Anguleros de antaño y de hoy

A MANU DE LA SOTA.

El Gorbeya se ha puesto ya el choto blanco, lo mismo que Anboto y los picachos altos de Goldetxo; ya nuestra ría desde ahora en adelante estará bien abastecida de agua pura, limpia y golpeada por las caídas de las torrenteras, que harán a los ríos aumentar su velocidad.

Las angulas que visitan nuestra ría, entrando por su bocana, empezaran muy pronto a engordarse poco a poco, y serán en breve, hasta febrero las mejores que se coman; empezando luego a negrearse un poquito y perdiendo paulatinamente aceptación.

Ilustración del arte de pesca de la angula en Euskadi.


Yo recuerdo de mi niñez aquellos clásicos anguleros, que desaparecieron para siempre, así como también sus clásicos cedazos planos con bordes de madera levantada alrededor, ajustados con aquellos palos larguísimos, que manejaban con gran soltura los “mutillak” de las Repúblicas de Abando y Begoña, juntamente con algún “chimbo”, y aquellos bravos gabarreros ,que movían sus pesadas embarcaciones con sus propios motores de sangre, -cosa que ya no se ve-, y parece que todavía les estoy viendo recorrer de proa apopa por la borda, llegar hasta la terminación de la embarcación, vencido todo el cuerpo sobre el agua, pareciendo se iban a caer, y cuando así estaban, incorporarse rápidamente , saliendo el remo a la superficie, como si del fondo le hubiesen impelido.

Tampoco se ven ya las clásicas vendedoras de angulas, que exponían la mercancía en aquellas clásicas gamellas de material de castaño, envuelta el género en servilletas blanquísimas; tocadas con chales de cuatro y ocho puntas y las cabezas la mayor parte con pañuelos al estilo del país; los nombres con que se le s conocía a algunas bilbaínas son: La Choma, La Gurriona, La Loina, la de Butron, la de Landajo, la madre de Fabián Bilbao, etc., etc., del os barrios de Achuri e Iturburu.

Hoy vemos a las vendedoras de angulas con zapatos de hebillas y tacones de Luis XV, sus peinados con rizos y sus caras son tipos propios de Andalucía; otras del interior de Galicia o Castilla la Vieja, y hasta algunas cortado el pelo a lo garcon. Traen las angulas al mercado en cestos y capazos, parece que les da vergüenza exponer la mercancía. Entre estas destaca por su tipo distinto la vendedora indígena.

Las vendedoras que he mencionado y que arribaron a nuestro puerto son algunas de las que un día dijeron:·”!Estos bilbaínos están locos, venden lombrices!”

Pero cuando por primera vez las probaron, salieron de su error, siendo sus más decididas defensoras, y al ver lo caras que costaban nuestras lombrices instigaron a sus maridos e hijos a que se hicieran anguleros. He aquí el tipo abigarrado de los actuales anguleros.

Poco a poco, a fuerza de preguntar a los del país, a unos y otros, y después de grandes fracasos en los ensayos, dieron por fin con la preparación o gobierno de la angula, que es donde está el “intringulis”, para obtener su mayor aceptación.

He de consignar con agrado que estos nuevos anguleros han demostrado gran cariño a nuestra villa, pues no ha faltado alguno que ha enviado este sabrosísimo bocado a su pueblo, al alcalde, canónigo, etcétera, etcétera. Entonces algunos de los receptores se sintieron “biskaitarras”, en el buen sentido de la palabra, por causa de este delicado plato, exclamando:” ¡Gora Bilbao!”

Yo no pude menos de aplaudirles por el envío, porque así, la fama de una de las cosas tradicionales de Bilbao se extenderá.

También tenemos que aprender algo en otro orden, y para ello voy a narrar lo que me sucedió hace tiempo. Daba una vuelta, en unión de un amigo, por detrás de los puestos de polleras del Mercado Viejo, donde están instalados unos puestos de pescado, cuyas vendedoras en su mayoría son extrañas al país, y nos habíamos parado para mirar una caja de merluzas de arrastre, muy grandes por cierto.

