empresa. Así lo recuerda el Dr. Carl Brendel en Septiembre de 1874. En sus memorias escribe: “Desde Fray Bentos llega la noticia de que el doctor Eduardo Kemmerich dentro de unos ocho meses dejaría su empleo y se establecería como médico.” De hecho, en Fray Bentos se produciría la designación, a partir de octubre de 1874 del nuevo gerente, Charles Humprhy Crocker con experiencia como ganadero.

Kemmerich no se retiraba “vencido” sino que era poseedor de un gran caudal de conocimientos técnicos y de manejo administrativo e industrial del proceso del extracto de carne y de otros que se cumplían en Fray Bentos. Así es que su radicación temporaria en Montevideo desde julio de 1875 sería usada para pensar y estudiar el aprovechamiento de estos conocimientos.

Brendel escribe: “Ahora el colega Eduardo Kemmerich vino a vivir acá con su familia y se estableció como médico. Dada mi excesiva práctica, le podía ser útil, y como era un hombre muy inteligente su colaboración me resultó muy valiosa. Nos complementábamos mutuamente y se desarrolló una amistad recíproca muy arraigada así como una comunidad de intereses, que existió imperturbablemente en lo bueno y en lo malo y nunca fue perturbada por el extraño carácter de su esposa. La esposa, era la hija del recientemente fallecido Giebert, fundador de ese negocio gigante que es Liebig y Compañía, y cuando su esposo se hizo cargo de la dirección, surgieron una serie de conflictos que derrocaron a Eduardo Kemmerich.”

La estadía de Kemmerich en la capital oriental fue hasta 1880, pero el lapso le sirvió para una maduración excepcional como profesional médico, apoyado por Brendel. “Pude ayudarle Eduardo Kemmerich cuando lo llamaba para que me asistiera a las operaciones, consultas e internaciones especialmente en la obstetricia y en la aplicación de electricidad y también algunos casos crónicos. Y así se convirtió en un médico conocido, respetado y ocupado. También nuestras esposas armonizaban y nuestras relaciones familiares fueron íntimas. La riqueza de Eduardo Kemmerich y sus hábitos también fueron motivo de mutua comprensión y permanecimos mutuamente independientes.”

EL DR. EDUARDO KEMMERICH COMO BRILLANTE MEDICO E INVESTIGADOR. Desde que se afincó en Montevideo, Eduardo Kemmerich trabajó afanosamente. Volvemos al racconto del Dr. Brendel: “Tuvimos una difícil operación de un viejo español, quien estaba medio ahogado por un cáncer de laringe, medio muerto de hambre y atendido por Eduardo Kemmerich con toda dedicación y sentimiento. En momentos desesperantes no hubo más remedio que partirle la laringe al pobre diablo, extirpar las masas cancerosas que habían crecido hasta la profundidad de la laringe y lograr que pudiera volver a respirar. Cuando el valiente hombre respiró por primera vez a través de un tubo de plata, gritó con voz ronca "cerveza" y como premio a su salvador y cirujano. Naturalmente igual pronto se murió. Pero yo nunca debe ser como vice para que el médico no intente hasta lo último.[3]

Eduardo Kemmerich también hizo lo que pudo con una vieja negra con carcinoma ocio en el hueso de la cadera. Estaba en la casa italiana de Bellazzopa y de esta manera que Eduardo Kemmerich fue mejorando la calidad de su práctica.”

Julio de 1876. Mi querido amigo Eduardo Kemmerich todavía está bajo el efecto de su educación, a pesar de tanta historia natural. No pasa por ninguna capilla sin sacarse el sombrero. Hay que ser creciente pero no obligó a mis hijos a que lo sean, porque yo mismo ya no tengo la misma fe. En eso estoy totalmente de acuerdo con Matilde.

Eduardo Kemmerich nunca tuvo una práctica médica importante, porque se dedicaba enteramente a la cátedra de farmacoterapia obtenida por concurso en la facultad de medicina de la Universidad del país, inaugurada recientemente.” Precisamente, Brendel reconoce que “tres colegas alemanes se destacaron en la recién fundada Facultad de Medicina de Montevideo, uno de quienes era Kemmerich. Este, aparte de la cátedra de farmacoterapia, también se había encargado temporariamente de la cirugía, la cual después pasaría a manos de Struve quien había venido a instalarse aquí.”

Cuando se creó la Facultad de Medicina en la Universidad de la República, Kemmerich es considerado uno de los propulsores. De hecho, fue el cuarto decano de esa Facultad, entre los años 1878 y 1879.

Poco después, Kemmerich, como catedrático en Terapéutica, creó un plantel de Laboratorio. Una especie de curso experimental que dio como resultado la creación del Laboratorio de Fisiología.

