Es una cuestión de apreciación y, créase o no, es un súper poder que los seres humanos poseemos. No lo tienen las rocas, no lo tienen los ríos, no lo tiene el cielo azul. Contemplamos un atardecer y pensamos: “es hermoso” a la vez que nos emocionamos. La más nueva y poderosa de las computadoras no puede hacerlo. Es más, ¿por qué razón nos han de parecer hermosas ciertas cosas? ¿Te lo preguntaste alguna vez? Y aunque jamás lo hayas pensado, así naciste, preparado para apreciar la belleza en todo lo que te rodea, y cuando se usa ese superpoder para apreciar algo muy bello, nuestro corazón “opina” que el resultado es grandioso. Y ahí reside la cuestión más importante: nuestro corazón es el juez en nuestra vida. Podemos ganar un montón de dinero en el trabajo que hacemos, pero si no nos gusta, entonces nos parece que no vale. Podemos ser envidiados por centenares de personas, pero si nosotros despreciamos la situación en la que nos hallamos, la pasamos horriblemente mal. Nuestro ego puede opinar lo que se le ocurra, puede sacar a relucir un sinnúmero de razones por las que la vida así como uno la vive debería ser más que satisfactoria, puede discutir argumentando lo que sea, pero si el corazón dice que la cosa va mal, entonces sabemos que va efectivamente mal. Podemos no entender la razón, pero eso no nos quita el sufrimiento.
Siempre que usemos nuestras herramientas para el trabajo que estaban destinadas a hacer, lograremos el mejor resultado. El raciocinio es una gran herramienta, te han bendecido con ella, pero falla al tratar de entender la cosa más importante: querés sentir esa belleza, ese amor, esa paz a la que sólo se puede acceder desde el corazón. La razón ha de ser usada para pensar si se quiere que brille haciendo su trabajo, no hay nada mejor a nuestra disposición para ese trabajo, pero no sirve cuando se trata de sentir. El corazón baila de gozo cuando se lo usa para sentir la vida, la belleza de este aliento. Y es desde ese lugar desde donde hay que empezar a mirar el mundo otra vez. Así es como la vida tiene sentido vivirla, así está llena de colores, olores y sabores, así las experiencias se vuelven fantásticas y el disfrute no tiene fin. Y no hay que cambiar nada del mundo para poder acceder a este privilegio: está en nosotros, en la manera en que vemos las cosas. Cambiamos eso y todo cambiará.