Entonces, volviéndose la pescadora, nos dice: “¡Señoritos!” ¡Ah!, que fatigas tienen que pasar nuestros pobres maridos para cogerlas! “Y después de breve pausa, agrega: “? No quieren ustedes un kilito, que lo está muy buena?”-

Ante el desparpajo de la “pardilla”, como muchos las llaman, no pudimos salir de nuestro asombro.

Entonces le dije yo: “¿Me haría el favor de decir cómo se llama la cala donde coge su marido estas merluzas?”

A lo que contesto: “? Como dice usted?”

Mi compañero, al ver que no entendía le replica:”? Que nombre tiene la cala donde cogen estas piezas?” Y vuelvo a contestar ella: “No entiendo. ¿Cómo dicen¿”

Le volvemos a repetir con más fuerza ambos. “¡La cala, mujer” ¡La cala” ¿Cómo se llama?”

Entonces, para salir del atolladero en que se había metido, y dirigiéndose al marido de otra pescadora, también en su tierra, que saboreaba en una cazuelita de barro un guisote sietecallero -que no condimentan mejor en su pueblo-, con su correspondiente jarra de Rioja, lo dice:”Ulogio: contesta a lo que me preguntan estos señores”

Este, malhumorado, le contesta: “¡Ridios” Déjame a mí de cosas de mar que ya sabes tú que de esto no entendemos”

Entonces a la pescadora le salen lo colores, y la carcajada que soltamos es grande. Yo le digo con mucha guasa:” Tenga mucho cuidado de no olvidarse de encomendarle a San Antonio y ponerle una vela siempre que su marido vaya al mar a coger estos pescados, pues con esas bocas tan grandes, podían llevarle algún brazo”.

Y nos despedimos, diciéndole mi compañero con tono zumbón:¡Hasta que nos veamos allá por Bermeo, el pueblo de su marido!”

Al de la cazuela y jarra de vino le oímos decir, dirigiéndose a su mujer:”! Buena le han puesto a Celina por mentirosa!”

Me acorde de lo que en cierta ocasión contaba Gustavo Maeztu. “Que en Madrid eran los maragatos los que vendían el pescado, y eso que no habían visto jamás el mar”. Algo de esto sucede en nuestro pueblo: solo que aquí tienen algunas vendedoras más “tupe”, a pesar de haber nacido a muchísimos kilómetros del litoral de la costa, coo a la que me refiero en estas líneas.

UN GANADERO DEL VALLE DE ZUYA.

Euzkadi 20/11/1927




REMEMBRANZAS BILBAINAS. LOS ANGULEROS.

A mi antiguo amigo Juan de Gorbea.

En el continuo sucederse de cosas tipicas y tradicionales en el antaño de nuestra villa, la aparicion de las huestes anguleras, ya bien avanzado el otoño, constituia una nota de alto valor caracteristicamente local y que, hogaño, unicamente la oportunidad de la exhibición puede hacernos recordarnosla. ¡ Tanto va de treinta años aca en la vida de nuestro pueblo, y tanto de aquellos anguleros a estos….y “estas”. Porque hoy, de todo hay en la villa del señor Lopez de Haro. Aunque, a decir verdad, unos y otras, mas inteligentes que en la pesca de angulas se muestren en lo de “pescar” en seco. ¡ Pero, y como habia de ser, si los mas, hasta su arribo a las orillas de nuestro Ibaizabal, no conocian otra agua que el agua-ardiente !.....

Claro esta – y franqueza obliga – que tampoco antaño muchos del oficio se distinguian como modelos de ciudadanos. Acaso la dureza del trabajo, por las pesimas condiciones en que se realiza, requiere hombres ya bien zurrados y habituados al parrandeo con todas sus consecuencias; pero arlotes y el “ondakin” de la villa poco menos que fueran muchos de ellos tambien por entonces, tenian la salsa propia, la sin pa, chimba, y siempre se nos mostraban simpaticos y “chirenes”.

Dependiente siempre su actuacion del curso favorable de las mareas, cerníase en sazón perenne sobre las Siete Calles espesa, olorosa y pegajosa nube de humo, originaria del asado del jugoso besugo en “tascas” y hogares, cuando, coincidiendo con los grises del atardecer, surgian de sus bochinches de Ollerias, Urazurrutia, Bilbao la Vieja, etcétera, las tipicas huestes anguleras para dirigirse a sus tareas nocturnas.

