La Atalaya de Matxitxako y el solitario de la Atalaya

Matxitxako es el morro de un monstruoso unicornio que se adelanta en el mar. El faro puede ser el diente gigantesco, y la atalaya, en todo lo alto, un moñete, o una verruga. La “Atalaya” es el cerebro, la central nerviosa,, que interpreta todo lo que ocurre en el mar; el sentido previsor que anticipa y barrunta las reacciones del monstruo, que palpita debajo.

Todo esto son historias, cuentos, divagaciones, porque Matxitxako es mucho más que todo eso; es el Norte, guía y referencia de toda nuestra marinería.

Dentro de Matxitxako y fuera de allí son las demarcaciones como de frontera, señalada por una línea divisoria que separa el mar bravo y duro del más amansado. En lo más alto un mástil y cuatro chimeneas son los medios de comunicación sin hilos, que maneja el solitario de la atalaya, "el hombre ojos" que es Paulino Zabaleta.

La Atalaya nació de la necesidad de un servicio de descubierta para avisos a la pesca situada en la demarcación del mar vecina. Todo lo demás de diligencia, de celo, de ampliación, de servicios, lo ha aportado la afición inteligente de este hombre a quién la mar le habla y cuenta todos sus secretos.

Paulino Zabaleta atalayero de Matxitxako

Localizado en lo alto de uno los mogotes del monte Burgoa, se edificó en los terrenos regalados por Sir Ramón de la Sota. Las Cofradías, primero la de Bermeo y luego la Federación, costearon la obra y atendieron el sueldo reducido del atalayero y un poco reforzado por la Excelentísima Diputación de Bizkaia.

La función que realizó, allí en solitario Paulino Zabaleta, reducida a dinero, a beneficios que se siguen a sus felices y constantes avisos, representará al cabo del año millones, sin contar con el servicio de alarmas, prevenciones y avisos de previsión de novedades meteorológicas a plazo corto en cuyo aspecto Paulino no tiene rival.

Paulino no sabrá lo que ocurre en Groelandia, ni en Islandia, ni en Labrador, ni al este de las Azores, pero de Cabo Mayor a Biarritz se anda muy bien y muy seguro bajo el numen de sus previsiones.

Como Paulino diga solemne "la mar dejará" ya se puede salir, aunque sea torpe el vendaval.

Por el contrario si ventura un "Contus ibili, eta beguiritu ona", es mejor quedarse al abrigo del puerto.

No alejarse mucho, ni fuera de la vista de la Atalaya para advertir la seña de retirarse y obedecerla a la mayor brevedad.

Y eso lo hacemos nosotros, los chapuceros aprendices y también los avezados, los del oficio que confían en la experiencia del solitario de allí arriba.

El éxito del servicio de la Atalaya de Matxitxako deriva de la oportunidad de haber hallado "el hombre".

Paulino es un temperamento solitario, de contemplativo polarizado por vocación al mar, marinero experimentado, con dotes de observador y con una afición al oficio que es de apostolado, Paulino está en la observación siempre. Embarcación que entra en su amplia zona visual debe considerarse acompañada y protegida. Paulino se fijará en las maniobras que haga su gente, en su navegación correcta o descuidada. Advertirá todas las novedades de abordo.

Identificará la filiación y procedencia, su probable destino.

Un día, en viaje del Abra de Bilbao a Mundaca, corrimos una empopada del Sud-Oeste, que venía volando por sus pasos a una galernilla.

La cortedad de aquel primer Potintxu retardaba la llegada a Matxitxako con riesgo de que nos cogiera la entrada de galerna fuera del abrigo del cabo. Con apuro y justeza de tiempo conseguimos alcanzar el seno de las boya y dimos fondo allí, con largura de fondeo, para reponer el aparejo. Aproados al viento íbamos garreando sacudidos por la marejada.

Paulino había cursado aviso telefónico a Bermeo para que vinieran a buscarnos.

Se había hecho cargo de todo lo que ocurría abordo, desde que nos vio una empopada sospechosa.

En otra ocasión salimos con el actual “Potintxu II”, para el mismo viaje y al llegar a la altura de Plencia, encontramos un N.E. duro, al tiempo que se averiaba la canalización de la gasolina.

