He aqui en el puerto que le vió nacer, el txo del Izaro José de Bengoetxea, un hombre de trece años.
TRECE AÑOS
Recuerde el lector sus trece años. Veáse con el pantalón más arriba de las rodillas y con una blusa o una marinera y rememore aquellas tribulaciones infantiles, nacidas de pequeñas nimiedades; piense en aquellos lloros, pueriles y en aquellos sollozos ahogados, producidos por una pequeña contrariedad: la felicidad con que se sentía uno feliz e inmensamente desgraciados, y sacara la consecuencia de que trece años son muy pocos para luchar en la vida… ¿Qué no serán para luchar con la muerte? Aquel Garrón del “Corazón” de Amicis, que a los catorce años pensaba como un hombre y tantos otros, que han desafiado en las páginas de mil libros, eran unos niños a los que les faltaba infantilidad: pensaban gravemente, reflexionaban antes de realizar y con un propósito digno de alabanza trataban de influir en nuestros ánimos, convergiendo aquellos defectos, muy de niños, que, dejados triunfar libremente, pudieran constituir en la juventud una tasa en el camino del éxito. Pero hay niños-hombres; niños que juegan despreocupadamente, y que, sin embargo, llegado el momento, saben responder en la vida como lo hiciera el hombre más hombre. Este es el caso del “txo” del “Izaro”, salvado en la catástrofe marítima del día veintisiete.
EL “TXO”
José Bengoetxea Santiago nació en una de esas casas pobres pescadores del puerto de Bermeo; de esto hace ya trece años. Pero, con ser estos pocos, el es hombre desde que le embutieron las piernas flacas y duras en un pantalón largo de dril y desde que le compraron una camisa de “tostarteko”.
- Vas a ir a la mar, en el vapor- le dijeron.
Y él, José Bengoetxea , sin pestañear, respondió tranquilamente:
- Bueno; iré de “txo”.
Le compraron unas botas duras de color amarillo, de becerro, y se fue a la mar, deseando saber dónde se cogía tanta antxoa y tanto bonito como traían los pesqueros al puerto. José Bengoetxea se hizo muy amigo de un “tostarteko” del “Izaro”; Antonio de Otazua. Y desde entonces, hace ya un par de años, Antón y el “txo” se entienden a maravilla; y mientras las redes esperan la carga preciosa, hablan de todo lo vivo y de todo lo pintado, como lo que son: dos hombres. Pero en la vida de José Bengoetxea Santiago, el “txo” del “Izaro”, surgió una dificultad; si en el pesquero trabajaba como un bravo ayudando a los suyos y en el puerto saltaba y brincaba con los mutikos, ¿Cuándo dormía? Decidió hablar menos con Antón y dormir más; y desde la salida de Bermeo hasta alta mar, el “txo” dormía como un bendito mientras la proa del Izaro rasgaba el verde del mar.
LA CATASTROFE
-Tres horas o así llevaría dormido- dice José Bengoetxea- en la bodega de atrás cuando se oyó un golpazo terrible. ¡Txo, menudo golpe de mar!, me dije. Y me volví a dormir tranquilamente; pero ya el sueño fuerte, el pesado, se me había marchado de la cabeza y pude recibir al poco rato gritos de auxilio y alguna cosa extraña. Subí a cubierta y- sin darme cuenta que el vapor se hundía- vi como los marinos se arrojaban al agua.
–Cuando estos se tira, por algo será- pensé.
Y sin más, me quite la chaqueta y kukunbera. Comencé a nadar despacio con el oído alerta; pero era de noche y ni se veía nada ni se oía nada tampoco. Llevaba diez minutos como un pez, cuando vi agarrados a un palo seis marineros. Entre ellos, Antonio de Otazua.
– Txo Antón; ya me dejareis un poco sitio?
Que si me contestaron y allí fui en un periquete. No se estaba muy bien en el palo, porque esta daba vueltas y vueltas; a mi lado tenia a Francisco Javier de Arketa y al otro a Antón. Así estuvimos una hora o así.
DRAMATISMO
De pronto Francisco Javier de Arketa me agarro del hombro; yo me solté. Pero el volvió agarrarme del brazo y soltándose del palo se fue a fondo, arrastrándome. Muy hondo fuimos; pero Francisco calambres o así debía tener y me soltó. Otra vez subí arriba. El palo donde estaba Antón quedaba un poco lejos. Hacia allí fui nadando y ya de cerca le grite:
- Txo Antón, ¿ya me dejéis un poco sitio?
Mucho debió de alegrarse Antonio de verme, por cuanto que, abandonando el palo, salió en mi encuentro y me remolco hasta allí.
–Ahora tente fuerte- me dijo.
– Tu, también, ya te tendrás, ¿eh¿- le pregunte.
–Yo, sí.
Nos agarramos al palo y así estuvimos un rato grande callando. De pronto, uno del palo se soltó y “¡agua!, dijo. Se fue a fondo. Todos nos pusimos tristes. Además, ahora el agua parecía tener más frio. Antón dijo que a San Juan teníamos que ir si venia algún barco…
-A San Juan hay que ir – pensé yo- Además, el martes, en Gastelugatxe hay fiestas.
En esto, bastante lejos, paso un barco grande. Le gritamos, le gritamos mucho; pero el barco se marchaba poco a poco.
¡Me dieron ganas de seguirle!
Paso otra hora; Antón volvió a repetir que había que rezar para que pudiéramos llegar a Gastelugatxe. Callamos otra vez y al poco rato, a media voz, todos rezábamos….El agua – marejadilla- batía en el palo, que seguía dando vueltas y vueltas. No sé cuánto tiempo estuvimos; pero de pronto, Antón nado más fuerte y me dijo, acercando su cabeza a mi oído:
-Txo….
-¿Zer?
-Agárrate fuerte que ahí vienen a salvarnos.
Efectivamente, un pesquero llegaba con su luz….Se armó un pequeño barullo y cada cual se agarró al chicote, subiendo a bordo…………..A las dos de la tarde del domingo yo estaba jugando con los “txos” en el puerto. Las piernas me dolían un poco.
DOLOR
En el habla bermeana es característico el resbalar de las ultimas silabas de las palabras; entonces la voz tiene una inflexión extraña, entre enérgica y dolorosa….También el “txo” del “Izaro”, el valiente mutiko que ha adoptado ante nuestro fotógrafo una postura típica marinera, tiene en la voz ese deje. Cuando le hemos preguntado cómo se llama ha contestado:
-José Bengoetxea.
- ¿Y el segundo apellido?
El “txo” del “Izaro” se ha rascado la cabeza y luego, volviéndose, ha dicho, resbalando también la última palabra:
-Txo, lengusu….
Ha habido en este pequeño gesto de José Bengoetxea una simpática irresistible….
En el patio de la sacristía de Santa María de Bermeo, sentados sobre las losas que a manera de acera nos han servido de banco, dos diputados, varios sacerdotes y varios amigos del “txo”, nuestro querido amigo “Itxosua” y el reportero de EUZKADI han escuchado las palabras de Josetxo, el del “Izaro”…..Que, por cierto, ahora se siente más hombre, no porque haya sido protagonista y testigo de una gran tragedia, sino por que luce unas nuevas botas amarillas y una preciosa camisa de la tela cruda de “tostarteko”.
Andima de Orueta
Euzkadi 01/09/1933