Arropados como mejor pudieran, y descubriendo mas de una prenda al difunto, ya que todo hacia falta para defenderse del cierzo y las heladas de la noche; o cubiertos con algun encerado con su correspondiente sudeste, desecho de algun gabarrero, cuando caia tenaz “sirimiri” o furiosa chaparrada; al hombro el palo o lanzón, a cuyo extremo zaguero aparecia sujeto el cedazo, mientras del lado frontero colgaba el cajon destinado a la guarda de las angulas y el averiado farol de inspeccion, al tiempo que portaba a la mano el tipico candil en prevision del consiguiente derrame de su contenido, de “betrolio”, por efecto del continuo vaiven del lanzon, impedido por sus grandes zancadas. De esta guisa desfilaban los anguleros por ambas orillas de la ria camino de sus respectivas posiciones en “kais” (muelles), “ramplas” y “arris”.

Vedlos ya en sus puestos. Fria es la noche y negra como salsa de chipirones. Desde la Isla hasta La Salve, las margenes de la ria se dibujan por cientos de lucecillas como un rosario interminable.

He aqui, sobre el alto “kai”, al angulero “chirlando” como un tordo, luciendo toda su destreza y no poca energia fisica, pasando bien “curiosito”, casi a flor de agua, su cedazo, cuyo lanzón pudiera confundirse con el mastil de una goleta, y “auparlo” al punto a tierra, para volverlo inmediatamente al agua, y asi, repetidamente, hora tras hora.

- ¿Que “vos” pensais, pues? Pecho duro hay “entavia”-, y repicaba con su enorme puño sobre su pecho ante la admiración de los curiosos “desgalichaos”.

“Mireléis” alli “hansia” San Anton, al charrán de “Narsi” cuanto mas sosegado aparece a bordo de su “Preciosa” , la “chanela” que cortaba el bacalao en todos los regateos del barrio, y de dos “singadas” se “pasaba la banda”. Alli al nivel del agua, poco esfuerzo requeria la faena con aquel cedazo, para el que bastaba el palo de una escoba, mas la ventaja de poder cambiar de puesto hasta dar con aquel en que mas “picaran”.

¡ Ah, pero si los muertos hablaran ! Porque acaso malas lenguas murmuraban de algun trasnochado “yoni” con “moskorra” que fuera a hundirse en las aguas de la ria, y advertido alguien a tiempo de su flotacion lo desvalijara hasta el ultimo “peny”, sin olvidarse del tabaco, auque fuere de masticas.

Remontemos ahora el Ibaizabal…..¡ Ya ! La Isla, rico refugio de las mas gordas y sabrosas angulas codicia de los mas afamados gastronomos bilbainos,y, por ende con el inmediato lugar de Los Caños, las zonas de pesca preferidas por los anguleros.

Helos ahi sobre los “arris”, que se adentran en el rio como desafiando a los “aguaduchus”, que frecuentemente los destruyen. Apenas se dibujan sus siluetas, envueltos por la neblina y el “sirimiri”; a sus pies, el candil de larga y humeante llama, convertido a la sazon en faro luminoso, cuyos destellos atrajera a los incautos pececillos hasta ponerlos al alcance del cedazo. De aqui y alla, buscando algun alivio a la pesadez y monotonia del trabao, parten voces, se silba, canta y surgen tenores baritonos, bajos y basta contrabajos mas o menos “apestosos”, y la musa popular se expande por doquier.


“Con es ¡ay !

y más ¡ ah !

que viva el barrio de Achuri

la taberna de Paloca,

¡ ay ! …¡ ay ! ….¡ ay !


Con que alguien, hastiado de vérselas entre agua, rememora el tinto del barrio. No lejos de él, una voz cavernosa entonaba como un funeral.


“Este farol ya no alumbra….

Ya no alumbra este farol….”


Que seguramente denunciaba el ultimo “corpadón” al frasco que hubo llevado de repuesto.

Y como gracioso contraste surgía a la vera el compañero rebosante de satisfacción.


“A la jota Machin (1)

que por no trabajar

te has metido “alguasil”


Cuando no irrumpia impensadamente por tales lugares “trinca” de trasnochadores, ya terminada la escalada en honor de “chiquilán”, o bien en plena digestión de la “tripada” “ande” Donato, y con resabios “oríconeros” del primitivo bilbaino, prestos a entrar en liza con la antigua tocata del Consulado, a la que más tarde aplicaran letra.