Son algunas de las investigaciones de Kemmerich: Estudios fisiológicos y terapéuticos sobre el bromuro de sodio, Antagonismo entre la Pilocarpina y la Atropina y Análisis sobre la leche de yegua. Estando en Fray Bentos había hecho estudios sobre la yerba mate y su acción terapéutica.

Kemmerich: una experiencia vivida en Fray Bentos. El Dr. Brendel en sus memorias nos acerca un cuento hecho por el propio Kemmerich de su estadía como médico en la Liebig´s de Fray Bentos. El recuerdo, precisamente, vino a la mente en un momento en que, por apuro y por actuar demasiado rápidamente, tuvieron ambos (Kemmerich y Brendel) una delicada intervención quirúrgica a un niño al que casi perdieron en la operación.

No obstante el peligro de perder la vida del chico por actuar con mesura, Eduardo Kemmerich dijo que era mejor trabajar lenta y concienzudamente. Mientras tanto, con la mayor de las paciencias y concentración, terminaron la operación que resultó exitosa, en medio de una anécdota:

“Salió a navegar una noche de verano con algunos empleados por el río Uruguay, que allí tenía 4 km de ancho. Iban navegando tranquilamente cuando de pronto se les apareció un barco muy cerca. Eduardo Kemmerich saltó de la borda y buceó en profundidad; retuvo la respiración, mientras que encima de su cabeza sentía un ruido tremendo.

Cuando emergió estaba preso, en una bolsa y apunto de asfixiarse. Comprendió que se encontraba debajo de la vela del barquito zozobrado y recordó que tenía una navaja en su bolsillo. La sacó, la abrió, hizo una enorme corte y salió.

Los otros compañeros de aventura, entre ellos una joven pareja de novios, habían desaparecido. Sólo un amigo, lloriqueando, se mantuvo a flote, nadando al lado de él. Había que salvarlo. Penosamente llegaron a la orilla. El pobre tenía un músculo desgarrado. Se refugiaron en el rancho de unos pescadores. Y Eduardo Kemmerich, aquella noche tuvo que amputarle la pierna. Y la operación salió bien. Nunca más incité a Eduardo Kemmerich para que se apurara. He aprendido mucho de su tranquilidad.”

HACIA LA NUEVA AVENTURA INDUSTRIAL

Recordando su vida durante 1877, el Dr. Brendel nos ofrece un dato interesante respecto cuando comienza el proceso de estudio de Kemmerich para con una industria productora de extracto y otros derivados de la carne. Nos dice: “Uno de los pioneros alemanes de aquella época fue el cuñado de Eduardo Kemmerich, el ingeniero Walter Giebert, hijo del difunto fundador de la compañía Liebig y de la fábrica de extracto de carne de Fray Bentos. Nos vino a visitar y nos contó de sus proyectos, habiendo estudiado bien el país, cerca de los grandes saladeros, en la frontera con Brasil y de río arriba, el Río Uruguay arriba hasta Paraguay.”

En efecto, escribe Brendel poco después, “Eduardo Kemmerich y señora planean mudarse y fundar una empresa que fabrique el extracto de carne, y viajaron río arriba en busca de algo adecuado. En la orilla izquierda del Paraná, en la provincia de Entre Ríos, creen haber encontrado lo que buscaban, en el saladero de Santa Elena. Es un gran matadero, inactivo por el momento, con edificios en ruina, cerca del río, con tres leguas de tierra, aproximadamente 10.000 ha, de las cuales la mitad pueden ser adquiridas de inmediato, mientras que la otra mitad queda disponible para venta prioritaria. Toda esta propiedad está en manos de un banco que la quiere vender barato. Pienso asociarme con 40.000 marcos.”

Como hemos dicho, hacia 1879, Kemmerich y su cuñado Walther Giebert, se encontraban “maduros” como para lanzarse a la etapa de concreciones de la empresa. Viajaron a Bélgica, que era, precisamente, el lugar donde el asunto de las exportaciones e importaciones europeas tenía su puerto abarrotado. Era el sitio donde poco tiempo antes, el Ingeniero Georg Giebert había recurrido para buscar respaldo económico para la empresa que después se convertiría en la ya gigantesca Liebig´s Extract of Meat company.

En la ciudad de Amberes, los empresarios fundaron la Société en commandite E. Kemmerich et Compagnie, precisamente con la intención de introducir en Argentina el procedimiento industrial de la carne para aprovechar el gran momento del mercado, ansioso por los productos y derivados, como el extracto de carne y el abono fabricado con los “desechos de saladero”. Era una tierra de promisiones el Río de la Plata y sólo mencionarlo recibía el interés de los inversores.

