EL CONCURSO DE PREGONES DE VENDEDORAS DE PESCADO.
EL CONCURSO DE PREGONES DE VENDEDORAS DE PESCADO.
Este festejo popular y nuevo que habia organizado la Comisión municipal, llevó a la Plaza Nueva, donde iba a celebrarse, numeroso publico que, a pesar del molesto sirimiri, comenzo a tomar posiciones antes de las once y media de la mañana, en que dio comienzo.
Las once vendedoras que se habian inscripto para el concurso, se presentaron muy bien ataviadas y llevando las tipicas cestas con unas cuantas docenas de sardinas , hermosas y frescas, de las de “vara y media” del pregon diario por las calles.
Minutos antes de la hora llegaron los capitulares señores Mogrovejo, Acha, Erice, Ortuzar, Echevarria (I), que en union de otros de la Comisión de Festejos constituian de Jurado, actuando de secretario oficial de la Sección de Gobernación señor Bujanda, más la presidenta de la Cofradía de Vendedores que iba a ser la encargada del ajuste de las sardinas.
Hallandose la plaza llena de público y los balcones llenos tambien de espectadores, dio comienzo el concurso.
Las vendedoras partiendo de los arcos de la Plaza Nueva, avanzaron hacia el kiosco pregonando su mercancia, y una vez frente al mismo la presidenta de la Cofradia comenzo el ajuste y regateo, durante el cual las vendodoras apelaban a su ingenio para hacer valer su mercancia.
Este regateo dio lugar a escenas que regocijarón extraordinariamente al público.
De las concursantes las las hubo que pregonaban la sardina con el consabido camelito “de vara y media de largas” y hubo dos, Maria y Ernestina Ordorica, las cuales , con voz de bonito timbre y con mucha justeza, lo hicieron entonando el cantar popular que dice:
“Desde Santurce a Bilbao, etc.”
Como resultado del Concurso, el Jurado concedio cinco primeros premios y distribuyo entre las demas concursantes cantidades en metalico a razón de diez pesetas cada una.
Al finalizar el Concurso, las que tomarón parte en el cantarón varias “joticas” alusivas al Jurado.
En uno de los balcones del Hotel Excelsior, se hallaba presenciando el concurso el matador de toros Nicanor Villalta, al que las vendedoras hermanas Ordorica dedicaron una jota , correspondiendo el diestro a tal atención regalando un billete de 50 pesetas.
El Jurado, despues de deliberar acordó, la adjudicación de los cinco premios en metalico establecidos para el concurso en la siguiente forma:
Primero. Maria Ordorica, de Santurce, 75 pesetas.
Segundo. Fernanda Martinez, de Bilbao, 50.
Tercero. Encarnación Martinez, de Bilbao , 40.
Cuarto. Ernestina Ordorica, de Santurce, 25.
Quinto. Jesusa Urtiaga, de Santurce, 15.
El festejo, tan tipico como popular, fue muy del agrado del público, por lo que creemos que perdurara en los programas de los festejos de años sucesivos.
Vista de la Plaza Nueva durante la celebración del Concurso de Vendedores de pescado que tuvo un gran éxito. Foto Gil de Espinar
Grupo de vendedoras de sardinas desfilando ante el público, pregonando su mercancía durante el Concurso organizado por el Ayuntamiento con felicísimo éxito.
Las vendedoras de pescado, en el concurso de pregones, cantando una jota. Foto Gil de Espinar.
Helas aquí, en actitud bien airosa, las sardineras que ayer, lunes, participaron en el concurso de pregones de pescado que tuvo lugar en la Plaza Nueva. Las indicadas con los números 1,2 y 3, son las que obtuvieron respectivamente los tres primeros premios.
Grupo de vendedoras de pescado que se presentaron al Concurso organizado por el Ayuntamiento, y que después de sus típicos pregones cantaron la jota.
Vendedora de pescado que fue premiada en el Concurso de pregones organizado por el Ayuntamiento. Foto Hernando.
El Concurso de Vendedoras de pescado organizado por el Ayuntamiento: Una concursante ensalzando la calidad de la mercancía con su típico pregón. Foto Gil de Espinar
¡ Txardiña, txipiroiaaaa ¡
Las pregoneras de pescado de San Sebastián
Bokarta bixi-bixia, bokarta! (¡Bocartas vivas, vivas!)
Allá va la pescadora, calle abajo, vocearon su pescado. Mientras voceando su pescado. Mientras vocea avizora los balcones, para ver si se asoma alguna comadre.
¡Txardiña merke, ederra! (Sardinas baratas y hermosas!)
Le venderá su mercancía o, por lo menos, reñirá con ella. Casi le da lo mismo. Lo uno es provecho económico; pero lo otro es placer espiritual.
Cada cual tiene sus necesidades.
¡Txardiña preshko preshkua”
Plantada sobre el tablado, la vendedora lanza su pregón, luciendo el poder de sus pulmones y la vivacidad de su ingenio.