“Chir….chir…chir…

Las angulas

al “sedaso”

han de venir…”


- ¿Ya andais ahi, arlotes? Chinchorta “vos” “hasia” de un “linternaso”- rugia desde el fondo del rio un angulero, a quien, como a muchos de los suyos, poníales de mal talante la cantata, para terminar irremisiblemente entr unos y otros en corto y sustancioso dialogo:

- ¡ Anguleros ! ¿Pican ?

- ¡¡ ……cordo !!

- “Pa” ti lo gordo.


Y a este tenor transcurrian las horas hasta que llegada la proximidad de la madrugada los anguleros daban por terminadas sus tareas, y poco despues, sin “tascas” en el camino que les entretuvieran, se reintegraban a sus hogares, en los que fuera de presumir se llevaban las primicias de sus caricias los fracos de “chichisparra” que los confortara, juntamente con el catre que amoroso les aguardaba, y donde bien se resarcirian de la vigilia nocturna; en tanto, por otro lado su “querida vieja” se encargaba de preparar convenientemente las angulas para, hacia el mediodia, llevarlas a la venta a la plaza del Mercado, lo que conseguido generalmente a buen precio, máxime en visperas de Navidad, proporcionábale al angulero un feliz despertar ante la presencia de un regular pilastra de “machacantes”, que sábelo Dios como los derritiria.

MIRRI

(1) Antiguo “chinel” de la villa.


Euzkadi 24/12/1924



APUNTES PARA UNA POSIBLE HISTORIA

LA ÚLTIMA GENERACIÓN DE ANGULEROS BILBAINOS

REMEMORACIÓN

En la ría, aguas arriba del puente de San Antón, parpadea en estas noches frías de invierno una lucecilla de llama vacilante. En el breve halo de luz se advierte una silueta oscura que va y viene dentro de un reducido espacio. Más lejos, en la oscuridad del cauce, se divisa otra lucecita. También una sombra que oscila en la penumbra. El mismo cuadro más allá aún, y otro más lejos, en ambas márgenes de la ría. Y en el fondo de esta perspectiva, otras lucecitas más imprecisas todavía. Son los anguleros. En algunas de estas noches, cuando las circunstancias marítimas, cuya influencia se adentra ría arriba, hasta la llamada Isla de San Cristóbal, son propicias a la captura de estos minúsculos y aun misteriosos habitantes de nuestras aguas, se apostan en ambos lados de la corriente acaso más de un ciento de pescadores. Entonces la ría ofrece un aspecto pintoresco.

Y, sin embargo, este cuadro no es más que un resto exiguo de lo que fue en un día no muy lejano aún una industria exuberante y típica en extremo de la villa.

El ambiente singular de angulas, conocedores sagaces y experimentados de las cualidades de esta pesca, se ha ido desvaneciendo en este Bilbao de ahora con sus pujos de gran urbe, con sus orientaciones modernas, con su enanche y su avance en el progreso.

Si algo efectivo queda de nuestros clásicos anguleros, de los que inspiraron a don Emiliano de Arriaga su celebrado cantar, más está en el recuerdo de la última generación que en la realidad de nuestros días.

Porque no son estos anguleros de hoy una continuación directa y genuina, en general, de aquellos otros anguleros populares en Achuri y en Bilbao la Vieja; de Teresa, “La Chupinera”, “La Loina”, “La Albañila”, “La Choma”, Juana la de las puntas”, los Arroas, los Landajos, los Cardaño, Leoncio, el valenciano, y tantos, otros, honra y prez de los artistas del cedazo.

La historia de aquellos típicos anguleros pierde en estos momentos continuidad.

La mayor parte de los anguleros actuales son anguleros adaptados, ocasionales. Son pocos, contados, aquellos en los que la tradición se mantiene.

Más abajo del puente de San Antón apenas se ve alguno que otro de estos pescadores, aislados, como si la tradición, al desasirse de nuestra vida cotidiana, hubiese dejado como por descuido algunos trozos de sí misma en los bordes de la ría.

Estos anguleros de ahora provocan a lo sumo en el espíritu el deseo de rememorar a sus antecesores.

