Explosión a bordo de un barco

Estado en que quedo el vapor después de la explosión en la dársena de Axpe. Foto Alonso.

El 21 de enero de 1931, alrededor de las diez, el vecindario del barrio de Axpe, Erandio, se vio sorprendido por una formidable explosión que partió de la ría y produjo alarma en todo el vecindario de la ribera, así como en cuantas personas se encontraban a dicha hora en el muelle o a bordo de las diversas embarcaciones fondeadas en la dársena del mismo nombre, enterándose en seguida de las causas de la explosión que revistió caracteres trágicos. Algunas de los circunstantes pudieron apreciar que, simultáneamente a la detonación, se había producido una intensa llamarada, seguida de incendio, a bordo de uno de los vaporcitos amarrado en la referida dársena y que varios de los hombres que se encontraban sobre cubierta en el mencionado barco, se habían arrojado al agua.

El maquinista y el motorista del vapor “Zuloaga”, fondeado en la dársena de Axpe, en la parte más cercana a los depósitos de la Junta de Obras del Puerto, estaban repasando un motor que se montaba a bordo al objeto de probarlo. Sin que se pudiesen averiguar las causas, se produjo la explosión. Para extinguirlo hubo necesidad de inundar la embarcación, trabajos en los que tomo activa parte la tripulación del remolcador de la Casa Sota “Eusko Mendi”. Por efecto de la inundación y de las averías que el siniestro había ocasionado en el casco, el vaporcito “Zuloaga” no tardo en irse a pique y con él, los cadáveres del maquinista y el motorista. Inmediatamente los obreros empleados en gran número, en el remache y otras obras de los diferentes buques en la dársena, los transeúntes y buen número de vecinos, corrieron al lugar de la catástrofe, pudiéndose comprobar que el maquinista y el motorista habían perecida horriblemente carbonizados.

Vapor Zuloaga hundido en Axpe a consecuencia de una explosión en la que resultaron 2 muertos. Foto Claudio.

Cuando la explosión sobrevino, se hallaban en el interior del barco, junto al motor, el maquinista Víctor de Azkorra, de veintitrés años, soltero, natural de Erandio y residente desde hacía tiempo en Lekeitio, y el motorista Julián Atxurra, de veinticinco años, soltero y natural y vecino de Lekeitio, quienes se supone que perecieron instantáneamente quedando sus cuerpos dentro de la cabina del barco.

A bordo, en el momento de ocurrir la catástrofe, se hallaban otros obreros. Tres de ellos, al verse rodeados por las llamas, se tiraron al mar y a ello debían el haber podido salvar la vida. Se llamaban Anselmo Palacios, de veinte años, soltero, natural de Deusto y vecino de Erandio, que prestaba sus servicios como ayudante de maquinista. Presentaba heridas por quemaduras de pronóstico grave y fue conducido al Santo Hospital Civil de Basurto. Ramón de Atxalandabaso, casado, natural de Erandio y habitante en la misma anteiglesia en la Ribera de Axpe. Presentaba heridas de pronóstico leve y quemaduras de primer grado en la cara. Este herido era hermano de Antón de Atxalandabaso, bien conocido por el elemento deportista vizcaíno por haber jugado al futbol en Erandio, Santander, Valladolid, Valencia y otros equipos. Y Félix Arrieta, de treinta y cuatro años, natural de Lekeitio y vecino de Santurtzi, de contusiones en ambas piernas, pronóstico reservado, y Félix Arrieta con contusiones en ambas piernas, también de carácter leve. Estos dos fueron asistidos en el Cuarto de Socorro de Las Arenas por el medico Cortina y el practicante titular, Ambrosio Rodríguez. Allí fueron conducidos en un automóvil particular.