En San Sebastián se ha celebrado un concurso de arraysaltzales o voceadoras de pescado. Los pregones de estas mujeres son un detalle muy típico en nuestras calles; pero se está mixtificando un poco. A lo mejor, entre los pregones tradicionales, se oye este otro:
“¡A real el plato!”
Es un portugués que pasó un día por aquí para buscar trabajo en Francia y se agregó al negocio. No lo hace muy grande, porque al pescado que aquí no se vocea en vascuence le falta de antemano la salsa. Parece de segunda mano. No puede estar fresco.
Pero, en fin, el “maketo” ahí se está, firme en su esquina. El que quiera picar, que pique:
“¡Anchoas fresquísimas! A diecito la docena.”
Las seis pregoneras de pescado que tomaron parte en el pintoresco concurso celebrado en la plaza de la Constitución, de San Sebastian, durante la Semana Vasca.
El concurso se celebró en la vieja plaza de la Constitución, que estaba llena de público, forastero en su mayoría. Las arraysaltzales lanzaban su pregón desde un tabladillo colocado en el centro, y entablaban luego el consabido dialogo con una supuesta compradora que las llamaba desde un balcón.
Para el premio constaba no solo la gracia artística del pregón, sino también el donaire y la facilidad en la réplica. No eran diálogos estudiados, ni ello les hacía falta a las saladísimas pregoneras, que viendo los balcones llenos de señores se encontraron en medio de su elemento.
¡Con lo que cuesta de ordinario hacer que se asomen!
Nunca iban a tener mejor público. Se les despertó de pronto el instinto comercial y un tanto pendenciero. La excitación era demasiado fuerte. Aunque no les hubieran ofrecido premio ninguno, ellas hubieran lanzado entonces sus mejores gritos.
"¡Legatza, txipiroiaaa!...." grita, mirando a los balcones, donde la escucharon tantas fingidos compradores que, aunque no la ofrecieron premio alguno, ella hubiera lanzado esta vez sus mejores gritos.
Y se oyeron diálogos como estos:
-¿Zenbatian?
-Amar kuarton, etxekoandre. (A diez cuartos-treinta céntimos-, señora)
-Gareshti dezu; bost kuarton jarrikonazu. (Es muy caro; a cinco cuartos ya está bien.)
La vendedora contesta que no puede darlas tan baratas. Lo último, lo último, a real. Debe reparar la señora en que sus sardinas están vivas y en que hoy se han pescado muy pocas.
Pero la señora no repara en nada, y la vendedora se indigna:
-¡Alajaña! ¡Buena parroquiana que te ha salido hoy pa comprarme falda nueva!
Y se va, enseñándonos la suya y ofreciendo sardinas a otro balcón.
Una vendedora vieja, la que obtuvo el primer premio, ofrecía merluza y txipirones o calamares.
-¡Legatza, txipiroiaaa…!
Aseguraba que los txipirones eran pequeñitos, pequeñitos y de mucha tinta, no de los de arrastre, que son mayores y menos finos, propios, según ella, para los casheros, y no para los señores. (Pura adulación de la vendora. En estos achaques de bien comer los casheros saben más que los señoritos.)
Le preguntaban el precio y respondía:
-Peseta bana. (A peseta cada uno.)
-¡Uh! Ez da merke merkia. (No es gran cosa de barato.). Los comeremos cuando los abaraten un poco más…
-¿Merkatzian?...¡Cascajo! Birika jango biarkodezule. (¡Cuando abaraten ¡ Cordilla me parece que vais a tener que comer vosotros.)
El concurso se celebró en la vieja plaza de la Constitución, que estaba llena de público, forastero en su mayoría. Las arraysaltzales lanzaban su pregón desde un tabladillo colocado en el centro, y entablaban luego el consabido dialogo con una supuesta compradora que las llamaba desde un balcón.
Para el premio constaba no solo la gracia artística del pregón, sino también el donaire y la facilidad en la réplica. No eran diálogos estudiados, ni ello les hacía falta a las saladísimas pregoneras, que viendo los balcones llenos de señores se encontraron en medio de su elemento.
¡Con lo que cuesta de ordinario hacer que se asomen!
Nunca iban a tener mejor público. Se les despertó de pronto el instinto comercial y un tanto pendenciero. La excitación era demasiado fuerte. Aunque no les hubieran ofrecido premio ninguno, ellas hubieran lanzado entonces sus mejores gritos.
¡Joven y guapa pregonera ! ¡Bien sonó su pregón al nutrido auditorio que llenaba la plaza.
Las contendientes se entusiasmaban tanto, que el dialogo subía, a veces, un poco de color.
Daban ganas de gritarles: ¡Que viene el guardia!
Y fue una lástima que la Comisión organizadora no pensara en este número para introducirle ene le programa.
Porque el nuero de las pregoneras de pescado resulto tan bonito, que no hay duda de que quedara como definitivo en el programa de la Semana Vasca.
José R. Ramos
Fotos Carte y Marín