A los que gusten de esta rememoración les ayudaremos en ella, con la ayuda de un experto conocedor de la ría, amante de todos sus parajes, que guarda en su espíritu un recuerdo emocionado de aquellos tiempos.

OTROS TIEMPOS

Achuri y Bilbao la Vieja, especialmente, fueron viveros de anguleros esforzados. También los hubo notables por su pericia y por su paciencia en la Sendeja y en Begoña.

Teresa, “La Chupinera” llamada así por que se encargaba de la función de disparar los “chupines” en las fiestas de la villa, función que realizaba con toda solemnidad; los Arroas, “La Croma”, “La Loina”, “La Albañila” y otros muchos que honraron y prestigiaron la profesión, hijos de Achuri y de Bilbao la Vieja fueron en su mayor parte. Los episodios más salientes de los anguleros, a su época correspondieron enteramente. Ellos tejieron enteramente, con sus méritos, la historia de la pesca de angula, que culminó en el prestigio de las angulas de la Isla, por todos reconocido y acatado y que empieza a liquidarse-la historia- en estos días nuestros.

“¿Qué hacían, pues, aquellos anguleros de entonces?”-preguntamos a nuestro asesor.

Y nuestro asesor sonríe con un cierto gesto de misterio para explicarnos la diferencia, de los anguleros de antaño con respecto a los de hogaño.

Aquéllos conocían la ría y sabían de los misterios de la vida de la angula. Sus conocimientos empíricos de esta índole habían sido logrados a fuerza de recorrer la ría en todos sus parajes, de auscultarles, de vivir en ella, en suma.

Más de cien y casi doscientas pescadores de farol y cedazo atacaban todas las noches, durante la época pertinente, los muchos misterios en que las angulas encastillaban su libertad. Y todos sacaban provecho de sus tareas.

Hubo noches en que el angulero de aquellos tiempos llenó el recipiente de madera hasta colmarlos y aun tuvo que utilizar sus propios pantalones, atándolos por las piernas, para llevar a su casa el resto. Claro es que la arribada a su domicilio hubo de hacerla en forma poco correcta; esto es en pantalones interiores.

Los “embeladores”, llamados así arbitrariamente porque se dedicaban a embalar fardos de bacalao en los almacenes del muelle de Ripa, dieron también prestigio a esta industria. Generalmente eran buenos mozos de Begoña, cuyas aficiones a la pesca nacieron de su convivencia con la ría determinada por su profesión.

UN DATO PARA LA HISTORIA

El día que se escriba la historia de la pesca de la angula en Bilbao habrá de consignarse un detalle trascendente que marca casi una época en ella. Y este dato habrá de apuntarse en el haber de Segundo Molinuevo, pescador de angulas de aquellos tiempos, que aún mezcla sus afanes entre los nuestros.

Los cedazos estaban entonces provistos indefectiblemente de un palo largo. Este palo tenía a veces hasta 32 pies de longitud a fin de poder utilizar el cedazo desde los muelles altos. Naturalmente, el manejo de estos cedazos requería un esfuerzo no leve y en él había de ponerse a contribución la fortaleza de los músculos de los pescadores.

Las mujeres, desde luego, no podían pescar desde los muelles altos y habían de apostarse necesariamente en los “arrasis” que se introducen en el agua. Como hazaña en este empeño puede consignarse el hecho de que algunos anguleros llegaron a tender el cedazo desde lo alto del puente de San Antón.

Pero el señor Molinuevo vino, con su ingenio, a simplificar el uso del cedazo, a hacerlo más accesible. Hará de esto unos dieciocho años. Fue una cosa tan sencilla como sorprendente. Fue uno de tantos descubrimientos cuyo mérito está en su simplicitud y que no por eso dejan de ocupar un lugar en la historia de la ciencia. Claro que no pretendemos para el descubrimiento del señor Molinuevo un encasillamiento científico, pero sí la admiración sincera de aquellos a cuyo conocimiento llegue el caso.

Y fue que el señor Molinuevo dio en la idea de sustituir el largo mango del cedazo por una simple cuerda. De esta forma, utilizada luego comúnmente, un niño incluso podía hacer funcionar el cedazo desde la altura más considerable. El señor Molinuevo tiene, pues, un puesto indiscutible en la historia de la pesca de la angula.