Inmediatamente se organizaron los trabajos de salvamento, acudieron varias embarcaciones en socorro de los que desesperadamente luchaban por mantenerse a flote, los cuales fueron recogidos y transportados a tierra, donde se apreció que presentaban diversas lesiones , por cuya causa se les condujo inmediatamente al barrio de Alzaga con propósito de que fuesen asistidos de primera intención en el Cuarto de Socorro de esta localidad más como se diera la circunstancia de que en aquellos momentos el personal facultativo se encontraba ausente, hubo necesidad de disponer que el que se hallaba más gravemente lesionado fuese trasladado sin pérdida de tiempo a Bilbao, para su asistencia en el Hospital Civil de Basurto, y que los restantes se personasen en el Cuarto de Socorro de Las Arenas.

Restos mortales depositados en 2 ataúdes sobre bidones de oxígeno. Foto Alonso.

Presenciaron las faenas el Juzgado militar de Marina, personal de la Casa armadora del “Zuloaga” y autoridades locales, conteniendo al público que se aglomeraba en aquel lugar fuerzas de la Guardia civil y municipal, al mando del sargento Hera y Francisco Jiménez. En la labor estaban empleados obreros de la Junta de Obras del Puerto y otros facilitados por la Sociedad “Puertos y Pantanos”, armadora del buque siniestrado.

En el lugar del triste suceso se personó, el Juzgado instructor de Marina ayudante Naya, procediendo a tomar diversas declaraciones e instruir las diligencias de rigor, practicando las primeras diligencias. A los pocos minutos de ocurrido el accidente comenzó a subir la marea, desapareciendo poco a poco el casco del “Zuloaga” entre las aguas.

El buque siniestrado era un vaporcito pesquero con casco de madera y un desplazamiento de unas setenta toneladas, con matrícula de San Sebastián/Pasajes adquirido por Carmelo Iturbe y Florencio Zarraga de Erandio y desde hacía cerca de dos meses se hallaban en reparación en la dársena de Axpe, realizando las operaciones necesarias para convertirlo en remolcador, a cuyo fin le fue cambiada la caldera de vapor por un motor de petróleo, recientemente adquirido y reparado, y después entregarlo a la sociedad “Puertos y Pantanos”, que tenía contratas de importancia en determinados puertos. Dicha Sociedad había pagado ya el primer plazo y esperaba las pruebas definitivas para quedarse con la embarcación, que iba a ser destinada a Avilés.

El vapor Zuloaga después de ser izado por la grúa flotante para retirar los cadáveres de las víctimas. Foto Claudio.

Se confirmó la creencia de que no sería posible reparar el casco del “Zuloaga”, destrozado por cientos de sitios diferentes. El vapor “Zuloaga” no estaba asegurado. Por tanto, las pérdidas materiales se calculaban entre 18.000 y 20.000 pesetas que sufrirían integras la casa armadora. Era gemelo del “José Cruz”, buque pesquero amarrado entonces en aguas de “La Pastelería”.

Como poco después de ocurrido el accidente comenzó a subir la marea, no tardó mucho en desaparecer el buque bajo el agua. Se esperaba que por la tarde se pudiera poner a flote el barco siniestrado y rescatar los cadáveres de Víctor Azkorra y Julián Atxurra, pero no fue así. A las tres de la tarde, continuaba estacionada allí gran cantidad de público, esperando el descenso de la marea. Por la noche, a la hora en que bajo la marea, tampoco se podía poner a flote el buque, por haberse corrido algo hacia el canal. En vista de ello, se acordó que al día siguiente, se pusiese a flote por la grúa de la Junta de Obras del Puerto.

Público presenciando la extracción de los cadáveres del barco Zuloaga. Foto Amado.

