Soy Maru Sánchez Téllez, licenciada en Pedagogía y en Danza Clásica con especialidad en Docencia.
Soy docente, creadora y directora de Ekaterina Maximova Académie, un espacio que surgió de la necesidad de tener un lugar para crear, ensayar, compartir y monetizar el arte, pero sobre todo para demostrar que sí se puede vivir de lo que te apasiona y dejar huella en los demás. La premisa de nuestra escuela es que todos podemos aprender a bailar y ser cultos en esta bella arte.
Desde hace más de 15 años he desarrollado nuestros propios programas, planes de estudio y propuestas de entretenimiento. En tiempos de pandemia, frente a la distancia y las limitaciones, creé el método y material didáctico EMA Education, con el que seguimos formando nuevas generaciones de bailarines y docentes.
Me he preparado con estudios en danza inclusiva, didáctica de la danza clásica infantil, diplomacia cultural, dirección de grupos elite, metodología de la danza clásica cubana y Progressing Ballet Technique. Desde 2016 estoy certificada por la Escuela Nacional de Ballet “Fernando Alonso” de La Habana, Cuba, y por el CID-UNESCO.
He coordinado el área de danza en programas nacionales como el de prevención de la violencia y la delincuencia a través de las artes (Ecatepec, 2016), capacito a jóvenes que tienen amor por la docencia, así como a docentes que quieren seguir creciendo en su camino profesional.
También soy emprendedora: tengo una línea de ropa de danza y una tienda de materiales deportivos, con los que busco fomentar la cultura del movimiento y del arte desde todas sus formas.
A lo largo del tiempo, mis estudiantes han logrado entrar a las mejores escuelas de ballet del país, e incluso obtener becas para estudiar en el extranjero. También he tenido la fortuna de asistir a encuentros internacionales de danza y llevar a mis estudiantes a vivir experiencias escénicas fuera de México.
Una parte fundamental de mi historia ha sido el servicio social. Durante muchos años di clases de ballet en espacios profundamente vulnerables, como Casa de las Mercedes, un refugio para mujeres que han vivido violencia, abuso o abandono; en Casa de la Sal, con niños que viven con VIH; en Hogar Dulce Hogar y en otros orfanatos. Estos lugares marcaron mi vida y me recordaron el verdadero sentido del arte: tocar el alma y transformar realidades.
Fundé EMA porque me costaba trabajo encontrar personas con la misma visión, disciplina, persistencia y pasión que yo.
Nunca terminamos de aprender. Yo sigo capacitándome constantemente, al igual que a otros, para seguir creciendo, porque la clave está en soltar un poco y abrir el panorama. En este viaje de aprendizaje y expansión, he descubierto que viajar es esencial para abrir el horizonte, conocer nuevas perspectivas y permitir que las experiencias enriquezcan mi visión.
Además, sé que crear redes y rodearme de colaboradores que sean los mejores en su área es fundamental para seguir avanzando, por ejemplo, al abrir sucursales y brindar lo mejor a mis estudiantes. El crecimiento está en la colaboración, en aprender de otros y en sumar talentos que compartan la misma pasión por el arte y la enseñanza.
En general, me cuesta hablar de mí; siempre estoy en movimiento, soñando, creando y formando. No suelo hablar de esto, a menos que me pregunten, y hoy reconozco el camino andado con gratitud, porque sé que cada paso ha sido con propósito, con entrega, y con mucho amor por el arte y la enseñanza.
Por eso, mi frase sigue siendo: Aprende, escucha, traduce y actúa.