UN RECONOCIMIENTO A LA ZONA. Durante 1879, el doctor Brendel hizo un viaje hacia la zona de Santa Elena, decidido ya a ser co-propietario en la fábrica. Dejemos que él mismo, como testigo principal, nos cuente:

Acá (en Montevideo) no habría paz y recuperación para mí de modo que me fui de viaje, en dirección a Santa Elena, la nueva adquisición de la familia de Eduardo Kemmerich. Los colegas se ocupaban de mi consultorio. La familia estaba bien provista.

Después de salir de Buenos Aires, y una larga travesía, finalmente llegamos. El barco echó amarras en los pilotes negros de un puente de madera. La máquina del "Paraná" silbó una larga sirena. Se veía luz en la orilla. El agrimensor francés que había venido conmigo, con sus sirvientes y equipaje, un albañil y un carpintero, ambos italianos y una perra con cinco cachorros, y un coche, etc., nos trasladamos al bote lateral, y a la 1:00 de la mañana todo estaba listo y nos encontrábamos en una casa bastante derruida pero cómodos y cenando. Un buen trago de cerveza “Lager” contribuyó a que me durmiera pacíficamente.

Un chileno era el capataz. Su señora, una india paraguaya, se ocupaba de la casa. Acá en Santa Elena teníamos muy buenos vecinos, que nos saludaban amablemente y nos daban referencias sobre el lugar. Que se vivía en seguridad, pero que en épocas de guerra todo estaba proscripto. En verano, cuando bajara el nivel de las aguas, la navegación se vería perturbada y que por tierra no hay transporte alguno.

Los pocos edificios que había, las máquinas e instalaciones, todo estaba en muy mal estado, pero la tierra era hermosa y buena, y había mucho monte, que justo en estos momentos estaba siendo incendiado por los carboneros, porque un monte demasiado espeso impide la ganadería. El límite costero de nuestro terreno que es de 7 km; la superficie total del estancia de Santa Elena es de dos millas cuadradas, o sea 100 km². Se encuentra entre el río Paraná y el río Feliciano que es de bastante anchura. El primer día a medio día se izó la bandera alemana, y según la costumbre del país, se repartió aguardiente y tabaco entre la gente.

Sería demasiado extenso relatar todos los detalles que en aquel entonces anoté en mi diario. Había logrado lo principal, o sea conocer esta propiedad a fondo, y recuperarme.”

Finalmente, el 10 de julio de 1880 la familia Kemmerich partió desde Montevideo hacia su nuevo hogar: Santa Elena. Allí había que trabajar muy duro porque las instalaciones del viejo saladero construido por Eustaquio y Norberto de la Riestra y Federico González, estaba abandonado, aunque con su muy buena ubicación, sobre el río Paraná en el departamento La Paz, provincia de Entre Ríos. Con la vieja tecnología de entonces, habían elaborado tasajo, secado cueros, elaborado guano y grasa para la exportación. Estos productos se embarcaban en la pequeña población de Santa Elena que los industriales habían fundado el 2 de octubre de 1871. Tenían buena venta de sus producciones y con un velero español propiedad de José Sampera, se trasladaba todo a Brasil y Cuba, para proseguir viaje a España, de donde retornaba a Santa Elena con cargamentos de sal de Cádiz.

Pocos meses después, durante 1881, el Dr. Brendel viajó nuevamente a Santa Elena. La visita había sido motivada por la llegada del cuñado de Eduardo Kemmerich, el ingeniero Walther Giebert, quien estaba ya definitivamente asociado a la empresa. El también adquirió una valiosísima propiedad, lindante con la nuestra, y puede estar contento de que su valor haya aumentado por lo menos diez veces entretanto. Es realmente lamentable que no se hayan invertido más capitales alemanes allá. Nuestra llegada fue celebrada vivamente, ya que traíamos las máquinas a vapor, las calderas y algo de capital todo tan largamente esperado. La fabricación del extracto de carne marchaba a todo vapor. Se me mostraron las diversas fases de la producción, desde el ganado en las pasturas, desde 500 hasta 2000 cabezas que habían sido reunidas en mi honor, los mataderos, la fábrica, el empaque y el embarque.”

