Soy Claudia Da Costa, tengo 36 años y soy brasileña. Vivo en Brasil, trabajo en lo que siempre ha sido mi pasión: la estética y el bienestar femenino.
Mi mamá vive cerca de mí, a solo dos cuadras, igual que mi hermano, su esposa y mis dos adorados sobrinos. Aunque vivo sola, nunca estoy realmente sola: tengo a mi familia cerca y un corazón lleno de sueños que me acompañan desde niña.
Desde pequeña, siempre fui muy coqueta y curiosa. Me fascinaban los maquillajes, los peinados, las telenovelas y las revistas de moda. Recuerdo jugar con mis muñecas, maquillarlas, y soñar con un mundo donde pudiera hacer sentir bien a otras mujeres. Soñaba con tener mi propio negocio, ser mi propia jefa y, sobre todo, ayudar a otras a sentirse más bellas y cuidadas.
Tuve una infancia tranquila, aunque bastante solitaria. Eso me permitió soñar mucho y visualizar desde temprano lo que quería para mi vida. Siempre fui muy independiente y trabajadora.
A los 20 años comencé a trabajar en una tienda y a ahorrar un poco de dinero con la idea clara de invertirlo en mí, en mi formación.
Fue entonces cuando conocí a una terapeuta, hermana de mi cuñada, que trabajaba con cejas, uñas y masajes. Me empezó a hacer masajes reductivos, y ahí fue donde sentí una chispa: “¡Esto es lo mío!”, pensé. Me enamoré de esa forma de cuidar el cuerpo y el alma. Así que tomé la decisión de estudiar masajes y comencé a formarme.
A los 22 años empecé mis cursos de masaje aquí en Brasil, y me encantó. Al poco tiempo, la vida me llevó a México, donde viví durante cinco años. Allá también trabajé dando masajes, conocí mujeres maravillosas, hice yoga, mejoré mi español y, sobre todo, confirmé que lo que hago tiene un valor profundo: hacer sentir bien a otras mujeres.
Mi trabajo no solo me conecta con el cuerpo, sino también con las historias, las emociones y los sueños de cada una de mis clientas. Me encanta escuchar, compartir, conversar. Ese intercambio de energía me hace sentir viva y plena.
Hoy, gracias a Dios, soy una mujer completamente independiente. Tengo mi propio negocio, trabajo desde mi casa, donde recibo con amor a mis clientas. Mi espacio está lleno de paz, calidez y alegría. Además de masajes, también ofrezco depilación. Cada mujer que entra aquí se va más ligera, más feliz… y yo también.
Estoy profundamente agradecida por el camino recorrido. Todo lo que alguna vez soñé de niña, lo he ido construyendo paso a paso, con amor, dedicación y confianza en mí misma.