A las ocho dieron comienzo los trabajos de poner a flote el vapor “Zuloaga” y rescatar los dos cadáveres que se hallaban en la quilla del mismo. Las operaciones de izamiento del barco y extracción de los muertos en la catástrofe fueron presenciadas por las autoridades de Marina, benemérita y municipales. Las operaciones fueron presenciadas por enorme gentío y al aparecer los cadáveres se produjo un silencio absoluto. Durante estas labores preliminares resultó lesionado, con una contusión leve en el pie derecho el obrero Clemente Izurrieta, que tuvo que ser asistido en el Cuarto de Socorro. La labor preparatoria de colocar las cadenas dio comienzo, calculándose que hasta las doce o la una no se podrían llevar a cabo lo propuesto. Estuvieron preparando los trabajos el contramaestre de Marina y un ingeniero de la casa. Sobre las once de la mañana, la grúa de la Junta de Obras del Puerto logro extraer del agua en la Ribera de Axpe, los restos del vapor “Zuluaga”, destruido a las diez de la mañana del día anterior.

Momento de sacar de la ría al pesquero Zuloaga. Foto Amado.

A las once de la mañana, terminadas las operaciones de amarre, comenzó a funcionar la grúa flotante de cien toneladas de la Junta de Obras del Puerto y poco después se elevaba, suspendido del potente gancho, el casco del “Zuloaga”, que dejaba escapar el agua por cientos de hendiduras, provocadas por la explosión en el viejo, casco de madera. Convenientemente asegurada la posición del barco suspendido, penetraron a bordo cuadrillas de obreros y tras de grandes esfuerzos, consiguieron llegar a la cabina del motor, donde estaban horriblemente destrozados, los cadáveres de los infelices Víctor Azkorra, maquinista y Julián Atxurra, motorista del “Zuloaga”.

El esqueleto del buque, fue izado a flor de agua y numerosos obreros recorrieron el interior del casco, hallando en la parte de popa los cadáveres de los infortunados Julián Atxurra y Víctor Azcona. Los cadáveres aparecieron completamente destrozados e incompletos. El cadáver del Atxurra fue sacado del barco a las 11:25 de la mañana y pudo ser identificado por el reloj de bolsillo, que le fue hallado en el bolsillo izquierdo del chaleco. Estaba tan horriblemente carbonizado que solo pudo ser conocido por el reloj que usaba, que detalle curioso, seguía funcionando , a pesar del tiempo transcurrido y de haber estado sumergido más de veinticuatro horas. A este cadáver le faltaba la cabeza y las piernas.

Poco después fue sacado el cadáver de Víctor Azkorra, tan mutilado como el de su compañero y asimismo imposible de identificar por efecto de la carbonización casi total. Inmediatamente se procedió a la extracción de los restos. Ambos estaban horriblemente mutilados y les faltaban las piernas. El tronco estaba en forma tal, que hubiera sido imposible la identificación de no saberse bien quienes eran.

Ambos cadáveres fueron colocados en dos féretros que se habían llevado y depositados en el taller mecánico del señor Agirre, situado en frente del lugar del suceso y en el cual se improvisó una capilla ardiente. Fueron depositados en dos féretros de tela negra, sobre un férreo montón de bidones de oxígeno.

Cumplida esta piadosa misión, prosiguieron los trabajos para dejar el buque varado en una “parrilla” que en las inmediaciones poseía la Junta de Obras del Puerto, donde los técnicos podrían realizar las inspecciones necesarias en averiguación de las causas que determinaron el siniestro. Cerca de las doce fue aumentando la afluencia del vecindario, en la creencia de que al mediodía se iba a organizar la conducción de los cadáveres al cementerio. A dicha hora, el alcalde dio órdenes para que el entierro de las víctimas se aplazara hasta las cuatro de la tarde, con el propósito de que pudiese asistir el vecindario, presidido por el Ayuntamiento en pleno, algunos familiares de las víctimas, que habían anunciado su llegada a Erandio para las primeras horas de la tarde y representantes de la Casa armadora.

A las diez de la noche el hospital informo que el herido Palacios continuaba en grave estado. Los otros dos, Atxalandabaso y Arrieta se encuentraban en sus domicilios de Axpe y Santurze, respectivamente. El otro herido hospitalizado en Basurto parecia que iba mejorando de sus quemaduras.