Decidimos entrar en Astondo, sin haber navegado más que cinco minutos a la vista de Matxitxako. Paulino nos vio y dio el aviso a Guernica de que no llegábamos para la noche.

Posteriormente me explicó la interpretación de nuestra maniobra.

"Motor os paró y N.E. proa teníais y metisteis Plencia". Nos había visto en cuanto rebasamos la altura de Astondo y nos cuidó como es su costumbre. Su instinto de pescador interpreta todos los movimientos de los que se dedican a sus faenas, desde Santoña a Higuer.

Hay ocasiones en las que disculpables oportunidades retardan el conocimiento de hallazgos de pesca. El afortunado queda con ellos, disimula el hallazgo o no viene a puerto temprano, para evitar competencias de precio. Paulino huele lo que significa la picardía de esconderse en una ensenada, donde no hay nada..... y llama al teléfono de Bermeo y da cuenta de la novedad y de lo que sospecha.

Reconoce o identifica los motores y vapores a distancias increíbles y sabe en todo tiempo cuantos ondarrueses, lequeitianos y motriqueses andan por Santoña y lleva el censo de todas las flotillas que están al Este.

Los pequeños cabotajeros que luchan en tiempos duros con las ventadas y maretones del invierno, son también vigilados por Paulino dispuesto a dar aviso a los armadores en cuanto ve el peligro.

Ha visto con apuro episodios emocionantes de la lucha de barcos con el mar, y entre ellos se acuerda siempre de aquel barco de Sota, que fue a estrellarse, en los Riquets de cerca de Ondarreta y cuyas alternativas comunicó a la casa armadora, por si había posibilidad de socorro, cuando todavía se defendía frente a Matxitxako.

Con su gesto y visaje de estatua otea lugares invisibles para nosotros y extendiendo el brazo con el índice rígido va señalando las calas próximas por sus orientaciones respectivas con relación al Cabo: Calapalso, Goyerri, Calabarri, Cigarre, Okarantza, Papardomanco, Chilemanco, Basomendi, Castro-arrenkala que son las vecinas las que no se hurtan del todo a su vigilancia y que dan besugo y merluza, manteniéndose casi a la vista los humos de las vaporas.

Y toda esta inmensidad la controla este hombre admirable que nos abruma con la finura de su ciencia, infusa o intuitiva en gran parte y experimental fundamentada por una observación reiterada.

Lector; Matxitxako es un lugar accesible no muy distante del límite que puedas asignar a un paseo en auto.

Una carretera que será cuando termine su arreglo el obligado paseo turístico de Vizcaya, te lleva hasta cuarenta metros de la Atalaya, donde Paulino Zabaleta amable, condescendiente y dueño de un léxico pintoresco te inciará en la lectura del libro más hermoso.

Edificio y observatorio de la Atalaya de Matxitxako en el monte Burgoa encima del faro.

No obstante lo inmenso que es el mar visto desde allí, el hombre que lo escruta y lo interpreta y la población que vive de sus riquezas, adentrándose en él son grandes también.

Cuando nuestra última visita a Paulino se lamentaba este nuestro retraso "Si venéis una hora antes, hirviendo la mar, con “chicharro". He llamado a Bermeo y se han llenado todos los vapores.

Miles de arrobas, a seis a siete y ocho pesetas, había producido la descubierta de Paulino aquél día.

¡Y como este, tantos!

Otro día estarán fuera los vapores en las calas de altura, cuando Paulino vio unos cabotajeros que en su viaje iban pescando atún, a milla y media del cabo.

Llamó a Bermeo a las motoras que quedaron en casa y se llenaron de pesca, mientras que la gruesa flota perdía el día en la altura, por no poder advertir las humadas de Paulino señalando el sitio de la pesca.

Este es el solitario de la Atalaya de Bermeo, el gran Paulino Zabaleta, hombre útil cien por cien, providencia de los navegantes y pescadores de este rincón de mar admirable, ejemplo de sencillez y hombría de bien.

Linterna y torreon del nuevo faro de Matxitxako. Foto Delclaux

J. de IRIGOYEN. 6 de Diciembre de 1933, La Gaceta del Norte