El deporte ha sido mi aliado más leal, descubrí el running a los 15 años, y desde entonces, ha sido mi espacio para pensar, para soltar, para resistir, me ha acompañado en momentos de calma y en medio del caos, enseñándome que siempre puedo dar un paso más, incluso cuando siento que no.

La danza fue por años una pasión que me conectó con la belleza de habitar mi cuerpo con libertad y gozo. Y el buceo, hoy parte importante de mi vida, me ha mostrado cómo calmar la mente y encontrar equilibrio en el silencio del mar.

Moverme; ya sea corriendo, bailando o sumergiéndome, es mi manera más pura de encontrarme conmigo misma, con mi fuerza interior, y de recordarme que los límites están para ser desafiados.

Pero también hay sombras en mi historia. En la adolescencia viví una relación violenta que casi apaga mi voz. Pude haberme quedado rota, pero elegí sanar, elegí hablar, elegí avanzar. Esta experiencia no me define, pero sí me reafirma: nunca más me abandonaré a mí misma.

Desde ahí nació mi conciencia feminista. Creo profundamente en la libertad femenina, no como una idea lejana, sino como una forma de vivir en libertad, decidir por mí misma, amar sin miedo. Cada día lucho por ser parte de un cambio colectivo, por ocupar los espacios con mi verdad, y por dejar de pedir permiso para simplemente ser.

Hoy, a mis 34 años, me siento más fuerte que nunca. No por los logros, sino por todo lo que he decidido soltar, transformar y abrazar.

Quiero recordarte que puedes construir la vida que mereces, que puedes sanar, cambiar, moverte, resistir, recordarte que puedes ser libre.

Y que cuando caminamos juntas, somos más poderosas de lo que imaginamos.