“Se requería la visión de un Eduardo Kemmerich para que todo funcionaba de maravilla, y no era nada fácil, ya que había que traer todo de Europa. Los viejos y defectuosos edificios habían sido reparados, otros nuevos habían sido construidos, las máquinas funcionaban bien, y encima de todo ondeaba la bandera alemana, visible desde la orilla por encima de la anchísima río hasta la costa occidental de la provincia hermana de Santa Fe.”La profesión de Kemmerich como médico y hábil investigador en farmacopea, se aplicó al emprendimiento industrial. La desinfección, higiene y buenas costumbres en el aseo, primaron en las instalaciones. Además, como producto de la propia técnica de Liebig purificada y modificada en algunos aspectos por Kemmerich, se podía ofrecer un producto que tenía mayor capacidad alimenticia que los producidos en Fray Bentos. Una publicación española, dice, respecto al producto: “son las peptonas de carne Liebig obtenidas por Kemmerich en el Brasil y la República Argentina, haciendo actuar sobre la carne de buey el vapor de agua sobrecalentado. Esta peptona de Kemmerich es, por lo tanto, al mismo tiempo un extracto de carne y un alimento á base de albumosas; como eran análogas las ya existentes en el mercado producto de los estudios de científicos tales como Koch, Leubie, Rosentai y Valentine”.

Los resultados fueron promisorios, porque la demanda era importante y la producción requería mayores inversiones para aprovechar esa circunstancia. Los rubros obtenidos en 1879 no habían resultado suficientes. Kemmerich pensó que la familia de su esposa y la propia hubieran podido aportar, integrándose como accionarios, lo que no sucedió y fue necesario buscar el dinero en otro lado. Así se estableció un vínculo comercial con el belga Ernesto Tornquist radicado en Buenos Aires, sumándose otros socios de Bélgica como Henri Albert de Bary, Horace van der Burche, P. Raeymaecks, Victor Grisar, Louis Lysen y Victor Lynen.

La creación de la Compagnie des Produits Kemmerich Sociéte Anonyme, nace entonces en esta nueva etapa, conformada legalmente el 4 de noviembre de 1884 en Amberes con un capital de 200.000 libras esterlinas.

Los enjundiosos comerciantes-industriales, tuvieron que pagar las consecuencias de este crecimiento. No en vano, el Dr. Brendel en sus memorias escribía que: “En agosto de 1880 la empresa de Santa Elena prosperaba, después de que Eduardo Kemmerich obtuvo un empréstito de la casa bancaria Tronquist de Buenos Aires. Claro está que de esta manera llegamos a depender de ese zar del dinero. Con el tiempo se mostró cada vez más que allí donde el gran capitalista Tronquist mandaba, nosotros los accionistas sólo mirábamos con el agua en la boca, mientras él y sus órganos comían bien y engordaban. En aquel entonces, la sociedad florecía y nuestra empresa construyó, en la otra orilla, del lado de la Provincia de Santa Fe, una nueva gran fábrica de extracto de carne que prometía montañas de oro.”

La actividad industrial y comercial se hizo conocida por sus productos, hasta el punto que obtuvieron un premio en la Exhibición Kensington de Londres del año 1883. Poco después, en 1887 la compañía comenzó a elaborar pasta de carne enlatada (corned beef).

[1] Eduardo Kemmerich registró su título el 12 de junio de 1872.

[2] La Compañía Liebig´s informa haber suministrado 100 millones de caldos de carne para alimento de las tropas en la Primera Guerra Mundial!!!

[3] Esto es una de las primeras traqueoctomías practicadas en el Uruguay

Según el investigador Jorge Gilbert en “Las estrategias empresariales de Ernesto Tronquist y Compañia”: “La Compañía de productos Kemmerich fue constituida en base a la reorganización de una empresa familiar establecida en 1880, que se dedicaba a la elaboración de extractos de carne vacuna, y otros subproductos ganaderos. Sus actividades eran realizadas en el saladero Santa Elena ubicado sobre el río Paraná, en la costa norte de la provincia de Entre Ríos, actualmente departamento La Paz. El aporte de esta industria fue la incorporación de procesos novedosos para la preparación de los extractos y caldos de carne, cuya demanda creciente en los países industriales determinó que su producción se dirigiera principalmente al mercado belga que, hacia 1914, absorbía el 60% de las exportaciones de este rubro. La vinculación del grupo con Kemmerich se mantuvo hasta 1908, cuando fue vendido a la firma Argentine Estates of Bovril.”

Durante varios años, al no poder subsistir en el mercado haciendo competencia a la fabulosa Liebig´s, se llegó a un acuerdo y la empresa de Kemmerich había comenzado a producir “a fasson”, ocupando toda su capacidad de producir, pero con productos tal cual fueran hechos por la Liebig´s. Cuando en 1904 la Compagnie des Produits Kemmerich retomó la posesión de sus plantas industriales de Argentina, se encontró con una situación económica y muchas dificultades para reencauzar la labor industrial, que desembocaron en 1909 en la venta de parte de sus terrenos y de las fábricas a la Société Argentine Estates of Bovril”.

.