LOS MISTERIOS DE LA ANGULA

Nuestro asesor nos habla, atendiendo a nuestros requerimientos, de los misterios de la angula. No es extraño. Hombres de ciencia contrastada nadaron en las mismas incertidumbres y han tratado de determinarlas con arduas investigaciones. Pero no es nuestro propósito llegar al que con nosotros rememore y curiosee la vida de nuestros anguleros a este terreno científico. Desde luego, nuestro asesor cree, con algunos sabios, que la angula es una manifestación inicial de la anguila.

Aparte de esto, que ha motivado tantas vigilias, ya es bastante curioso que la angula no se deje capturar sino de noche y que, por raro contraste y contradicción, sea su captura más fácil con la ayuda de la luz de un farol.

Tan exacto es esto, que apenas alborea el día las angulas desaparecen como por encantamiento. A algún pescador le ha acontecido estar sacando docenas en el cedazo cada vez que lo pasaba por el agua, y al llegar la primera luz del día encontrarse con que todas, sin excepción, habían desaparecido inopinadamente allí donde antes había miles de ellas.

El granizo produce en su conducta los mismos efectos. Una granizada es lo suficiente para que desaparezcan de tal forma, que parece se han eliminado en las capas acuáticas.

En muchas de estas ocasiones los anguleros han tenido que retirarse a sus casas con los trebejos en las manos, cariacontecidos y burlados por una de estas especies de prestidigitación.

El buen angulero, que se preciase de tal había de conocer estas y otras cosas raras e inexplicables de las angulas.

ACERCA DE UN PRESTIGIO

El prestigio de las angulas de la Isla tiene todas las reverencias gastronómicas. En el mercado se cotizan con todos los honores, hoy como ayer. Nuestro informador no sabe a qué se debe esta supremacía. Acaso a que las aguas de la Isla son más limpias, más corrientes, que las del resto de la ría. Lo cierto, incontrovertible, es que su sabor es más exquisito y que esta procedencia es un marchamo de excelente calidad que hoy día está fuera de toda discusión.

El angulero que logra pescar, aunque no sea más que dos libras de angulas en la Isla, puede dar por terminada su jornada satisfecho.

LA PREPARACIÓN

La preparación de las angulas para ser servidas en la mesa después de una breve estancia en la cazuela, al calor del hogar, es uno de los secretos que se llevaron consigo aquellas anguleras, honra del gremio, algunas de las cuales hemos citado antes. De esta preparación depende en gran parte la exquisitez de la angula. Nuestro informador nos asegura que ya no se preparan angulas como entonces. El lavado en una cosa metódica y complicada que requiere una atención extrema. La fuente conocida por “El Chorro”, en Achuri, si le fuera posible, daría fe de esta difícil ciencia de lograr que las angulas se desprovean de las sustancias que les sobran para un buen condimento. Allí, en aquella fuente, tenían lugar los lavados a cargo de aquellas ilustres anguleras. De allí salían tersas, huidizas, de forma que se pudieran desligar del tenedor en el momento en que han de dejar de ser enteramente. Luego, la conservación y el conocimiento que las torna blancas, pertenece también al secreto de la preparación, que los gustadores de angulas han de llorar quizá para siempre.

LA DECADENCIA

Hoy se pesca de la angula en Bilbao está en franca decadencia. Desde luego, hay menos angulas en la ría y su pesca es escasamente remuneradora. Como consecuencia, los pescadores han disminuido y el estímulo se han perdido mucho, hasta le extremo de que quizá la pesca de hoy es su última manifestación.

Por otra parte, nuestro mercado se surte de otros muchos sitios donde la pesca de la angula se ha “estandarizado”, siguiendo la corriente industrial.

Pero de aquellos tiempos que hemos recordado nos queda la historia de nuestros anguleros, mantenida, en parte, por don Emiliano de Arriaga con su composición musical…y nos quedan también las angulas de la Isla, a las que el mercado abre sus brazos preferentemente. El restaurante que puede incluirlas en su menú o en la “carta” del día acumula con ello prestigio.


VICTOR R. AÑIBARRO

Euzkadi 06/01/1929

Pescando kiskallus. Klin klon (Felix Garcia Arceluz)