Conducción de los restos de las victimas al cementerio. En el ovalo el infortunado maquinista Víctor Azcorra. Foto Claudio.

En un establecimiento de la Ribera, uno de los heridos, Ramón Atxalandabaso, cuya cabeza se encontraba cubierta con vendas, declaraba que era carpintero y que vivía en la calle Tartanga de Erandio, con su esposa. Trabajaba en el vaporcito por cuenta de los señores Ondarroa y Mendiguren y tenían talleres de carpintería muy cerca del lugar del suceso. Atxalandabaso pasó todo el día del martes calafateando en el “Zuloaga” y se dedicó desde las ocho y cuarto de la mañana, a ultimar pequeños detalles para dejar listo el barco en lo que a su trabajo afectaba. Faltaban unas panas para terminar y a esta labor se hallaba dedicado cuando sobrevino la explosión, que según se vio después, rompió los cristales de las casas y hasta hizo que viniesen abajo, el cielorraso de una habitación. Él no se enteró de nada. En la cabina se hallaban cuatro hombres: el primer maquinista, el motorista - que iba a quedarse al mando del barco- , un ayudante y un servidor. Mientras él arreglaba las panas, ellos intentaban poner en marcha el motor, sistema Diésel. De pronto sobrevino la explosión, que a él le lanzó hasta la escotilla de popa, por donde salió sin darse apenas cuenta. Después se vio en el agua y nadando llego a la orilla. Como se hallaba herido, fue a la Casa de Socorro de Erandio, pero en vista que se hallaba cerrada, tuvo que ir a curarse a Las Arenas. También el ayudante fue lanzado al agua y recogido por varias personas. En un automóvil en el que iban tres señoras, fue trasladado al Hospital de Basurto.

El maquinista fallecido mandó llamar a Atxalandabaso para que les ayudara, al presentarse éste, le preguntó lo que tenía que hacer. Vete a proa, le dijo Atxurra, pues el buque hacia agua, achícala y calafatea. Atxalandabaso marcho inmediatamente a cumplir la orden. Instantes después ocurría la explosión. No cabe duda que de prolongarse un poco más la conversación, Atxalandabaso hubiera perecido igualmente.

Se esperaba con interés el informe que emita el técnico sobre las causas determinantes de la catástrofe, suponiéndose que para ello se designara al técnico de la Comandancia de Marina, que era maquinista de la Armada.

Del motor faltaba un cilindro, que se supone se hizo pedazos, cobrando como metralla sobre los cuerpos de los desdichados Atxurra y Azkorra.

De Lekeitio y otros pueblos de la costa llegaron varios familiares de las víctimas, entre ellos Ángel Achurra, hermano de Julián, y Gregorio Mendezona, primo carnal de Víctor Azkorra.

Del Hospital de Basurto, a última hora que el ayudante de maquina Anselmo Palacios, que sufrió graves quemaduras, experimento alguna mejoría dentro de la gravedad de su estado. Los otros dos lesionados en el suceso, mejoraron rápidamente y uno de ellos pudo reanudar su vida ordinaria.

Los restos de los dos infortunados jóvenes fueron depositados en casa del señor Agirre, del barrio de Axpe, donde se improvisó una capilla ardiente. La autoridad de Marina había acordado en principio que la conducción al cementerio tuviese lugar inmediatamente que fueran sacados del agua, pero después, atendiendo al ruego de los familiares, las autoridades locales y el Juzgado de Marina, el entierro de las infortunadas victimas del “Zuloaga” se verificó a las cuatro de la tarde, partiendo la comitiva del taller del señor Aguirre, hasta el cementerio de San Agustín, asistiendo al acto el Ayuntamiento en pleno, las autoridades el Juzgado y todo el pueblo de Erandio, que manifestó así su pesar por la desgracia. Desde una hora antes se había situado numeroso gentío para acompañar a los cadáveres. El espectáculo fue imponente.

Los restos quedaron depositados en el cementerio, donde les fue practicada la autopsia.